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EL ENREDO
Columna
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¡Hala, Madrid!

Madrid es una comunidad en la que nadie pregunta de dónde vienes, siempre y cuando no tengas acento extraño o color de piel distinto. En ese caso, es una comunidad como todas las comunidades: te preguntan de dónde vienes. Decir esto a un madrileño es delicado, porque forma parte de la convicción general de Madrid que en Madrid nadie pregunta de dónde eres. Es como contarle a un catalán que la Moreneta son los padres, o confesarle al gallego de la escalera que siempre supiste que subía. Tan arraigada está la convicción de que en Madrid no se pregunta si eres de Madrid que a veces he asistido a conversaciones así:

-Y tú, ¿de dónde eres?

-De Barcelona.

-Ah, yo prefiero Madrid, porque aquí nadie pregunta de dónde eres.

Una ardilla puede circunvalar Madrid sin tocar el suelo, saltando por los coches en los atascos de la M-30 o la M-40 o la M-45

Pero cuando verdaderamente se demuestra la vocación universal de Madrid es en las campañas electorales. Menos de Madrid, se habla de cualquier cosa. Hace cinco meses, sobre la guerra de Irak; ahora, sobre limpieza democrática. No hay forma de que se discuta si en mi pueblo abren una guardería. Es lo malo de vivir en una comunidad con vocación universal: con tantos problemas planetarios, nadie se preocupa del terruño. En Madrid todo son mayúsculas. A un campo de fútbol le llaman Ciudad Deportiva; donde hay una tele, Ciudad de la Imagen. A las elecciones las llaman Defensa de la Democracia.

Al parecer, si el domingo que viene gana Esperanza Aguirre, se consolida Rajoy, se debilita a Zapatero, se da un empujón a Artur Mas, se cierra el paso al Plan Ibarretxe y se entierra la polémica sobre las armas en Irak. A lo mejor, hasta dimite George Bush. O se recupera, ya no recuerdo, pero algo pasa con la ONU si no sale Simancas.

Alrededor de la ciudad, apartando ramilletes de grúas, se alcanza a distinguir pueblos como el mío, donde las casas valen cada vez más. Antes de dormir, como los avaros de los cuentos, podemos calcular nuestro peso en oro: compré por quince y me dan cuarenta, compraré por cincuenta y me darán noventa, compraré por cien y me darán por saco. Madrid va bien, de ahí que importe menos que el centro de salud esté de bote en bote. ¿Les he contado alguna vez que una ardilla puede circunvalar Madrid sin tocar el suelo, saltando de un coche a otro en los atascos de la M-30, la M-40, la M-45? Para solucionarlo, pronto se cierra el anillo de la M-50. De círculo en círculo, saldrá la España radial. Pasará un conductor por Ferrol y preguntará: "¿Voy bien para entrar en Madrid por la M-9000?". Le contestarán: "Siga la circunvalación hasta Benidorm".

Madrid crece libre, como el Oeste americano: llega un pionero a una tierra y, tras hablar con el cuñado de un primo que estuvo en los toros con la novia del concejal, se procede a la recalificación y se construyen ocho mil viviendas. Todo legal. También es innecesario discutir sobre políticas de inmigración. Como a nadie le preocupa si eres de Badajoz, Vigo o Senegal... De los spots electorales se deduce que Madrid es una comunidad de blancos sanos que ya son prósperos y quieren ser ricos. Lo que no entiendo es para qué hay elecciones si ya somos felices.

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