David Hemmings, actor
Si hay un actor que esté destinado a tener un lugar en la historia del cine por su imagen en una sola película, ése es el británico David Hemmings. Su interpretación del joven fotógrafo protagonista de una de las obras maestras de Michelangelo Antonioni, Blow-Up, en el año 1966, no sólo ha quedado como un icono definidor de aquel tiempo, sino que llega aún más lejos. El alcance de este enigmático y legendario filme, que algunos sectores de la crítica surgida alrededor de la nouvelle vague francesa consideraron -de forma temeraria y demasiado a bote pronto- artificioso, hueco, formalista y destinado (sic) "a los basureros de la historia del cine", crece y crece incesantemente, y con él la figura flaca y pálida, de enormes y perplejos ojos claros, del joven fotógrafo con cuyo equilibrio mental juega la imagen fugaz del cadáver que Antonioni tomó prestado del cuento de Julio Cortázar Las babas del diablo.
David Hemmings murió ayer en Rumania a los 62 años, al parecer, a causa de un fulminante ataque al corazón. Había nacido en Guilford, Inglaterra, en 1941. Su agente, Liz Nelson, informó de que la muerte le llegó a Hemmings súbitamente, tras filmar su última toma del día en el set de rodaje del filme Samantha's Child. Le acompañaba su mujer, Lucy Williams. Unos enfermeros que estaban en el rodaje intentaron reanimar al actor inútilmente. Liz Nelson añadió que "tenía constancia de que David Hemmings proyectaba interpretar y dirigir nuevas películas", porque, tras un largo periodo de inactividad profesional, había vuelto a trabajar en varios filmes.
Pertenecía a una generación de actores británicos que alcanzó grande y súbita notoriedad en los años sesenta. Entre ellos están, además de Sean Connery -con quien trabajó recientemente en La liga de los hombres extraordinarios- Michael Caine, Tom Courtenay y Bob Hoskins, con quienes interpretó poco antes Last Orders. Fueron estos dos filmes, junto a su participación en Gangs of New York, los que decidieron el retorno de Hemmings al cine, después de muchos años de oscuridad para la que fue una de las caras más luminosas del cine británico.
Siguió actuando a lo grande en filmes mucho menores que él. Fueron, entre otros, Alfredo el Grande, dirigido por Clive Donner (1969); Unman, Wittering and Zingo, dirigido por Joseph Mackenzie (1971); El enigma se llama Juggermaut, dirigido por Richard Lester (1974); Asesinato por decreto, dirigido por Bob Clark (1978).
Poco a poco se fue distanciando de sus interpretaciones hasta acabar por abandonarlas. Un actor que en su arranque había probado la miel del cine imperecedero se sentía cada vez menos identificado con las mediocres películas que la industria le ofrecía, y acabó por abandonar esa industria para buscar la manera de filmar él mismo sus propios filmes. Sus trabajos de dirección, que comenzaron en 1972 con Running Scared y The Fourteen en el año siguiente, siguieron en 1978 con Gigoló, única de sus películas estrenada en España.
Pero ninguna de sus direcciones fue sancionada con un gran éxito de taquilla, por lo que fue la industria la que entonces dio la espalda a Hemmings, que se refugió en la televisión, como actor y director de series que le condujeron a un dramático semianonimato demasiado parecido al olvido.-
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