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Reportaje:MUJERES

La liberación no ha llegado a las mujeres

Ángeles Espinosa

Lahib ya no puede conducir su coche por las calles de Bagdad; uno de sus hermanos tiene que llevarla cada día a la oficina. Sohat ha cambiado su trabajo en televisión por uno más discreto en la radio para evitar una visibilidad que podía traerle problemas. Nidal sigue haciendo reportajes, pero confiesa que pasa miedo. Ninguna lamenta la desaparición de Sadam Husein, pero mientras la seguridad no mejore, ni ellas ni el resto de las iraquíes podrán disfrutar de la prometida libertad. Algunas se han cubierto la cabeza a modo de protección. La mayoría ha optado por recluirse en casa.

La liberación de Irak no ha llegado a las mujeres. No sólo las antenas parabólicas, el acceso a Internet y los teléfonos satélite no han cambiado el machismo que impera en la mayor parte de la sociedad iraquí, sino que la inseguridad que se instaló en el país tras la caída del régimen de Sadam se ha cebado con ellas. La Organización para la Libertad de las Mujeres en Irak (OLMI) denuncia que "por lo menos 400 mujeres han sido secuestradas, violadas y vendidas" en estos meses.

Una joven activista de OLMI, grupo que lucha por la igualdad entre ambos sexos, señala como sus principales caballos de batalla "violaciones, secuestros y crímenes de honor"

Con razón, Nidal al Azadi asegura que a veces tiene miedo. "Estoy muy atenta cuando camino sola, me fijo en las caras de los que se cruzan conmigo, incluso me vuelvo a menudo para ver si viene alguien por detrás". Nidal tiene 30 años y es periodista. Su trabajo le exige estar en la calle la mayor parte del día. Así que no le queda más remedio que arriesgarse.

"Me muevo en taxi, pero lo pienso mucho antes de subirme a uno. Si miro al conductor y no me ofrece confianza, bajo mucho el precio para que se vaya", explica cuando le pregunto cómo se las arregla. "No puedo salir de casa después de las ocho, y hay algunos barrios a los que no me atrevo a ir aunque los frecuentaba antes de la guerra", añade. Confiesa que le gustaría llevar un anillo o una cadena de oro, pero ha renunciado a cualquier adorno para evitar llamar la atención.

Ni la discreción ni cubrirse de la cabeza a los pies son protección suficiente en un país sin ley. La prensa local se hacía eco hace unos días del secuestro y posterior violación de una joven completamente tapada (al estilo islámico más estricto) y que iba acompañada de tres hombres. "Los bandidos dieron una paliza a sus acompañantes y se la llevaron a la fuerza", relata el Baghdad Bulletin.

"Todos los días se cometen 10 agresiones contra mujeres, sólo en Bagdad", asegura Hadil Yuab, una joven activista de OLMI, grupo próximo al Partido Comunista que se creó hace tres meses para promover la igualdad entre hombres y mujeres, y proteger a éstas de los atropellos de que son objeto. Yuab señala como sus principales caballos de batalla "violaciones, secuestros y crímenes de honor".

El alcance del problema revela que la modernización social y la igualdad supuestamente promovidas por el Partido Baaz hasta principios de los años noventa sólo supusieron un ligero barniz que no transformó esencialmente el tradicional paternalismo. Pero si bien los crímenes de honor -muy arraigados en las áreas rurales- nunca fueron erradicados del todo, las violaciones (a esta escala), y sobre todo los secuestros, constituyen una nueva ocurrencia.

Vuelve el pañuelo

Esta situación está dando alas a algunos extremistas que han llegado a amenazar a las mujeres que salen a la calle con la cabeza descubierta. En una reciente visita al arrabal shií de Ciudad al Sáder, uno de estos radicales ofreció educadamente a esta informadora una tarjeta del imam Mohamed al Sáder en la que se le recordaba que "todas las religiones prohíben y desaconsejan ir descubierta, la fornicación, la sodomía y la bebida". Llevaba un pañuelo en la cabeza y un guardapolvo negro hasta los pies.

"Es muy peligroso", reconoce Sohat Kanaan, una de las caras del canal internacional iraquí hasta que la guerra de la pasada primavera puso su país patas arriba. "He cambiado la televisión por la radio para no salir en pantalla porque puedo correr peligro de muerte", asegura, temerosa del riesgo. Kanaan, de 29 años, no lamenta el cambio. Antes al contrario, celebra "la libertad de trabajo y de expresión". Pero su rostro severo revela que aún no puede disfrutar los beneficios del cambio.

