Un 'bilbaíno' contra el Athletic
Luis Fernández, en su debut con el Espanyol, se enfrenta a su ex equipo hoy en San Mamés
Luis Fernández volvió ayer a Bilbao, una ciudad que siente como suya y en la que dejó huella tras su paso por el Athletic. En Bilbao, "una ciudad tranquila, donde se disfruta de una calidad de vida impresionante", según su definición, el hispanofrancés dejó el grato sabor de quien se integró amoldándose de tal manera que a veces era más bilbaíno que los propios bilbaínos. Luis Fernández posee la astucia que sólo da la calle, tal porque se crió en los duros arrabales de Lyón, y no tardó en intuir el papel que le tocó interpretar como técnico de los leones.
Por eso, ayer, nada más llegar a la terminal de pasajeros del nuevo aeropuerto bilbaino, empezó a llenar su ego a golpe de muestras de afecto. Debuta en el banquillo del Espanyol precisamente en San Mamés, algo que le hace sentirse extraño y feliz al tiempo: "Si hubiera podido elegir un campo donde debutar en mi regreso a España, hubiera escogido San Mamés".
"Costaba saber si era uno más de la plantilla o el jefe. En las pachangas daba patadas de miedo"
Luis Fernández, nacido en Tarifa en 1959, creció en Francia, donde siempre presumió con orgullo del origen español y humilde de su familia. Para él, la España que dejó de chaval era uniforme, y abarcaba todo lo que se extendía más abajo de los Pirineos. No había diferencia entre su Andalucía natal o Cataluña, por ejemplo, donde está enterrado su padre y dice la rumorología que se torció el espinazo recogiendo uva de chaval, cosa que él niega. Si algo no cambió durante sus cuatro años en Bilbao, desde 1996 hasta 2000, fue su pasión taurina, hasta el punto de que un día invitó a entrenarse con el equipo a Enrique Ponce y su cuadrilla.
Vuelve Luis Fernández a un lugar donde se le recuerda especialmente por sus dos primeros años en el banquillo: UEFA en el estreno y subcampeón de Liga y clasificación para la Liga de Campeones en la siguiente. Luego, básicamente por sus reiteradas peleas con árbitros y entrenadores rivales -memorable la gresca con Mourinho, cuando el hoy entrenador del Oporto era segundo de Robson en el Barça- y su facilidad para pisar charcos. El desgaste fue menguando la idolatría que le profesaba la hinchada. Pero lo suyo tuvo mérito, recuerda Jon Andoni Goikoetxea, que no olvida: "Cogió a un equipo que venía de jugarse la promoción contra el Rayo en la última jornada de Liga y le contagió su chispa. Fue como un despertador", asegura el navarro, que como la mayoría de los que trabajaron a sus órdenes en Lezama, hablan de "un entrenador atípico, muy cercano a los jugadores".
En el autocar del equipo, rememora otro, "iba siempre sentado atrás, jugando a las cartas con nosotros. Le costó una pasta aprender a jugar a la marrana porque perdía siempre". El dinero lo recuperaba durante la semana, en los entrenamientos. Cada dos por tres se escuchaba en Lezama: "¡Mil duros a que no le pegas al palo!", reto que lanzaba a cualquiera de sus pupilos. Y solía ganar él. Alguno de los consultados confiesa que "muchas veces costaba saber si era uno más de la plantilla o el jefe. Y no pongas mi nombre", solicita, "pero en las pachangas daba unas patadas de miedo". Instauró la costumbre de irse de cena con todo el equipo, mujeres incluidas, al acabar los partidos en San Mamés. "Era de buen comer, volvió a Francia con algunos kilitos de más", dicen quienes vivieron de cerca su estancia, aunque hay quien lo atribuye a que sustituyó el vicio del tabaco por los chupa-chups.
Supersticioso como pocos, a Juan Carlos, el chófer del Athletic, lo llevaba loco. Cada vez que perdían, cambiaba de ruta para llegar al campo. Tras una serie de malos resultados, un día dieron tal rodeo para ir desde Lezama a La Catedral que un defensa que sigue en la plantilla asegura que el vehículo "pasó por San Sebastián". En Bilbao fue entrenador, showman, torero -dio un pase de pecho en San Mamés con una ikurriña a modo de capote la noche que el Athletic se clasificó para la Liga de Campeones- y hasta presentador de televisión. Durante dos temporadas colaboró con el programa La Monda, de ETB. Txema Montoya, el presentador de ese Caiga quien caiga vasco, dice que sólo por los momentos de risas vividos con Luis "ha valido la pena escoger esta santa profesión". Y si tiene que destacar una virtud, lo hace: "Es muy listo". Él presume de eso. Por ejemplo, cuando habla de su época como futbolista. Recordado como un pulmón inagotable, matiza: "La gente cree que corría mucho, pero no es verdad. Simplemente, estaba siempre bien colocado".
Vuelve a Bilbao dispuesto a plantarle cara al Athletic del Txingurri Valverde. "Está jugando a un nivel impresionante", reconoce antes de asegurar: "Saldremos al ataque. Cerrarnos sería un suicidio". Ayer perdió el concurso de Òscar García, que sufrió una rotura del bíceps femoral de su pierna izquierda y será baja un mes. Pensaba incluirlo en el equipo titular en el que estará el canterano Héctor. Por una vez, Luis Fernández y Clemente están de acuerdo, ambos desean que gane el Espanyol, aunque les duela que sea en San Mamés.
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