Curso electoral
Comienza un curso salpicado de convocatorias electorales: en octubre la segunda elección a la Asamblea de Madrid, en noviembre las de la Generalitat de Cataluña, en marzo las conjuntas a Cortes Generales y al Parlamento de Andalucía, en junio la elección del Parlamento Europeo. Y ello sin contar con la doble posibilidad de anticipación de las elecciones en Galicia ( poco probable) y en el País Vasco (más probable en razón de la difícil posición parlamentaria del gobierno Ibarretxe y de la necesidad de dar salida al complejo conflicto institucional en el que la combinación entre el aventurerismo jelkide y los errores judiciales ha colocado al Parlamento vasco). Tal combinación se esta asumiendo con normalidad, asunción que prueba cuan vanos son los argumentos generalmente usados para defender la concentración de elecciones en fechas determinadas.
El panorama se presenta interesante por cuanto si se prescinde del caso de la elección andaluza, cuyo resultado favorable a la continuación del gobierno Chaves está cantado, en todos los demás casos la elección aparece competida en tanto en cuanto en cada caso se anida la posibilidad de cambios relevantes, cuando no la de la alternancia. Obviamente la elección principal, aquella que va a centrar la atención, es la legislativa de marzo; dada la proximidad de la misma, la sombra de las elecciones generales va a proyectarse tanto sobre las madrileñas como sobre las catalanas, que en buena medida van a plantearse en clave española. La razón es simple: si la oposición socialista retiene la mayoría en la Comunidad de Madrid y Pasqual Maragall consigue una posición mayoritaria o cuasimayoritaria en las catalanas, de tal modo que el PSOE pasa a gobernar, bien que en coalición, tanto la Comunidad de Madrid como la Generalitat de Cataluña se abrirá una expectativa de cambio en el Gobierno nacional que aumentará significativamente las posibilidades de éxito de José Luis Rodríguez Zapatero. Si la oposición venciera en unos comicios dobles en los que se juega el gobierno de casi doce millones de personas (un quinto holgado de la población), la probabilidad de renovación de la mayoría absoluta popular se aproximaría a cero y el resultado más probable de las legislativas sería un parlamento de mayoría relativa en el que el primer puesto podría corresponder tanto a los conservadores como a la socialdemocracia. Por el contrario, si el PP alcanza la mayoría absoluta en las madrileñas y la coalición implícita entre CiU y PP retuviera la mayoría en el Parlament pocas dudas pueden caber acerca del signo político del gobierno que pueda salir de las urnas de marzo: Mariano Rajoy sería presidente con o sin la cooperación obligada de los nacionalistas catalanes. Si se produce una de cal y otra de arena, lo que se asemeja mucho a triunfo conservador en Madrid y de Maragall en Cataluña, ese éxito de la oposición ( mayor y más próximo a marzo) eliminaría casi con seguridad la condición de los nacionalistas catalanes como socios parlamentarios del PP en la próxima legislatura, de tal modo que la única posibilidad de gobierno y legislatura estables y duraderas pasaría por la mayoría relativa socialista. Finalmente, el resultado de las primeras europeas tras la Constitución de la UE estará fuertemente condicionado por el de las legislativas, en este caso con ventaja para los socialistas.
Cinco son, a mi parecer, las principales incógnitas que planean sobre el curso electoral: la evolución de las intenciones de voto, el papel de las campañas por venir, los grados de continuidad y cambio en la dirección y en los equipos de los dos grandes partidos, la incidencia que pueda tener el debate sobre las instituciones y la eventual irrupción de imprevistos. Por lo que toca a la primera merece retenerse que se mantiene la pauta que viene del entorno de la huelga general, según la cual los socialistas vencen a los conservadores tanto en voto decidido como en voto más simpatía (por 0,9 y 3,2 en el último barómetro del CIS), diferencia que se modera o invierte en función de las estimaciones del voto oculto que hagan las casas de sondeos. Y no está de más recordar que en un escenario así los socialistas ganaron, por los pelos, pero ganaron, en términos de voto popular en las pasadas municipales; la permanencia señalada augura elecciones fuertemente competidas, como acreditan de otra parte los resultados conocidos de los sondeos sobre las autonómicas madrileñas, en las que la mayoría absoluta está en un pañuelo después de lo que ha llovido y lo mal que el asunto se ha gestionado. En esas condiciones me parece que las campañas electorales van a ser decisivas, como lo fueron el pasado mayo, y en ese terreno la experiencia acredita una notable ventaja comparativa del PP, que a estas alturas parece reforzará el talante personal de Rajoy, si aguanta el tirón, naturalmente. En buena medida como elemento que puede facilitar o no las campañas se halla la política de personal que conservadores y socialistas van a seguir. Tanto para Rajoy como para Rodríguez Zapatero las próximas van a ser las primeras, y aunque las exigencias orgánicas van a pesar lo suyo un buen indicador con posible efecto electoral lo dará el grado de renovación de las candidaturas, que me temo a la postre resultará más bien bajo, aun cuando ese es un terreno en el que el PSOE cuenta con cierta ventaja. En contrapartida me parece que poco va pesar el debate institucional, no porque no sea importante, que lo es y mucho, sino porque gira en torno a temas de escaso impacto en los electores, legos en la materia. En este sentido me parece errónea la orientación del PP y en exceso brumosa la del PSOE, pero la discusión sobre el modelo territorial y la Constitución pocos votos indecisos va a sacar de la indecisión o de la abstención. Y si el PNV continúa con la tendencia a marcar un perfil cada vez más bajo en sus propuestas, que se acusa desde antes de verano, poco rendimiento va a dar el tema vasco en las urnas. Queda el apartado de los imprevistos, que porque lo son no es apreciable a priori. Yo no creo en la aparición de imprevistos de alto bordo, como el Prestige pongamos por caso, pero no es descartable que la resistencia iraquí influya en el resultado de las elecciones, especialmente si de aquí a marzo no se ha llegado a acuerdos en el seno de la ONU. Nos espera un curso movidito, sí señor.
Manuel Martínez Sospedra es profesor de Derecho de la Universidad Cardenal Herrera-CEU.
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