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Entrevista:Alanna Heiss

"El P.S.1 no es sólo para artistas de renombre"

Vendedora de coches usados, acróbata y trapecista, detective privado, profesora de religión... Si desea saber cómo se hace a sí misma una directora de museo, Alanna Heiss le ofrece algunas claves. Tan auténticamente norteamericana , no resulta extraño que la fundadora y directora del P.S.1 de Nueva York haya nacido en aquel Estado, en la ciudad de Louisville, hace 60 años, rodeada de granjas. Graduada en Bellas Artes por Wisconsin, Heiss se trasladó a Chicago y después a Nueva York, donde se codeó con la familia expresionista y con los artistas más cruciales del movimiento minimal y conceptual, como Lawrence Weiner y Robert Smithson. En Londres fue pionera en la organización de proyectos artísticos en los Docklands, mientras compaginaba la crítica de arte con la venta de coches. Allí se dejó influir por la tradición europea de mostrar arte en espacios no tradicionales.

"Una de las características del P.S.1 es que no sólo es internacional, sino que es para todas las edades"

De vuelta a Nueva York y con Gordon Matta-Clark, organizó su primera exposición norteamericana, Under the Brooklyn Bridge, con artistas de todo el mundo: Carl André, Sol Lewitt, Phillip Glass o Dennis Oppenheim. En 1971, Heiss fundó con el arquitecto y crítico de teatro Brendan Gill el Institute for Art and Urban Resources, que tendría la misión de convertir edificios abandonados en estudios de artistas y galerías. Del proyecto nacieron los conocidos 10 de Bleeker Street, el Museo de Escultura de Coney Island, el Idea Warehouse en Tribecca, el P.S.1 Museum (ahora P.S.1 Contemporary Art Center) en Queens y la Clocktower Gallery en el Lower Manhattan. Ahora, desde su loft en el barrio de Tribecca, Heiss hace planes con su hijo Lokke, disc jockey y músico, para abrir en Manhattan "a really good nightclub".

PREGUNTA. Dicen que cuando un museo se convierte en modelo es que está muerto. Muchas ciudades quieren tener su P.S.1.

RESPUESTA. No soy de esa opinión. Me alegra que el P. S.1 pueda servir de modelo. Aunque todo es más complejo. Hay ciertos problemas que son específicos de las organizaciones nómadas. El desafío único que fue no sólo crear el P.S.1 sino también mantenerlo era el de solucionar los problemas a largo plazo, como tener calefacción, guardias o un público fiel. A mí me resulta más emocionante crear un discurso coherente con el trabajo de los artistas que tener que administrar un lugar. Cuando cumplí los treinta me dije: voy a crear un espacio que tenga las ventajas y las responsabilidades de una organización radical. La idea del P.S.1 no es querer ser un manifiesto desde un punto de vista específico, sino una posibilidad de exponer y de hacer posibles muchos manifiestos. A veces la energía para ello está en los artistas jóvenes, otras veces, en los mayores. Una de las características importantes del P.S.1 es que no sólo es internacional, sino que es para todas las edades, y no sólo para artistas de renombre. Disfruto con esa contradicción.

P. Hace treinta años que fundó el P.S.1 y sigue en la brecha. ¿No se ha marcado nuevos objetivos?

R. He tenido la suerte de que en todos estos años no he hecho más que moverme, tengo a colegas que trabajan en el centro y formo a gente joven. También he sido invitada por otros directores de museos y bienales, he hecho exposiciones fuera y la posibilidad de volver a casa es valiosa.

