De ama de casa, a profesora universitaria
Su investigación linda la utopía: recuperación de pinturas quemadas y desinfección de piezas sin sustancias tóxicas
Nunca es tarde para dar el paso. Para lanzarse a estudiar. Sólo se necesita creer. A esta conclusión llegó la profesora de la Universitat de València María Gómez cuando a los 34 años y con cuatro hijos, se matriculó en la licenciatura de Bellas Artes de la Universidad Politécnica de València. Su caso es ejemplar no sólo porque sus vehementes deseos por estudiar le condujeron a hacerlo asumiendo los compromisos familiares, sino porque además aquella entonces estudiante retomaba los estudios después de años en letargo. "Me casé a los 19 años y antes, por cuestiones familiares, no puede acabar ni los estudios de bachiller, ni los de Artes y Oficios", explica esta aragonesa que, de soltera había trabajado como dibujante artístico en Zaragoza. Cuando el menor de sus hijos cumplió los diez años se atrevió a dar el paso. Se preparó por su cuenta superando la prueba de acceso para mayores de 25 años y las específicas para ingresar en la Facultad de Bellas Artes. "Las inquietudes, las ganas, los deseos... te das cuenta lo que se ha quedado atrás...", desliza María, que siempre ha contado con el apoyo de su marido, un gallego, que mira embelesado los proyectos de su mujer.
En la edad adulta hay una serie de ventajas para estudiar. La persona es más persistente, lo que resarce la falta de independencia. María se graduó en cinco años con excelentes calificaciones y comenzó la andadura en la investigación, que aún prosigue. Una ojeada a sus proyectos permite comprobar que María necesita alimentarse devotamente de retos. Primero se concentró en el estudio de los xilófagos de la Comunidad Valenciana, a partir de la concesión de una beca de investigación de la Consejería de Cultura para la obtención del grado de doctor, centrándose en los métodos para desinfectarlos por medio de gas inerte, sin sustancias tóxicas. Como resultado de sus investigaciones y con la colaboración del Instituto de Restauración de Madrid, la Universidad Politécnica de Valencia implantó este método basado en aislar la pieza en un plástico sustrayendo el oxígeno e introduciendo otro gas. Con todo, éste no fue el tema de su tesis. Para ésta intentó el más difícil todavía. "Por casualidad descubrí que en un cuarto de la Catedral de Valencia había unas valiosas pinturas quemadas, que después de la guerra civil, un seminarista había guardado y decidí que aquellas pinturas había que recuperarlas". Entretanto se absorbía en aquellas atmósfera de arte quemado, definiéndolo como "uno de los proyectos más apasionantes en los que he trabajado", pese a que familiares y amigos tildaron de locura tan osada empresa. Las restauraciones fueron sorprendentes, según los expertos y se publicaron en un volumen de la consejería. Mientras investigaba opositó a una plaza de profesora asociada en el departamento de Historia del Arte de la la Universitat y, en paralelo, obtuvo una plaza similar en Restauración en la Facultad de Bellas Artes, de la Universidad Politécnica, aunque se decantó por la primera por la acogida de su materia entre los historiadores. Hace ahora dos años ganó por oposición la plaza de titular. La seguridad de la plaza no le anquilosa. María dice estar atravesando un momento catártico: "He vuelto a la pintura, después de trece años", espeta en un ataque repentino al ser preguntada.
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