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OPINION DEL LECTOR
Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

Terrorismos

Argumentar sin tener bien definidas las proposiciones en que se basa nuestra argumentación nos llevará siempre a conclusiones erróneas. Es el caso de la distinción entre terrorismos que utiliza Luis García Montero en su columna del pasado 23 de agosto, titulada Terrores. Para mi paisano, no es lo mismo el terrorismo de ETA que el terrorismo palestino. Este matiz estaría avalado por la teoría política según la cual el terrorismo etarra no tiene justificación política alguna porque actúa dentro de un Estado democrático y, además, son milenaristas; mientras que los que siembran el terror en Israel tienen justificación moral y política porque luchan contra un gobierno que practica el terror (aquí estamos de acuerdo) y, al parecer, su milenarismo religioso es distinto al nacionalista. He aquí el fallo al que nos conduce una mala definición de terrorismo.

Está claro que los países democráticos no son un dechado de virtudes políticas y morales, pero no menos claro es que ni la ideología ni los procedimientos de los grupos de fanáticos que atacan indiscriminadamente a la población civil, haciendo valer sus posiciones políticas para que vayan por el buen camino y para enmendar los defectos políticos y morales de las democracias. Porque, en ningún caso, el objetivo de cualquier grupo terrorista es la victoria militar ni la democracia. Su estrategia es conseguir poder político a base de sembrar el miedo y el odio entre la población mediante el terror. Su propósito es convertir en insostenible la situación de aquellos de los que quiere librarse. En lugar de crear las bases para organizar una resistencia en forma de guerrilla, los fanáticos pretenden construir un entorno desfavorable para todos aquellos que se muestran ajenos a su identidad, ya sea como pueblo, clase, etnia o religión. Eso, y nada más que eso, es lo que hay detrás de un individuo fanatizado que en nada se diferencia de un brutal asesino.

Por ello, pretender matizar entre terrorismos, como se hace desde determinados círculos intelectuales y políticos, en nada contribuye a buscar soluciones para el problema y, además, ese tipo de distinciones resultan ser un peligroso ejercicio de irresponsabilidad civil.

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