Japón, el espejismo del crecimiento
La travesía del desierto de la segunda potencia económica del mundo aún no se ha acabado
Nadie diría, paseando por las calles de Tokio, que hace casi catorce años que la economía japonesa no levanta cabeza. Cada vez que se vuelve a la capital del Imperio del Sol Naciente, los edificios han crecido en altura, las infraestructuras son mejores, las tiendas de lujo y de marcas europeas son mayores y los precios rondan las nubes.
Japón llegó a su cénit y hoy sólo puede aspirar a mantenerse, pero para ello necesita profundas reformas, según el presidente del Foro Nagatacho
Los aspectos más negativos de la expansión son que no ha logrado poner fin a la deflación (descenso de precios) ni aumentar la demanda interna
Las estadísticas, sin embargo, revelan un cuadro muy distinto, y eso es porque Tokio reluce con un brillo especial. Al norte, en la isla de Hokkaido, y al sur, en Osaka, por no hablar de infinidad de pueblos, las cosas son muy distintas: las numerosas persianas metálicas bajadas hablan por sí solas del cierre de pequeños negocios que no han resistido el traslado sistemático de las fábricas a China, Filipinas o cualquier otro país donde la mano de obra es más barata.
"Sin duda, lo peor ha pasado, y Japón ha iniciado su recuperación. Vamos a cerrar el año con un crecimiento consolidado del 1,4% [un 0,6% ya constatado en el tercer trimestre] y un paro del 5,1%, tres décimas menos que hace tres meses", declara, más deseoso que convencido, Yoshio Nakamura, uno de los directores ejecutivos de Keidanren, la patronal japonesa.
Los últimos indicadores parecen afianzar el optimismo sobre la puesta en marcha de la locomotora japonesa, aunque todos asumen -o al menos lo intentan- que no se alcanzarán las velocidades de las décadas sesenta, setenta y ochenta. "Lo importante es que se mantenga y no sea un repunte cíclico o puntual", añade Nakamura en referencia a los espejismos 1998 y 2000. Sostiene que la crisis bancaria desatada por el enorme volumen de créditos impagados es lo que agravó la crisis y ahora dificulta la recuperación, porque el sistema bancario sigue sin sanearse.
Deflación y demanda débil
De ahí que muchos economistas teman que el despegue sea una simple consecuencia del aumento de exportaciones, de los buenos resultados de algunas grandes empresas -como NTT o Toyota, que vendió este año 3,17 millones de vehículos por todo el mundo- y de la inversión exterior que ha animado el índice Nikkei y el sector inmobiliario de Tokio, así como de la intervención del Gobierno para mantener un yen bajo.
Los aspectos más negativos de la expansión actual son que no ha puesto fin a la deflación (descenso de los precios), un fenómeno persistente que muchos economistas vaticinan que durará aún un año, ni aumentar la demanda interna. Japón, con 127 millones de habitantes, tiene una población ahorradora; tanto que es la que finanza el 95% de la deuda del Estado, que en 2003 llegará a la astronómica cifra de 38.200 billones de yenes (un euro cotiza en torno a los 118 yenes), o lo que es lo mismo, el 7,7% del PIB de la segunda potencia económica del mundo.
Pero como todos los excesos son malos, el ahorro se ha convertido en una obsesión para el Gobierno, que no logra estimular la demanda. Los japoneses, en especial la mitad más numerosa y rica de la población -los mayores de 40 años-, se han atado el cinturón y no hay quien se lo suelte.
"Yutaka Hamada, presidente de Freixenet-Japón, señala que, a pesar de la crisis, la firma española de vinos ha experimentado en estos años un "sensible crecimiento, porque partía de niveles muy bajos". Hamada reconoce que "lo que más contrae el consumo es la inseguridad". Para unos empleados acostumbrados a entrar en una empresa y jubilarse en ella, la pérdida del empleo es muy traumática, y en Japón se vive como una gran tragedia el que haya lo que en Occidente casi se considera un paro marginal.
Esta semana subió dos puntos, por primera vez en 39 meses, el índice de confianza en la economía de los trabajadores independientes, como taxistas o comerciantes.
La Keidanren, que se muestra crítica ante los planes del primer ministro Junichiro Koizumi de privatizar las carreteras y el servicio postal, cuya caja de ahorros es el mayor bolsillo del mundo y que tiene 280.000 asalariados, ha pedido al Gobierno que haga un esfuerzo especial para reciclar a los obreros de las fábricas manufactureras en sectores como el de servicios e investigación y desarrollo, que son los que tienen más futuro para Japón y en los que habrá de apoyarse básicamente el país dentro de muy poco. Asimismo sugiere que deje de subsidiarse la agricultura y se adopte un modelo parecido a las ayudas de la UE.
La agricultura apenas alcanza el 1,4% del PIB, pero millones de agricultores siguen chupando de las arcas del Estado, mientras aranceles de hasta el 490% gravan los arroces procedentes de Corea o Tailandia. Hoy, el 60% de la comida japonesa es importada, el mayor índice entre los países industriales, pero, a pesar de ello, hay numerosas trabas que el Gobierno se ha comprometido a liquidar.
"Japón ya llegó a su cenit. A lo más que puede aspirar hoy es a mantenerse, pero para ello necesita una seria reforma estructural, desde el sistema bancario -en quiebra para criterios occidentales- a la inmigración, para hacer frente al gravísimo envejecimiento de la población", dice Dan Harada, presidente del Foro Nagatacho, del gobernante Partido Liberal Democrático. "La solución de Japón es invertir en China", agrega.
Sin duda uno de los factores que más han desmoralizado a los japoneses en esta crisis ha sido el verse rodeados por una serie de países mucho más dinámicos y con mayor capacidad de respuesta. "La crisis nos ha hecho comprender que no se puede tener un trabajo permanente, que hace falta creatividad, en lugar de antigüedad", dice Yoshiko Shinohara, presidenta de Temstaff, la primera empresa de trabajo temporal que se abrió en Tokio, en 1973, y que hoy cuenta con 400.000 clientes.
Lo que ahora se escucha en Japón son las palabras readaptarse, reforma y cambio. Desde Koizumi, que llegó hace dos años y medio al poder con la promesa de realizar una "reforma profunda", aunque ha hecho muy poco, al líder de la oposición, que en las elecciones del domingo pasado sacó 40 diputados más con una campaña centrada en el "cambio específico". Los japoneses parecen decididos a reinventarse, pero tendrán que hacerlo deprisa, porque la sociedad envejece a pasos agigantados y su sistema tradicional de pensiones se hunde.
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