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Columna
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Diario

Juan José Millás

Cada equis tiempo, un ruido rompe el silencio de la madrugada. Me levanto, inquieta, y tras dar un par de vueltas por las habitaciones descubro que un cuadro se ha desprendido de la pared o una pila de libros se ha venido al suelo. Hace meses, el espejo del aparador cayó sobre un busto de bronce arrastrándolo hasta el parqué. En teoría, el busto debería haber resistido, pues pesa mucho más que el espejo, pero no. Analicé el asunto desde todos los puntos de vista posibles y no fui capaz de averiguar qué había ocurrido. En cualquier caso, los objetos siempre se caen durante la noche, no me pregunten por qué. Quizá, como en los cuentos de toda la vida, a esas horas en las que nosotros dormimos, ellos cobran una pequeña vida que a veces termina en tragedia.

Las personas se dividen entre las que para colgar un cuadro de la pared hacen un agujero y meten un taco de siete centímetros, con independencia de lo que pese el cuadro, y las que, también al margen de su peso, se limitan a colgarlos de un alfiler. Yo pertenezco al segundo grupo y mi marido al primero, pero sus cuadros se caen tanto como los míos, no sabemos por qué. Tampoco sabemos por qué hay temporadas con más derrumbamientos que otras. Tenemos un perro que en algunas épocas del año, no siempre las mismas, pierde el pelo sin que el veterinario encuentre una explicación razonable. He comprobado que cuando el perro suelta más pelo es cuando los objetos se caen con más frecuencia.

Todo esto me hace pensar que quizá la fuerza de la gravedad no está uniformemente repartida. Hay evidentemente zonas en las que su potencia es mayor, aunque no son siempre las mismas. Si tuviera que expresarlo de algún modo, diría que es como si por el espacio flotaran bolsas de aire en cuyo interior viajaran grumos de gravedad de una potencia excesiva. Cuando una de esas bolsas entra en una vivienda hace caer todo lo que encuentra a su paso, desde los espejos al pelo de los animales. Los derrumbamientos duran menos si a los primeros síntomas ventilas bien la casa, para que los grumos de gravedad salgan por la ventana. Si mis padres me hubieran dado estudios, habría llegado a donde hubiera querido.

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Sobre la firma

Juan José Millás
Escritor y periodista (1946). Su obra, traducida a 25 idiomas, ha obtenido, entre otros, el Premio Nadal, el Planeta y el Nacional de Narrativa, además del Miguel Delibes de periodismo. Destacan sus novelas El desorden de tu nombre, El mundo o Que nadie duerma. Colaborador de diversos medios escritos y del programa A vivir, de la Cadena SER.

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