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Columna
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Cemento y sarna

Desconocemos si quienes, en la fría y apacible Escocia, organizaron en 1931 la National Trust for Scotland, fueron lectores del joven Antonio Machado. El poeta sevillano publicaba en la prensa en sus años mozos artículos cargados de radicalismo y sentido común a la vez. En uno de ellos se preguntaba por la razón de ser de los progresistas y conservadores de hace cien años, y asumía la ideología conservadora siempre que lo que se conservase no fuera la sarna. La fundación escocesa tiene carácter no gubernamental y se dedica a la conservación del patrimonio artístico, natural y paisajístico del país de los Estuardos. La National Trust actúa en nombre de los intereses comunes de todos los escoceses. No conservan la sarna, sino que salvaguardan la herencia cultural de su tierra. Tienen socios que pagan cuotas; reciben subvenciones públicas y fondos de Bruselas para alcanzar su objetivo que es, si esquematizamos, la compra y mantenimiento de colinas, lagos y edificaciones históricas, para que las generaciones futuras las trasmitan en buen estado. La fundación goza de una popularidad creciente entre el vecindario de las gaitas y las faldillas de paño a cuadros. Aquí no tenemos ninguna fundación nacional que se ocupe del preservar nuestro patrimonio, y conservamos una sarna contagiosa desde hace muchas décadas, producida por los ácaros del cemento y el urbanismo del enriquecimiento rápido. En la actualidad, los picores de la sarna se agudizan, y el patrimonio natural, paisajístico y cultural anda como meretriz por rastrojo. Ayer mismo apuntaba el todavía alcalde de Benicàssim la voluntad de su gobierno municipal en orden a recuperar un humedal histórico y paisajístico que drenaron las bombas de desagüe y la amenazante especulación; hoy los conservadores de la sarna ya dibujan una moción de censura al alcalde. Que apartándole de la vara de mando se aparta también, a lo peor, el ilusorio objetivo de recuperar y conservar un retazo del patrimonio húmedo de La Plana. Y aquí carecemos de una National Trust que compre el medio millón de metros cuadrados que podrían recuperarse del antiguo estanque del Lluent. Pero tenemos campos de golf y cemento que acosan. Y tenemos sobre todo la conservadora sarna que va llenando de pústulas el cuerpo geográfico donde viven los valencianos. A unos 30 kilómetros de su ciudad, los vecinos de Glasgow visitan y visitarán Ben Lomond, una colina que compró hace años, para conservarla por su valor natural y paisajístico, la fundación escocesa. Los valencianos de La Plana tienen y tendrán escasas posibilidades para visitar un humedal de bella y vieja estampa que se perderá en el recuerdo.Aquí tenemos que contemplar resignados cómo la memoria evoca el recuerdo de quienes conservan cuanto se tiene que conservar, mientras por estos pagos nos quedamos sin patrimonio. Aunque la memoria evoque también el recuerdo de la fundación escocesa cuando, como ha sucedido estos días, la iniciativa cívica de un centenar de vecinos de Vinaròs organiza una Plataforma para defender la costa, para que la línea de nuestro litoral no se convierta en una línea de altos hongos de cemento y ladrillos. Los integrantes de la Plataforma Costa indican que la línea que dibuja el mar, que las calas de su Vinaròs son patrimonio de todos los vecinos. Una plausible y embrionaria iniciativa apartisdista, según sus fundadores, aunque cívica y política en sentido amplio, muy cercana en sus intenciones a la National Trust. Porque algo hay que hacer para paliar los picores de la sarna.

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