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Entrevista:Misha Maiski | MÚSICA

"La técnica es un gran aliado, pero en la música lo que importa son las emociones"

La meteórica carrera del violonchelista letón Misha Maiski (Riga, 1948) empezó en 1966, cuando ganó en Moscú el codiciado premio Chaikovski: era pura energía en el escenario y su ascenso internacional parecía imparable. Pero al negarse a hacer el servicio militar, su vida en la ex Unión Soviética se convirtió en un calvario: pasó cuatro meses en prisión, 14 en un campo de trabajo y otros dos en un hospital psiquiátrico. Al salir, le dejaron emigrar a Israel, donde se rehizo como persona y como músico. "Desde entonces soy el violonchelista con más suerte de todo el planeta y un privilegiado, porque he podido aprender y actuar con músicos a los que admiro profundamente y compartir en libertad la emoción de la música con el público".

Alumno de Mstislav Rostropóvich en Moscú y del legendario violonchelista ruso Gregor Piatigorski en California, Maiski es un músico de enorme intuición y temperamento volcánico que busca la inspiración en el corazón de la música. "La técnica es un gran aliado, pero en la música lo que de verdad importa son las emociones. Lo primordial es conectar con el público y eso sólo se consigue desde el corazón, llegando al alma de la música".

Maiski acude hoy a su cita con el Festival de Santander con un objetivo único: transmitir la belleza y la fuerza expresiva del Concierto para violonchelo en si menor, de Antonin Dvorák, acompañado por la Orquesta Nacional de Letonia y el director Terje Mikkelsenn (la espectacular Sinfonía número 5, de Shostakóvich, completa el programa). Tres días después, el apasionado músico letón, que cautiva al público con el bellísimo sonido de su violonchelo, un Domenico Montagnana de 1720, mostrará su arte por partida triple como solista principal invitado en el Festival Internacional de Músicas de Torroella de Montgrí (Girona).

Abrirá su encuentro con los melómanos en Torroella el 19 de agosto como solista de otra de las grandes partituras del repertorio romántico, el Concierto para violonchelo, opus 129, de Robert Schumann, que tocará acompañado por la Orquesta de Cámara de Radio Praga dirigida por Vladimir Válek. El 22 de agosto mostrará su faceta camerística tocando el Cuarteto con piano número 3, de Johannes Brahms, con Janine Jansen (violín), Julian Rachlin (viola) e Ithamar Golan (piano). Y el 26 de agosto clausurará el festival ampurdanés con un recital en el que tocará tres de las seis suites para violonchelo solo de Johann Sebastian Bach (números 1, 4 y 5). Además de su triple actuación, Maiski impartirá una clase magistral.

"No hay rutina en los grandes conciertos, por muchas veces que los toques siempre descubres nuevos matices. Los conciertos de Dvorák y Schumann, por ejemplo, son maravillosos, nunca te cansan. Evidentemente, no todos los músicos vemos las cosas de la misma manera, y es inútil intentar imponer una visión única", explica. "Debes trabajar con el director y la orquesta buscando la complicidad y la armonía, hay que ser flexible y evitar los enfrentamientos inútiles, y eso se consigue mejor con una actitud abierta y positiva. Para poder tocar bien, y para vivir bien, hay que saber hacer concesiones y ser tolerante".

Bach, por encima de todos, los compositores románticos y los maestros rusos del siglo XX nutren el repertorio de este fogoso violonchelista que adora a tres grandes intérpretes que han jugado un papel esencial en su vida: Rostropóvich, en el que encontró "a un segundo padre, además de un maestro" durante sus difíciles años en Rusia; la pianista Martha Argerich, con la que cultiva su pasión por la música de cámara, y el desaparecido Leonard Bernstein. "Desde el primer momento sintonicé con Bernstein personal y artísticamente. Compartíamos un amor sin límites hacia la música como fuente de energía y emociones".

Acostumbrado a adaptarse a muchas culturas, Maiski asegura que no siente nostalgia al pensar en sus años en Rusia. Vive en Bruselas y se siente ante todo ciudadano del mundo. "Soy letón, me formé como músico en Rusia, emigré a Israel y allí tuve que rehacer mi vida. La curiosidad hacia otras culturas y la tolerancia son imprescindibles para vivir feliz, sin miedos ni prejuicios". Lo dice con una sonrisa, mientras acaricia su fabuloso violonchelo. "Es un instrumento único, construido en Italia, el arco es francés y las cuerdas alemanas".

Desde hace más de dos dé

cadas, se ha paseado regularmente por los principales auditorios y festivales españoles, siempre en el marco de una extenuante agenda cargada de actuaciones en todo el planeta. "Me encanta actuar en España, donde siempre he encontrado un público receptivo, cálido y entusiasta. Y deseo seguir haciéndolo, aunque en estos momentos de mi vida he decidido frenar el ritmo. De las 150 actuaciones que ofrecí en 2000 he pasado a un centenar este año y pienso seguir reduciendo mi actividad a unos 70 conciertos anuales. Quiero equilibrar mi vida profesional y familiar, y seguir viviendo la música con naturalidad", asegura.

Sus dos hijos estudian música y Maiski sueña con formar un trío con ellos y disfrutar en familia su pasión por la música de cámara. "No hay placer mayor que hacer música de cámara. Me gusta la excitación previa a un concierto con orquesta, pero lo que más amo es la comunicación directa, la complicidad y el estímulo continuo de la música de cámara, que siempre es música entre amigos".

Su actividad en los estudios de grabación también ha sido muy intensa desde 1982, como artista exclusivo de Deutsche Grammophon. Mucha música de cámara al lado de Martha Argerich, Gidon Kremer y, en su último disco, con el joven pianista Sergio Tiempo (un monográfico consagrado a Mendelssohn). Y los grandes conciertos del repertorio bajo la dirección de famosas batutas: Dvorák y Schumann con Bernstein, Elgar con Giuseppe Sinopoli, Prokofiev con Mihail Pletnev, Shostakóvich con Michael Tilson Thomas... y una nueva versión del concierto de Dvorák con Zubin Mehta y la Filarmónica de Berlín.

"Las discográficas atraviesan una época difícil, pero no soy pesimista. Una de las causas de la crisis ha sido la saturación del mercado, porque se ha buscado la cantidad, cuando lo importante es la calidad de las grabaciones. En el futuro se reducirán los lanzamientos discográficos y eso es malo para los nuevos artistas, pero creo que la situación mejorará".

El violonchelista letón Misha Maiski (Riga, 1948).
El violonchelista letón Misha Maiski (Riga, 1948).CONSUELO BAUTISTA

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