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Entrevista:Álex Rigola | MÚSICA

"Nunca he entendido el teatro separado de la música"

Alex Rigola, director del Teatre Lliure de Barcelona, y Carlos Magraner, director musical del conjunto Capella de Ministrers de Valencia, afrontan juntos en el Festival de Peralada (Girona) el reto de acercar al espectador actual una de las cimas absolutas de la música española de comienzos del siglo XVI, el Cancionero Musical de Palacio, una impresionante colección de 458 canciones, en su mayoría de temática amorosa, que se interpretaba en las cortes de los Reyes Católicos. El montaje, que se estrenó ayer y el día 4 se presentará en el castillo de la Mota de Medina del Campo (Valladolid), viajará el próximo año por media España en el marco de la conmemoración del quinto centenario de la muerte de Isabel la Católica.

"Lo más importante es la música, ella gobierna este montaje. Es un espectáculo de creación visual al servicio de la música y toda su fuerza está en el texto y la música de unas canciones que hablan de amor y desamor", afirma Rigola, una de las grandes revelaciones de la dirección de escena catalana.

La música es una constante

fuente de inspiración para este joven e inconformista director, nacido en Barcelona en 1969, que está desarrollando una sólida carrera sin golpes de efecto, con una renovadora concepción teatral que conecta intensamente con el público. "Nunca he entendido el teatro separado de la música y en la mayoría de mis montajes encuentro la inspiración en la música. Muchas veces comprendo mis montajes a través de una canción y pido que la escenografía o la iluminación respire esa música", comenta.

Ubú, de A. Jarry, para el teatro de la Abadía de Madrid; Woyzeck, de Büchner, para el Romea de Barcelona, y Julio César, de Shakespeare, para el Lliure, son algunos de los últimos éxitos de Rigola, que hace cuatro años sorprendió a crítica y público con una apasionante versión de Titus Andrònic en el Festival Grec. Cancionero de Palacio supone su vuelta a la dirección escénica tras asumir la dirección del Teatre Lliure.

Cinco cantantes, once instrumentistas, y un equipo de ocho bailarines y dos actores participan en la propuesta escénica. "La temática de las canciones que hemos seleccionado tocan muy de cerca el tema del amor y el desamor. Sus personajes lo viven en una especie de centro psiquiátrico. Los actores son los doctores y los bailarines son los locos, mientras que los cantantes son una especie de ángeles que nadie los ve, pero están allí, cuidándolos, un poco como en la película El cielo sobre Berlín".

No hay agresividad en el montaje, asegura Rigola. "Al contrario, todo es muy pausado, al ritmo de la música, sin recargar el contenido de las canciones con elementos que puedan distraer al público. Porque lo importante, de verdad, es la música, de una riqueza apasionante".

Para llevar a escena la esencia musical del Cancionero de Palacio, ha concebido un espacio abierto a la imaginación, una puerta abierta para plasmar "el reto de la locura". "La escenografía es una pared blanca gigante y acolchada, con vida propia, en la que el público ve tuberías, váteres, es decir, la vida cotidiana en un centro psiquiátrico". Los doctores utilizan la música como las más refinada de las terapias para explorar los sentimientos de los locos. "Ellos también viven el amor y el desamor, pero de forma diferente a los locos".

En la música antigua, la proximidad del público con los intérpretes juega un papel esencial. Además de la imprescindible amplificación, el montaje cuenta con un singular refuerzo visual. "Uno de los doctores lleva una cámara digital y el público ve las imágenes proyectadas en la misma escenografía. Así puede observar con lupa el trabajo minucioso de ciertos bailarines".

Hay más imágenes proyectadas en escena -la más inquietante, un corazón latiendo-, pero sin excesos. En los ensayos estamos descargando la escena para evitar un colapso de imágenes. La música es tan rica que al final hemos optado por una vía más minimalista".

En absoluta sintonía con Carles

Magraner, un apasionado intérprete de los repertorios renacentistas y barrocos que ha situado a Capella de Ministrers entre los mejores conjuntos españoles, Rigola ha seleccionado para el montaje unas 18 piezas del histórico cancionero. "En la música y en la interpretación de Magraner, llena de vida, se encuentra el ritmo del espectáculo. Las melodías, las variaciones, la instrumentación y el color dan la pauta, sin añadir contenido extra a estas hermosas piezas".

Rigola prepara otro proyecto musical, un espectáculo con Albert Plá titulado Cancionero de amor y de droga, que se estrenará en septiembre -"es el polo opuesto al montaje que estrenamos en Peralada"- y asegura que tiene ganas de seguir entrando en la música. "Acabaré dirigiendo una ópera muy pronto y ya tengo una propuesta firme que aún no quiero desvelar. Pero la haré porque la ópera es un mundo que me apasiona. Me gustaría empezar con algo sencillo, con una ópera corta, del tipo de Pagliacci, de Leonvallo, o Cavalleria rusticana, de Mascagni, y más adelante lanzarme a obras de mayor envergadura".

En el mundo operístico, los montajes más innovadores suelen levantar ampollas. Rigola nunca ha buscado la polémica con provocaciones gratuitas, pero tampoco acepta límites a la creatividad. "Siempre que lo que haces en escena no sea contrario a lo que respira la música, la propuesta, por arriesgada que sea, tiene sentido. El teatro y la música son artes no tangibles, indomables, para vivirlas y sentirlas".

Una visión humana

"ES UN espectáculo sorprendente", afirma Carles Magraner. "La dimensión teatral logra dar una visión más humana de esta música maravillosa, con imágenes y movimientos inspirados en los sentimientos que encierran las canciones. La versión musical, con instrumentos originales y criterios históricos, es rigurosa en lo estilístico, pero muy viva".

Rigor musical, pero sin obsesión filológica. El director de Capella de Ministrers, que siempre se aproxima a los repertorios que interpreta con criterios históricos e instrumentos de épocas, apuesta por el poder de comunicación de una música llena de sentimientos. "No hace falta ser especialista para disfrutar esta música. Hay canciones divertidas y otras de gran profundidad espiritual, y nuestro objetivo es acercarlas al público con un nuevo lenguaje teatral. Y la interpretación tiene en cuenta esa dimensión escénica, no se pueden hacer igual en un gran escenario, con amplificación, que en un espacio reducido e íntimo que permite al público apreciar su pureza sonora".

Aunque el repertorio del Cancionero de Palacio es de una asombrosa riqueza, en cantidad y en calidad, Magraner y Álex Rigola han apostado por las piezas más conocidas.

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