Kaspárov reanuda su pugna con el 'chip'
El mejor jugador del mundo se mide al programa Fritz sobre un tablero virtual
Gari Kaspárov con gafas negras y dictando jugadas en voz alta. No es una exhibición de ajedrez a ciegas sino algo mucho más serio: el duelo que el ruso empezó anoche en Nueva York con el programa Fritz, que calcula tres millones de jugadas por segundo. Las gafas sirven para ver las piezas en tres dimensiones a través de un monitor.
"Estoy mejor preparado que nunca contra las máquinas, porque ahora sé cuáles son sus debilidades. Pero temo no adaptarme a las piezas virtuales. De mis 40 años de vida, llevo 36 jugando en un tablero normal", explicó Kaspárov en una conversación con este periódico. El duelo será a cuatro partidas, como el que Kaspárov empató (2-2) hace diez meses con Junior, el otro programa que cuestiona la superioridad de las neuronas sobre los chips; Fritz, creado por el holandés Frans Morsch, también empató (4-4) con el ruso Vladímir Krámnik, 2º del mundo, hace un año en Bahrein.
Las partidas (días 13,16 y 18, además de la de ayer) se dan en directo por Internet (www.x3dchess.com) en formato normal, pero el patrocinador obliga al número uno a jugar con las gafas puestas y las piezas en tres dimensiones. "Probablemente sería justo que yo tuviera media hora más que la máquina para reflexionar [cada jugador dispone de dos horas para los primeros 40 movimientos, y una más para los 20 siguientes], con el fin de compensar mi falta de costumbre con el tablero virtual, pero he desistido de pedirlo para que no digan que cuento con ventaja", añadió Kaspárov, obsesionado con vencer a los mejores ajedrecistas inhumanos desde que sufrió ante Deep Blue (en 1997, por 2,5-3,5) la derrota más amarga de su carrera tras cometer un error garrafal en la última partida.
Desde que, en 1996, cuando ganó en Filadelfia por 4-2 su primer encuentro con Deep Blue, Kaspárov se erigió en el "portador del estandarte de la creatividad del género humano contra la fuerza bruta de las computadoras" -olvidando, al parecer, que éstas también son un producto del hombre-, los ajedrecistas de silicio han progresado mucho: además de la fuerza bruta, sus creadores han logrado programar algo parecido a la intuición, en el sentido de que Fritz y Junior corren riesgos, lo que Deep Blue no hacía jamás. Las nuevas versiones empiezan a comprender ideas que parecían imposibles para una máquina. Por ejemplo, que mantener la iniciativa puede compensar el sacrificio de un par de peones, o que el verdadero valor de una pieza no es el teórico que se le atribuye antes de la partida, sino el que determina su posición y grado de actividad en cada posición.
Aún así, Kaspárov puede triunfar si aúna resistencia física, precisión en el cálculo e imaginación. De ahí que el interés en Estados Unidos siga siendo elevado -la cadena ESPN televisará 17,5 horas del duelo en directo- aunque no tanto como en 1997 gracias a IBM, propietaria de Deep Blue: la derrota de Kaspárov hizo que las acciones de la multinacional se disparasen en Wall Street.
Kaspárov asegura que el entrenamiento diario contra computadoras le ha permitido ser mucho más exacto en el cálculo de variantes. Más le vale, porque Fritz no se cansa nunca, y jamás se equivoca al analizar variantes muy concretas, como las que llevan a un jaque mate.
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