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CULTURA Y ESPECTÁCULOS

Sol Picó llena de fuerza el 'Hamlet-màquina' de Carme Portacelli

Como prólogo a las cinco escenas en las que se desarrolla el poema en prosa de Müller, la coreógrafa y bailarina Sol Picó, como Ofelia, se zambulle en la magnífica piscina tras unos envidiables estiramientos, con un elegante vestido negro hasta los pies. Desde las gradas del Espai Jardí, Marc Rodríguez, como Hamlet, recuerda a sus antepasados en la primera parte del Álbum de familia, el primer cuadro de los cinco de la obra. Con el público acomodado ya en las gradas, el montaje sigue su curso: Hamlet en el escenario rebelándose y cuestionándose su rol; Ofelia, rebelándose a su vez contra su destino, el encuentro de ambos en una danza de amor ilusorio; Hamlet, evocando las utopías para huir de la historia, y, finalmente, Ofelia, transformada en Elektra, jurando venganza.

Una obra transgresora que sigue vigente en estos tiempos en que la podredumbre detectada por Hamlet se ha extendido por el mundo

Una pieza teatral breve, de cinco imágenes, en la que Heiner Müller reinventó al personaje más famoso de la dramaturgia shakespeariana. Hamlet-Maschine no es un texto cómodo, y mucho menos, fácil. De una subjetividad exacerbada, la prosa poética de Müller analiza la relación entre el intelectual y el poder a través de los personajes más emblemáticos del Hamlet de Shakespeare. Escrito en 1977, con Alemania y el comunismo como telón de fondo, Müller huye del naturalismo y reelabora la realidad a partir de una complejidad metafórica que dota al texto de una densidad difícil de plasmar en escena sin aburrir al público o, peor aún, sin dejarle con la sensación de no haber entendido nada.

En este sentido, la puesta en escena de Carme Portacelli, de la adaptación hecha por ella misma y por Brigitte Luik, juega con la gran baza de contar con la alicantina Sol Picó, cuyos poderosos movimientos aligeran la carga intelectual de la obra, aportando al montaje otra densidad, la fuerza de su singular lenguaje corporal, pura energía que combina con agradecidas dosis de humor. Junto a ella, Marc Rodríguez, a quien le toca el papel más duro (papel pensado en principio para otra mujer, Pepa López), el de un Hamlet que está de vuelta de todo, un personaje que sabe resolver con talento y soltura. El encuentro de ambos, un paso a dos bellísimo, empieza con Ofelia liberando a Hamlet del envoltorio en el que se halla preso (papel de plástico de cocina), para envolverse ella en él y acabar en un tango imposible.

Una obra transgresora en su momento que sigue vigente en estos tiempos en los que la podredumbre que detectó Hamlet en Dinamarca se ha ido extendiendo por todo el mundo, y la revolución social y política -uno de los grandes temas de la poesía dramática de Müller- parece tener más sentido que nunca.

Un montaje casi improvisado, ensayado durante apenas 10 días, que nace y, en principio, muere en este sorprendente y cuidadísimo espacio en el que se expande Can Ratés. Una pequeña producción que se sintetiza en apenas 45 minutos y de la que sólo queda una función, el próximo domingo 24. Vale la pena.

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