Ca Pepico

Ya son multitud las barras que han visto el futuro más en los vinos que en su compañía comestible. Tal es así, que en algunos casos, dando un rodeo que ha durado más de un siglo, los nuevos patronos de bar vuelven a los ancestros y logran que su local devenga en el que heredaron de sus abuelos. Vino y más vino y, para acompañar, en caso de que la clientela se vuelva muy insistente, las tapas de hace cien años. O sea, las anchoas, el esgarrat, o las croquetas de bacalao que, bien visto, no dejan de ser -todas ellas- fanáticas provocadoras de sed.

Pepico, el nuevo Pepico, hijo y nieto de Pepico, se ha convertido, después de los necesarios estudios, en una prometedora nariz de oro y, como tal, imparte su magisterio en el heredado bar. Lo fundó su abuelo, en el Grao de Valencia, no se sabe cuántos años hace; y luego en una emigración contra natura -de la ciudad al campo- lo instalaron en Meliana, rodeado, como aún está, de la feraz y comprimida huerta valenciana. Ya lo decíamos: vino y más vino -por supuesto a granel- y el ultramarinos al lado, para una necesidad, por si el cliente se quedaba sin la necesaria sed.

No obstante -es de justicia decirlo- sólo la filosofía permanece, las diferencias son abismales, y las elegidas botellas, sabiamente conservadas, así como los vidrios para trasegarlas, no deben acercarse a sus antecesoras más que en los nombres. Climatizadores a 18 grados, copas de los más reputados apellidos, y decantadores para cuando la ocasión lo requiere, se aúnan para que el recuerdo de los viejos tiempos se tenga que formar en la memoria, ya que no hay un hecho físico que nos lo recuerde.

Aclarados estos extremos, comencemos el festín. Para algunos desde la mañana, pues en esta casa se sirven almuerzos, tapas o bocadillos, acompañados de los sempiternos cacahuetes, fruto que define una forma de vivir. Parece que las bebidas, aún en este punto del día, deben moderarse, por lo que servirá a los fines previstos alguna cerveza o vino ligero.

Llegamos a la comida. La barra se desdobla y se multiplican los productos, vienen los arroces cuando la temporada es propicia, y en su defecto carnes y pescados.

Pero podemos rematar al final de la tarde, o bien entrada la noche, dentro del local o -vuelta al abuelo- sentados en la calle, con la huerta transmitiendo sus olores a los favorecidos por la plaza de privilegio conseguida. Aquí vienen los grandes vinos, elegidos, sopesados, intentando un dificultoso maridaje por la variedad de los acompañantes, disfrutados con el tiempo necesario para que el humilde resto que guardaba la botella se deposite en los agradecidos estómagos antes de que sus posos vayan a parar a las calurosas cocinas, donde les aguarda, como inesperada compañía, cualquier salsa que se precie.

Datos del local: Mediterráneo 1. Barrio Roca. Meliana. Teléfono: 96 149 13 46. Cierra martes y del 17 de agosto al 17 de septiembre. Almuerzos, comidas y cenas.