El último viaje
Es un quilombo de Jujuy, por el camino que iba del virreinato del Río de la Plata al alto Perú. Tierra de llamas y carnavalito. Putas más que pobres. Y la madame, La Gringa, se muere. Es como una madre, y madres las llamaban en el castellano antiguo, por donde tanto se unían burdeles y conventos (y conventos se llaman a las casas de las niñas). Se muere, ya ciega y desolada: se acuerda de Venecia y de un viejo amor y de sus tiempos de cupletista, y quiere volver a la ciudad. Las chicas analfabetas se buscan un mapa, se lo estudian y urden un falso vuelo, entre unos sillones, un ventilador que hace de motor de avión, unos baldes para salpicar el agua de los canales y una cancioncilla para remedar al gondolero.
Venecia
De Jorge Accame. Intérpretes, Anahí Martella, Elvira Massa, Gonzalo Morales, Marina Vázquez, Adriana Aizenberg y Alejando Viola. Dirección, Helena Tritek. Teatro Alcalá, sala María Guerrero.
Allí, en esa Venecia que no hay, muere La Gringa, no sin ver el fantasma blancuzco del hombre al que amó. Teatralmente, la idea es excelente; literariamente, ternurista, y el humor y la broma la salvan de la cursilería. El lenguaje es más rico para los argentinos, que llenaron la sala del estreno, que para los españoles: todos ovacionaron.
Arte y ensayo
La obra, que tuvo un breve curso en una sala de arte y ensayo, podrá prolongarse más y gustar mucho -como va pasando en sus representaciones por el mundo- que cuando se estrenó aquí, hace un par de años, en la sala de la Cuarta Pared. El mejor recuerdo que me llevo es el de los bellísimos ojos de La Gringa, aunque se ven poco tiempo.
Ésta que se abre, la que lleva el nombre de María Guerrero, en los bajos del teatro remozado, es pequeña y cómoda; tal como estaba aderezada en este espectáculo, permite vista y audición, y una intimidad entre los espectadores. Una buena suma a los teatros, que espera una buena programación.
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