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Reportaje:

Españoles en la ruta 'Desperado'

Militares de la Agrupación Zaragoza trabajan en la reconstrucción de Afganistán

Jorge Marirrodriga

En la ruta Desperado, en un paisaje desolado, envuelto en nubes de polvo y en cuyos alrededores no crece absolutamente nada, trabajan a diario los ingenieros españoles que forman la Agrupación Zaragoza, el contingente español destinado actualmente en Afganistán. La ruta no es sino una pista de varios kilómetros de longitud que, cuando esté finalizada, conectará dos importantes carreteras a las afueras de la capital afgana, y aunque la población de Kabul se beneficiará de la obra civil, los militares reconocen que su construcción responde a una necesidad estratégica de garantizar a las tropas internacionales, en caso de necesidad, una evacuación rápida y segura hasta el aeropuerto sin tener que atravesar la caótica capital afgana.

Las amenazas de bomba, la aparición de minas y el frío en invierno son inconvenientes añadidos

"Todas las mañanas, antes de empezar a trabajar, un equipo de desminadores italianos comprueba la zona", indica el capitán José Ballesta. "Estamos construyendo un puesto de vigilancia para el que hay que emplear madera. El primer día en que la madera llegó, los afganos se lanzaron a llevársela porque es su combustible para poder cocinar. Yo mismo vi a un hombre que portaba en su bicicleta nada menos que tres vigas".

"Aunque ahora toda la atención esté centrada en Irak, la gente debería conocer más lo que hacemos aquí, los repartos de comida y medicinas o la colaboración con la Universidad de Kabul para que los afganos aprendan español", opina el teniente coronel Ignacio Albiñana, jefe de las tropas españolas en Afganistán. "Cuando ves lo poco que tienen estas personas no puedes evitar pensar que si los países ricos colaboraran más esto saldría adelante".

En total, 123 soldados españoles se encuentran destinados en la actualidad en Afganistán, de los cuales seis están destacados en el cuartel general de la Fuerza de Estabilización Internacional (Isaf); otros 19, pertenecientes al Escuadrón de Apoyo al Despliegue Aéreo, están en el aeropuerto de Kabul, y el resto forma parte de una unidad de ingenieros, cuya sede está en Camp Warhouse, a las afueras de la capital afgana. Se trata de una instalación que los españoles comparten, entre otras nacionalidades, con canadienses, alemanes, croatas, suecos y finlandeses. Teléfonos a precio de llamada nacional, acceso a Internet o un bar regentado por los españoles, que rápidamente han comenzado a frecuentar otros contingentes son algunas comodidades con las que se intenta paliar las incomodidades de un destino que destaca por las bajas temperaturas en invierno y, sobre todo, la imposibilidad total de salir en horas de ocio de la base aliada al no haber seguridad para las tropas extranjeras en Afganistán.

Aunque no revisten la gravedad de la situación en Irak, a menudo se producen incidentes en Kabul que indican que la situación en el país no está ni mucho menos estabilizada. Desde amenazas de bomba contra los trabajos que realizan las tropas en Kabul hasta la aparición de minas en lugares donde se había trabajado el día anterior, tiroteos o sucesos potencialmente más serios, como el descubrimiento de dos cohetes listos para ser lanzados contra el campamento canadiense. "La verdad es que aunque todas esas cosas suceden, las noticias se sobredimensionan un poco cuando se reciben desde lejos", dice el comandante José Luis Mejía, minimizando la situación.

La agrupación española está bajo mando italiano y, junto a los soldados enviados por Grecia, se encarga de labores de ingeniería y de protección de estos trabajos. "Claro, que también tratamos de hacer labor humanitaria por nuestra cuenta", indica Albiñana. "Estamos muy volcados en el proyecto de enseñanza de español en la Universidad de Kabul", subraya. Se trata de un departamento de la Facultad de Letras dirigido por afganos que aprendieron español en Cuba durante el régimen comunista de Kabul. "Nosotros vamos a las clases prácticas y la verdad es que en la universidad se respira un ambiente muy diferente al de la calle", añade el teniente coronel español, quien destaca que predominan las vestimentas occidentales y no se ven burkas entre las mujeres.

Un legionario español, junto a un civil afgano, a su llegada al aeropuerto de Kabul en enero de 2002.
Un legionario español, junto a un civil afgano, a su llegada al aeropuerto de Kabul en enero de 2002.EPA

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Sobre la firma

Jorge Marirrodriga
Doctor en Comunicación por la Universidad San Pablo CEU y licenciado en Periodismo por la Universidad de Navarra. Tras ejercer en Italia y Bélgica en 1996 se incorporó a EL PAÍS. Ha sido enviado especial a Kosovo, Gaza, Irak y Afganistán. Entre 2004 y 2008 fue corresponsal en Buenos Aires. Desde 2014 es editorialista especializado internacional.

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