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Reportaje:CULTURA Y ESPECTÁCULOS

La fiesta alegre de Manu Chao y Fermín Muguruza

Los dos cantantes antisistema terminan en Madrid su gira europea, un recorrido por locales diminutos y recintos masivos

Diego A. Manrique

Fermín Muguruza y Manu Chao tienen un público entregado. Soporta 45 minutos de cola para entrar en el madrileño Palacio de Vistalegre: el acceso norte ha quedado inutilizado por la presión de los ansiosos y el atasco ante las puertas del sur hace que miles de personas se pierdan el comienzo del concierto. Una espera que revela curiosidades: muchos asistentes son extranjeros -el efecto Erasmus, dicen- que no pueden entender detalles como el de esa pandilla que ha acudido con una fiambrera de lacón con grelos, tal vez un homenaje a las raíces gallegas de Manu.

Jai Alai Katumbi Express es el nombre del espectáculo. Explica Muguruza: "Jai alai, aparte del juego de pelota vasca, se traduce por 'fiesta alegre'. Katumbi es un barrio de Río que Manu frecuenta. Y Express, por razones obvias...". Cierto: esta banda es una locomotora incansable. En la proa, el pequeño Manu, que ha resuelto la ecuación de la simplicidad musical y la comunicación ideológica. Su carisma buenrollista se complementa con el dinamismo de Fermín, fabuloso catalizador de energías.

En Vistalegre, el sonido tiende a lo infernal. Únicamente desde el ruedo es posible apreciar los matices del show, con las consabidas consignas y dedicatorias. El formato permite el descanso de un segmento desenchufado donde Manu desgrana Clandestino o La rumba de Barcelona. Luego, la bola de fuego vuelve a rodar. Baile desenfrenado con reliquias de las antiguas bandas de los cabecillas: Mala vida y Sarri, sarri. Son inclusiones recientes, recuerda Fermín: "Estábamos tocando en un club de Cuenca y mucha gente repetía que nunca las habían oído en directo. El segundo día nos pusimos a tocarlas y hubo hasta lágrimas. Aunque huimos de la nostalgia, muchos de nuestros seguidores actuales lamentan que no llegaran a ver en directo a Mano Negra o Kortatu".

El horario impide que la parada madrileña de Jai Alai Katumbi Express tenga la coda habitual: un sound system donde, sobre discos o bases pregrabadas, se van sumando voces e instrumentos. Tal vez haya una representación en un disco en directo, sugiere Manu: "Hemos grabado los conciertos de Vigo y Pamplona, así que se podría hacer un doble CD". Es sólo una posibilidad, insiste: ha terminado su contrato con Virgin y piensa en la independencia.

A pesar de eso, en el after show hay representantes de discográficas. Más amigos como Fernando León o Amparanoia, aparte de deslumbrados fans que piden autógrafos a un asediado Manu. Unas horas más tarde, la expedición debe volar hacia Tenerife, pero hay demasiada adrenalina para pensar en dormir. Fermín muestra con orgullo el autobús alquilado para la gira, un monstruo británico de dos pisos, con 17 literas y zonas de descompresión. Algunos de los combustibles de la banda están a la vista: el jengibre ("una rajita hace maravillas en las cuerdas vocales") y la cerveza jamaicana Red Stripe, "la preferida de la gente del reggae".

Para Fermín, la noche ha sido un triunfo personal: en su última aparición pública en Madrid, dentro de la ceremonia de los Premios de la Música, fue abucheado al mencionar el cierre de Egunkaria. "Hemos llenado en agosto, sin hacer publicidad. Si esto demuestra algo, es que se puede funcionar tan ricamente fuera de los canales establecidos". Y se pierde por las calles de Lavapiés.

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