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Columna
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El basurero de Jesús Gil

No creo que cupiera esperar que el final de la aventura política de Jesús Gil en Marbella pudiera ser sosegado. Ya se sabe que genio y figura hasta la sepultura. Y es difícil pensar en una persona a la que vaya mejor el refrán que al ex alcalde marbellí. En consecuencia, lo que ha ocurrido en estas últimas semanas no se podía prever en su concreta forma de manifestación, pero sí se podía anticipar en sus rasgos generales. Gil ha protagonizado casi en exclusiva la vida política de Marbella desde 1991 y no es una persona que arroje la toalla fácilmente y renuncie al terreno que ha conquistado. En la medida en que ha entendido que Julián Muñoz tenía la intención de pasar página y acabar con su dominio desde la sombra, ha reaccionado para impedir que tal cosa pudiera suceder. Esto y nada más que esto es lo que hay detrás de la moción de censura que ha prosperado esta semana, por mucho que Isabel García Marcos y Carlos Fernández con sus patéticas explicaciones hayan querido dar a entender lo contrario. El triunfo de la moción de censura no ha venido más que a confirmar lo que todo el mundo sabía: que Jesús Gil y Gil sigue mandando en Marbella.

García Marcos y Carlos Fernández dejan de tener un proyecto político para tener un proyecto personal

Es verdad que manda de manera muy distinta a como ha mandado en el último decenio. Marbella fue en la pasada década el punto de partida para la expansión del GIL y de la manera de hacer política que dichas siglas representaban al resto de la Costa del Sol e incluso a otros municipios de la costa atlántica fuera de la provincia de Málaga a ambos lados del Estrecho de Gibraltar, sin olvidar su presencia en municipios del interior, alguno de ellos tan expresivo como Ronda.

La sombra de Jesús Gil se proyectaba mucho más allá de Marbella y daba toda la impresión de que podía proyectarse más allá de la política exclusivamente municipal y extenderse a la política autonómica y, eventualmente, a la nacional.

Todo esto se ha ido viniendo abajo lenta pero inexorablemente. La presencia política de Jesús Gil ha quedado circunscrita única y exclusivamente a Marbella e incluso en Marbella cada vez le resulta más difícil poder hacer política. Su primera opción, Julián Muñoz, que cabe deducir que era la primera porque era la persona más próxima a él y en la que tenía más confianza, ha cubierto apenas dos meses de gobierno del municipio tras las elecciones del 25 de mayo. Para la segunda, que es la que se ha puesto en marcha con la moción de censura, Jesús Gil ha tenido que disolver el partido que tenía inscrito en el Ministerio de Interior y ha tenido que confiar la defensa de sus intereses a una coalición heterogénea, en la que la voz cantante la llevan, además, los concejales que no proceden del GIL, sino que fueron elegidos en las listas del PSOE y el PA.

Esto ha sido lo más llamativo de lo ocurrido en Marbella estas últimas semanas. Los "ideólogos", por así decirlo, de la moción de censura han sido Isabel García Marcos y Carlos Fernández. Son los únicos que han aparecido de manera reiterada ante los medios de comunicación y han dado explicaciones acerca del por qué y el cómo de la presentación de la moción. El oxígeno que Jesús Gil necesitaba para poder continuar haciendo política en Marbella ya no se lo podían proporcionar sus concejales, sino que tenía que provenir de concejales ajenos.

Obviamente, el coste de este oxígeno debe haber sido muy alto y cada vez será mayor. Para Jesús Gil la moción de censura es una operación política. Para Isabel García Marcos y Carlos Fernández es una operación exclusivamente personal y, como todas las operaciones personales, cuantificable. Cuantificable en términos de poder o de dinero, o de ambas cosas. Con la moción de censura no es Jesús Gil el que sale de la política, como ha dicho Isabel García Marcos. Al contrario. La moción de censura ha sido el balón de oxígeno que le permite seguir en política, aunque sea de manera muy precaria. Los que se han situado fuera de la política a partir del momento de la presentación de la moción han sido Isabel García Marcos y Carlos Fernández, que dejan de tener un proyecto político para pasar a tener un proyecto exclusivamente personal.

Esta segunda prórroga en la carrera política de Jesús Gil es previsible que sea tan accidentada e inestable como ha sido la primera. La coalición que se ha constituido para aprobar la moción de censura es una coalición tripartita y apartidista. Se trata de una coalición puramente personal. Lo único que tiene de político es la prórroga que se le proporciona a la carrera política de Jesús Gil. En todo lo demás es una pura coalición de intereses personales, que, como suele ocurrir en estos casos, cada vez tendrán más dificultades para encontrar satisfacción.

Lo que ha ocurrido en Marbella no es, en última instancia, más que un paso más en el proceso de descomposición de lo que ha representado Jesús Gil. En lugar de aprovechar la ruptura del GIL para pasar página y liberar definitivamente a Marbella del protagonismo de un personaje tan esperpéntico como Jesús Gil, Isabel García Marcos y Carlos Fernández han decidido darle una prórroga al ex alcalde marbellí.

Ellos sabrán por qué lo han hecho, aunque me imagino que nos acabaremos enterando todos. De la misma manera que poco a poco nos hemos ido enterando de las fechorías que han cometido Jesús Gil y Julián Muñoz y algunos de sus colaboradores más inmediatos, también nos acabaremos enterando de las fechorías cometidas por Isabel García Marcos y Carlos Fernández en el proceso de presentación y aprobación de la moción de censura. Al final cada uno acaba ocupando el lugar que le corresponde. El basurero de Jesús Gil es el lugar que han elegido estos dos turbios personajes.

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