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Reportaje:FÚTBOL | Décima jornada de Liga

El central que nació en Hong Kong

Raúl Bravo, el 'invento' de Queiroz que hizo feliz a Florentino Pérez, se consolida como eje defensivo

Diego Torres

Las necesidades presupuestarias del Madrid y la obstinación de su presidente, Florentino Pérez, quisieron que la noche del 8 de agosto de 2003, en un estadio futurista al pie de los cerros de Hong Kong, los delanteros chinos Yao y Hao asistieran sin saberlo al nacimiento de un nuevo y exótico central llamado Raúl Bravo.

Tres meses después, el Madrid, que recibe hoy al Athletic en el Bernabéu, necesita más que nunca a Raúl Bravo. La marcha de Hierro, las molestias ciáticas de Helguera y la sanción de Pavón convierten al canterano en una pieza imprescindible. Y ello con sólo 22 años, "un niño para jugar de central", sostiene su técnico, Carlos Queiroz.

Paradigma de las contradicciones del fútbol, Bravo es un jugador en el que no se aprecia nada especial a simple vista. Es más: en sus comienzos parecía tan poco dotado para el manejo de un balón que, después de verle jugar, el año pasado, provocó la indignación de un antiguo técnico del Madrid que prefiere el anonimato. "¿Qué tiene Bravo que le llevan a la selección?", se preguntaba; "¿que corre mucho? ¿que es fuerte y que salta muy alto? Es joven, tiene salud, practica deporte... ¿Cómo no va a correr? ¡El problema es que no puede jugar al fútbol!".

"En la banda, si eres malo con el balón se te nota; en el medio, hay que ser agresivo"
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Tradicionalmente se ha considerado a los laterales como integrantes de la escala social más baja del fútbol. Raúl Bravo era lateral. Uno de esos laterales largos que en el filial no era raro ver jugar de extremo. Su pierna zurda, eso sí, tampoco le dotaba de ese halo de elegancia que suelen tener los zurdos. Bravo era un jugador racial, impetuoso. No tenía una técnica depurada a la que agarrarse y tampoco había tenido una familia que le ofreciera refugio. Su padre murió cuando él era un niño, en circunstancias dramáticas, y su madre debió salir adelante con sus tres hermanos pequeños y muchos problemas por superar. Bravo, más que apoyos tuvo cargas y, lejos de su Gandía natal, en Madrid se crió solo. Se hacía difícil imaginarle en el centro de la defensa, pisando el suelo que pisaron Hierro y Sanchis. Pero lo impensable ocurrió. ¿Quién lo inventó?

"Raúl Bravo, como central, se inventó a sí mismo", dice el actual técnico del Madrid, Carlos Queiroz. "En los entrenamientos de pretemporada", agrega; "en Asia, haciendo los ejercicios de ataque-defensa observé a los jugadores y vi que Raúl tenía una conducta que me hacía pensar que podía jugar en puestos interiores, no sólo en la banda. Mostró buen ataque de balón, anticipación, concentración, y velocidad. Se lo comenté y lo hablamos, pensando más en un marcador en línea de tres que en línea de cuatro. Le dije que no tenía que preocuparse de cometer errores porque había errores que se podían corregir con el tiempo. El fútbol es como aprender a caminar... se aprende a tropiezos. En Hong Kong le pregunté si se sentía capaz de jugar de central y me dijo que sí. Salió diez minutos y lo hizo muy bien. Después de todo, si él mismo descubrió en los entrenamientos que podía marcar a Ronaldo y Raúl, y cogió confianza, ¿por qué se iba a acomplejar frente a Villa o Aimar?".

En el vestuario madridista corre la voz de que Queiroz preguntó a Bravo si alguna vez había jugado de central, y el futbolista le respondió una mentirijilla: "Alguna vez". El jugador, que había actuado hasta como delantero, sabía que si tenía que ganarse la vida compitiendo con Roberto Carlos, lo más probable era que le salieran telarañas en las piernas. De modo que se lanzó a la piscina.

Bravo entró en el minuto 85 sustituyendo a Helguera, y ni Yao ni Hao, delanteros del equipo de Hong Kong, tuvieron un metro de paz. Al día siguiente, en vuelo hacia Bangkok, el presidente, Florentino Pérez, le daba vueltas al asunto: "¡Qué buena idea ha tenido Queiroz!". En realidad, el problema recurrente del central, más acuciante que nunca, parecía lejos de resolverse. Pero Pérez, optimista por naturaleza, se regocijaba de sólo pensar que la providencia le había abierto una puerta. Reacio a contratar a un central, el presidente vio la solución idónea.

Introvertido, incómodo para hablar en público, negado para la autopromoción, sin grandes condiciones técnicas y marcado por una infancia difícil, Bravo no sólo se adaptó al puesto con éxito. En Zaragoza, como dijo Queiroz, "hizo un partidazo".

De la pretemporada en Asia, Bravo recuerda que trabó amistad con Beckham. "¡Con este tío no se puede salir!", se quejaba después de una incursión nocturna por Hong Kong, en la que él y el inglés estuvieron permanentemente rodeados por una muchedumbre de seguidores. "La verdad", dice, "no me acuerdo ni cuándo debuté".

"Fue circunstancial", opina Bravo: "No sé por qué se le habrá ocurrido a Queiroz que podía jugar de central. Pero no me dio miedo de cometer un error. ¿Por qué? En la banda, si eres malo con el balón se te nota enseguida. En el medio, cuando no tienes el balón, con mantenerte agresivo y concentrado no tienes por qué cometer un error. Con el balón no hay que complicarse en los pases y ya está".

Si hubo un factor que determinó a Queiroz a poner a Bravo en el puesto de central, ése fue la velocidad. "En el Real Madrid, un equipo que aspira a jugar en campo contrario, es fundamental tener centrales capaces de jugar con mucho espacio por detrás", sostiene el técnico; "para adelantar la línea y acudir al corte si el contrario roba el balón y hace un contragolpe".

En la pretemporada, Queiroz descubrió que Bravo le podía dar lo que necesitaba. "Hay un tipo de defensas que se sienten más cómodos si esperan al delantero de frente y se anticipan", explica el técnico mozambiqueño; "otros, como Bravo, no tienen tantos problemas en adelantar la línea cuarenta metros porque son rápidos. Se vio en el marcaje que le hizo a Bodipo. Eso da al equipo mucha seguridad. Sobre todo si uno de los laterales se queda para ayudar".

"Yo no soy tan rápido como dicen", asegura Bravo. "A lo mejor", agrega, "lo que tengo es potencia en la arrancada. Y eso me ayuda un poco a corregir errores de colocación, algo que debo mejorar". Lo cierto es que sus compañeros le consideran tan rápido y tan propenso a caer en fallos de colocación "como Puyol". Sobre todo en los centros, advierten, en ocasiones se queda mirando el balón y pierde de vista al jugador que debe marcar. En situaciones así el Madrid recibió goles del Valencia y el Marsella: se le desmarcaron por la espalda. El futuro dirá si Bravo estará a la altura cuando le desafíen los grandes delanteros de Europa.

SCIAMMARELLA

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Sobre la firma

Diego Torres
Es licenciado en Derecho, máster en Periodismo por la UAM, especializado en información de Deportes desde que comenzó a trabajar para El País en el verano de 1997. Ha cubierto cinco Juegos Olímpicos, cinco Mundiales de Fútbol y seis Eurocopas.

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