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Reportaje:GESTIÓN Y FORMACIÓN

Un mapa para superar las catástrofes

Los planes de continuidad permiten reducir al mínimo el impacto de los desastres en el funcionamiento de la empresa

Vulnerabilidad. La seña de identidad del mundo contemporáneo. Las empresas son cada vez más conscientes de que deben protegerse ante sucesos imprevistos y los atentados del 11-S en Estados Unidos tienen mucho que ver en ello. La gestión de la Continuidad del Negocio se ocupa de planificar qué hacer en caso de catástrofes.

Los planes de emergencia deben incluir simulacros con carácter periódico en los que han de participar los empleados
Un estudio europeo concluye que España es el país con una menor preocupación y peor preparado ante estos riesgos

¿Está su empresa preparada para afrontar una adversidad severa que afecte a sus procesos de negocio, instalaciones e imagen? Desde un accidente de grandes proporciones, como el reciente caso de las instalaciones de Repsol en Puertollano (Ciudad Real), hasta un atentado terrorista, como el que destruyó por completo las Torres Gemelas de Nueva York el 11 de septiembre de 2001, el abanico de incidentes en los que puede verse envuelta una empresa crece en un mundo quebradizo. La escuela de negocios Esade, la empresa especializada en riesgos Marsh, que perdió 200 trabajadores en los atentados de Nueva York, y la agencia de comunicación Burson-Marsteller se han unido para intentar responder a la pregunta.

"Los acontecimientos no previstos superan muchas de las expectativas que solían contemplarse en los tradicionales análisis de riesgos", explica Tomás Calleja, profesor de Política de Empresa de Esade. "Esta constatación", prosigue, "da lugar al surgimiento de la gestión de la continuidad, una disciplina mucho más posibilista, que busca garantizar que, pase lo que pase, el negocio debe continuar". Según Juan García Gay, gerente del departamento de Consultoría de Riesgos de Marsh, fue en la década de los ochenta, después de que el grupo terrorista IRA lanzase una ola de atentados en la City londinense, cuando esta metodología -denominada riesgos a 360 grados por su capacidad para abarcar todas las contingencias- irrumpió en las empresas.

El gran acelerón vino en los noventa, con la introducción masiva de la informática y la consiguiente dependencia de su buen funcionamiento para los negocios. Los ordenadores se convirtieron en elementos críticos y la necesidad de tener duplicada la información en espacios alejados de la sede con los que afrontar una catástrofe sin pérder datos dio nuevas alas a la gestión de la continuidad.

¿Están las empresas españolas puestas al día en este terreno? Según García Gay, hay que distinguir tres fases diferentes. La primera consiste en diseñar e implantar planes de emergencia. Éstos deben incluir simulacros de carácter periódico en los que deben participar los empleados. La segunda etapa debe concentrarse en la gestión de la comunicación, tanto de forma interna como externa, y se produce cuando la catástrofe sobreviene. La tercera y última se centra en la recuperación de las instalaciones para que sigan funcionando y de la reputación de la marca.

En opinión de este especialista, en España está bien cubierta la primera fase, que además responde a una obligación legal. La segunda, sin embargo, sólo es seguida por empresas de sectores muy sensibles, como el alimentario, el químico, el aeronáutico o el energético. Aún peor es el seguimiento de la tercera, ya que únicamente sectores muy críticos por la trascendencia de los datos que manejan, como las entidades financieras, las compañías de seguros o las empresas informáticas, tienen planes de recuperación inmediata de su actividad en caso de sucesos inesperados.

Las empresas también deben tener en cuenta la comunicación en sus planes de continuidad. Para Sara Blázquez, responsable de Gestión de Crisis de Burson-Marsteller en España, ante una crisis las compañías han de responder con "inmediatez, transparencia y claridad, y ante los afectados y sus familias con empatía". Todo ello debe quedar recogido en un plan de comunicación, que resulta clave para salvaguardar la marca y minimizar el impacto del desastre.

Un estudio entre 600 medianas empresas europeas llevado a cabo por Marsh en 2002 revela que España es el país con menor preocupación y peor preparación ante estos riesgos. En ese país sólo una cuarta parte de las compañías asegura disponer de planes para solventar riesgos de alto impacto. En el otro extremo, los más obsesionados y prevenidos ante este tipo de contingencias son Bélgica y Reino Unido, con cifras que superan el 70%. Para Juan García Gay, lo ideal es un caso intermedio como el de Francia, donde se aprecia "una razonable preocupación, sin obsesionarse, unida a una alta preparación". Los casos de extrema prevención se dan, según Tomás Calleja, en todas las centrales nucleares europeas, incluyendo las siete españolas, "cuya gran seguridad está mundialmente reconocida".

Las tres entidades participan en un seminario especializado en gestión de la continuidad del negocio, que organiza la escuela de negocios en Madrid (7 de octubre) y Barcelona (un día después).

Accidente de Repsol en Puertollano (Ciudad Real).
Accidente de Repsol en Puertollano (Ciudad Real).RICARDO GUTIÉRREZ

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