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Columna
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Tenerla más grande

No sé qué hacen tantos filósofos reflexionando sobre el concepto de modernidad. Aquí, en Almería, tenemos un urólogo, que en sus ratos libres trabaja como concejal de urbanismo en el Ayuntamiento, que ha resuelto en dos patadas lo que a ellos les está costando toda una vida. La modernidad, señores filósofos, es tenerla grande.

Qué curiosa esta fijación con las erecciones de los políticos almerienses de derechas. Allá por las navidades de 2001 a Luis Rogelio Rodríguez-Comendador, entonces presidente de la Diputación y hoy alcalde de Almería, le dio el punto de erigir una virgen de mármol de 22 metros de altura, ¿recuerdan? La idea era tan gore que hasta los de su propio partido le recomendaron olvidarla. Hace unos meses el Ayuntamiento de El Ejido, que preside Juan Enciso, concedía los permisos necesarios para empinar una torre de 28 pisos en pleno mar de plásticos. Poco después era Gabriel Amat, el alcalde de Roquetas de Mar, quien encargaba el boceto de la suya, mucho más grande: una torre de 30 pisos que se plantará, como dicta el PGOU de Roquetas, donde se pueda. Ahora es el turno de Almería. Juan Megino, concejal de urbanismo, anunció la semana pasada el levantamiento de un singular edificio de 90 metros en el punto más alto de la Avenida del Mediterráneo. Que se vea bien. No sé si a estas alturas, Juan Enciso o Gabriel Amat podrían hacer un último esfuerzo y estirar un poquito más las suyas. Si no es posible, Megino habrá ganado esta competición de tamaños en que parece haberse convertido el diseño urbanístico de la ciudad. Gracias a nuestro urólogo, Almería la tendrá más grande. Dice Megino que para eso es la capital y que semejante torre representa la modernidad. Ya digo: están todos los filósofos reflexionando sobre el concepto cuando llega Megino y resuelve el asunto con una erección.

Nosotros pensábamos que la modernidad se representaba de otra manera: construyendo cloacas en todos los barrios de la ciudad, mejorando el transporte urbano, resolviendo el problema de las medianeras o manteniendo limpia la ciudad. Las calles de Almería, que han estado siempre hechas un asco, están un poquito más sucias desde que el improvisado partido del señor Megino se ha hecho cargo de su limpieza. Él, que presume de no ser un político profesional, ha adquirido muy pronto los vicios de esa condición: representar la modernidad, como pretende, antes de llevarla a cabo es como ir por las casas vendiendo latas de Segunda Modernización de Andalucía sin habernos dejado probar la primera.

Un edificio tan alto, tan alto que requiere para él solito una modificación del PGOU, sólo se justifica si es absolutamente necesario. Sobre todo en una zona de movimientos sísmicos frecuentes. No basta decir, como quien echa cacahuetes a los monos, que la torre liberará terreno para zonas verdes. Si lo que verdaderamente quiere Megino es hacer jardines en una ciudad que los necesita como el agua, que empiece por ahí, que muestre su diseño, que detalle la inversión. De otro modo pensaremos que el tamaño es para nuestro concejal de urología lo único importante.

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