La OLMI acusa a las fuerzas estadounidenses de haber permitido que las calles se transformen "en una zona sin mujeres, a pesar de que la coalición había prometido una nueva era de libertad en Irak". Sus dirigentes aseguran haberse dirigido en vano al Consejo de Gobierno y al administrador norteamericano, Paul Bremer. Piden más presencia policial en las calles y mayores penas para los delitos contra la libertad sexual.

"Tras la entrada de las fuerzas de la coalición, la falta de seguridad y de estabilidad ha generado estos problemas", denuncia Yuab contrariada. Ella, como muchas otras mujeres jóvenes y urbanas, tenía esperanza en una vida mejor que de momento tiene que esperar. "Me parece increíble. Ahora que por fin tenemos libertad, me siento prisionera", resume Lahib al Samarrai desencantada.

Una joven iraquí se asoma entre hierros, en Umm Qasar.
Una joven iraquí se asoma entre hierros, en Umm Qasar.REUTERS

Feminismo a la iraquí

NI EL TIMBRE NI LOS GOLPES en la puerta obtienen respuesta. Y sin embargo, Nidal Naser Husein está en la vivienda. Lo confirma un vecino. "Vaya a casa de su marido, a ver", sugiere, antes de ofrecerse a indicar el camino. "En esta ciudad, una mujer decente no abre la puerta si se encuentra sola en su domicilio", apostilla ante la cara de sorpresa de la periodista.

En efecto, la señora Nidal, de 45 años, parece muy decente y mucho más tradicional de lo que hace suponer el revuelo montado a su alrededor. Su designación como juez de Nayaf en julio causó un escándalo entre la conservadora población de esa ciudad santa chií. Una interpretación muy generalizada del islam defiende que una mujer puede ser abogada o ministra, pero no juez, "porque se dejaría llevar por sus sentimientos". Nidal no se resignó y realizó una consulta al más destacado de los ayatolás chiíes. Por algo tiene fama de pionera: fue la primera abogada de Nayaf hace 16 años.

Sin embargo, la imagen que transmite Nidal resulta cuando menos sorprendente y no se trata sólo de que se cubra de la cabeza a los pies. Una vez localizado el marido, es fácil llegar hasta ella y se aclara el misterio de las dos casas separadas. "Tengo dos mujeres y me reparto: como un día en cada casa y duermo un día en cada casa; hay que ser ecuánime", explica picarón por el camino este hombre, también abogado. La juez in péctore no parece en absoluto incómoda con una situación que en Occidente sí resultaría escandalosa.

Ahora, el ayatolá Alí Sistani le ha respondido con una fetua (edicto religioso) cuya redacción ambigua permite todas las interpretaciones: "Trabajar como abogado está permitido si está relacionado con la defensa de derechos islámicos establecidos y no con leyes escritas. En cuanto a ser juez (qadi), este asunto es más difícil y requiere condiciones adecuadas para ello; la principal de ellas, gran capacidad

[para la ijtihad, o interpretación]". La pregunta, elevada por el abogado Shamsi Sahib al Hemami, era igualmente confusa.

Nidal, y sobre todo su marido, que parece más interesado en el asunto que ella misma, han entendido que, al no prohibirlo, el erudito chií da su aprobación. "La decisión está tomada, pero tienen miedo y me han pedido que trabaje en Bagdad: yo insisto en hacerlo en Nayaf", explica Nidal mientras tiende una fotocopia de la fetua en árabe y su traducción al inglés. "La religión no se opone al trabajo de una mujer como juez; son sólo las costumbres", subraya.

Enseguida interviene el marido. "Le voy a leer un versículo en el que queda claro que tanto las mujeres como los hombres pueden ser jueces", insiste mientras abre un ejemplar del Corán que ha mandado traer a su mujer. De nuevo la ambigüedad. Todo es susceptible de interpretación. Y desde debajo de su pañuelo, Nidal recuerda sus 16 años ejerciendo como abogada y sus estudios en la Universidad de Bagdad, en un tiempo en que no se cubría la cabeza.

"Tomé la decisión a la muerte de mi padre, hace diez años", aclara. Pero para entonces, Irak ya se deslizaba peligrosamente por la pendiente de la regresión, empujado por dos guerras y unas durísimas sanciones económicas internacionales. El boom petrolero que en las dos décadas anteriores permitió que se iniciara la modernización del país y que mujeres como Nidal se graduaran en la Universidad es tan sólo un recuerdo borroso.

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Sobre la firma

Ángeles Espinosa
Analista sobre asuntos del mundo árabe e islámico. Ex corresponsal en Dubái, Teherán, Bagdad, El Cairo y Beirut. Ha escrito 'El tiempo de las mujeres', 'El Reino del Desierto' y 'Días de Guerra'. Licenciada en Periodismo por la Universidad Complutense (Madrid) y Máster en Relaciones Internacionales por SAIS (Washington DC).

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