P. En Nueva York, la oferta museística es muy amplia. ¿Trabajan para un público específico?

R. Mi ambición como organizadora de exposiciones es que existamos en el marco de una serie de contratos, diría, morales, y para diferentes públicos. Tenemos el contrato con el artista que, creo, es el más importante. Después está la responsabilidad frente a la comunidad artística; y finalmente todo el grupo de gente que mira sus trabajos. En 1997 decidimos ampliar este contrato para exposiciones que atrajeran a un público nuevo. Fue un giro de 180 grados. En el viejo P.S.1 era difícil incluso que el visitante encontrara el edificio. Venir al P.S.1 significaba formar parte de una comunidad privilegiada, y ese mismo sentido anónimo hacía que fueran sólo los iniciados los que tuvieran acceso a él. Cuando nos transformamos en un museo de la ciudad tuve que cambiar mi forma de pensar. Mi nuevo compromiso era que todo quedara claro. Ahora el centro es completamente accesible, nunca cerramos y queremos que todo el mundo pueda moverse por el edificio. Parece todo muy simplista, pero es un viaje desde el mundo de la privacidad a un mundo abierto.

P. ¿En qué medida les afecta la ampliación del MOMA?

R. Ya lo ha hecho. Sucedió hace un par de años, fue una conversión, como ver a Dios. Ahora somos casi más accesibles que el MOMA porque queremos que venga todo el mundo, hemos hecho nuestros programas de verano que casi son como un festival de Woodstock, reunimos a un conjunto extravagante de gente de todas las edades, con niños, hippies... un abanico multicolor. Ésta es una de las extrañas cualidades que hacen al P.S.1 tan atractivo y entrañable. Y puesto que se trata de una vieja escuela, la gente también tiene recuerdos de infancia de formalidad-informalidad. Nosotros jugamos con eso en la arquitectura. Hacemos exposiciones muy "formales", pensamos que tienen que ser más perfectas que las instalaciones en los museos y a veces más rígidas.

P. ¿Desde el P.S.1, el camino de la galería al museo es más corto?

R. Los estudios de artista que tiene el P.S.1 no forman parte de un programa específico, es más bien una forma de recordar al mundo que el arte hay que hacerlo. No hay nada en el P.S.1 que tenga que ver con una colonia de artistas, no hay programa de residencia. El hecho de que hoy un artista joven consiga enseguida que un museo le haga una retrospectiva lo encuentro incluso gracioso. El año pasado hice una exposición pequeña, en la que elegí a una mujer artista, en la primera semana se licenció, tuvo una individual, consiguió una exposición en una galería y luego entró en una colectiva en el museo. Todo eso en siete días. Parece un chiste.

Alanna Heiss, directora del P.S.1 Contemporary Art Center, de Nueva York.
Alanna Heiss, directora del P.S.1 Contemporary Art Center, de Nueva York.MIGUEL GENER

Una buena escuela de los grandes

EL P.S.1 Contemporary Art Center está situado en una antigua escuela pública construida en 1890 y es uno de los espacios más originales y más grandes de Estados Unidos dedicado exclusivamente al arte contemporáneo. Su relación directa con los artistas y su dedicación a la creación más emergente han hecho de este centro una referencia mundial. P.S.1 combina programas educativos y de exposiciones al estilo "clásico" con su prestigioso National and International Artist Studio (mediante el cual se concede anualmente una "beca" a 14 artistas de diferentes países de todo el mundo). Situado en el número 22 de la Jackson Avenue, en Long Island, desde 1971 han pasado por el P.S.1 artistas de la talla de Yoko Ono, Chris Cunningham, Richard Deacon, Takashi Murakami o Sol Lewitt. O colectivas de Art & Lenguaje, Minimal y post-minimal, los Desastres de la guerra (Goya, los hermanos Chapman y Henry Darger) o la más reciente dedicada a ilustrar los movimientos de independencia y liberación africanos de la segunda mitad del siglo XX. Desde 1999, el centro depende administrativamente del MOMA, que ahora se ha mudado a unas instalaciones provisionales en Queens, ya que el edificio madre de Manhattan se cerró hace año y medio debido a las obras de rehabilitación y ampliación, que terminarán en 2005.

Hasta el mes de septiembre, el P.S.1 ofrece su sexto festival anual de música DJ, una retrospectiva del artista chino ya fallecido Chem Zhen y un conjunto de instalaciones site-specific de artistas de la talla de William Kentridge, Julian Schnabel, Richard Serra, James Turrell, Lawrence Weiner, Keith Sonnier, Matt Mullican, Lucio Pozzi y Pipilotti Rist, entre otros.

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