"El Pompidou tiene pocas lagunas"
Alfred Pacquement es desde el año 2000 el director del Musée National d'Art Moderne (MNAM), el más prestigioso de los departamentos del Centre Georges Pompidou de París. Tiene en sus manos la gestión de la que todo el mundo considera como una de las dos mejores colecciones de arte del siglo XX del mundo, sólo comparable a la del neoyorquino MOMA. Al frente de la institución, procura que ésta tenga una personalidad y orientación propias, más allá de las que le confiere la apabullante calidad y cantidad de obra almacenada.
PREGUNTA. Francia pasa por ser la gran defensora de la llamada "excepción cultural" o "diversidad cultural", es decir, por luchar contra una tendencia a la internacionalización o mundialización del arte, un fenómeno que se plasma en el hecho de que todos los museos tengan su Richard Serra, su Mario Merz o las inevitables piedras de Richard Long...
"La tendencia lógica es privilegiar los grandes nombres de los fundadores de la modernidad y conectar con la creación más reciente"
RESPUESTA. Es un fenómeno real, un problema que puede darse, pero creo que hay que ir más allá, no quedarse en la constatación de que ciertos artistas han logrado convencer de su calidad a todos los críticos y a todos los museos. Todos los grandes museos también intentan tener su Velázquez, Rembrandt o Rafael para poder ofrecer un recorrido histórico sobre la creación pictórica, pero eso no les impide poner el acento en lo que les es propio y les caracteriza. Cuando voy a Madrid, al Reina Sofía, me parece lógico que ese acento recaiga en los pintores y escultores españoles mientras que en el Pompidou queremos ser la gran referencia del arte hecho en Francia a partir de 1905 sin que eso signifique perder de vista las grandes figuras o hitos del arte moderno y contemporáneo al margen de cualquier frontera.
P. Una de las líneas actuales del Pompidou pasa por una revalorización de la llamada "escuela de París" o esa generación que reveló tras la Segunda Guerra Mundial y que luego ha sido subvalorada ante el expresionismo abstracto estadounidense.
R. La tendencia lógica de un museo de arte moderno y contemporáneo es privilegiar, por un lado, los grandes nombres de los fundadores de la modernidad, y, por otro, intentar conectar con la creación más reciente. El peligro de ese comportamiento es que siempre hay generaciones sacrificadas, reducidas a una personalidad. Es el caso de los artistas que se afirmaron después de la II Guerra Mundial. La actual exposición sobre Nicolas de Staël ha encontrado su público. De Staël ha sido muy importante en Francia, en Estados Unidos también tuvo un gran momento pero luego se le ha ocultado, apenas ha habido oportunidad de ver su trabajo, de presentarlo de manera coherente. Y eso es lo que ahora hace el Pompidou. Por otra parte también presentamos las nueve grandes pinturas y trece dibujos de la dación de Olivier Debré que pasan a ser parte de nuestros fondos. Debré es de la misma generación que De Staël, Bram Van Velde, Hantaï o Soulages, su abstracción es perfectamente capaz de dialogar de manera constructiva con la de sus contemporáneos del otro lado del Atlántico.
P. En el año 2000, la Tate Modern de Londres apostó por las exposiciones temáticas; el MOMA, por presentaciones sucesivas de su patrimonio, y el Pompidou, por una presentación cronológica de su colección. ¿Cuál es la buena fórmula?
R. Personalmente creo en la continuidad que proporciona el hilo cronológico, aunque eso no me impide montar exposiciones como Made in France, abiertamente temática. En el Pompidou, tenemos una gran colección que permite una buena lectura del siglo XX. Cuando el Centre Georges Pompidou abrió, hace ya 25 años, los fondos del MNAM no permitían esa visión panorámica que ahora sí podemos ofrecer. La política de adquisiciones y, sobre todo, las daciones y donaciones hacen que tengamos pocas lagunas, que casi sólo se nos pueda reprochar una cierta debilidad a la hora de presentar el futurismo italiano o el expresionismo alemán o, si hablamos ya de algo más cercano, el tener poca obra americana de la década de los cincuenta. Cuando el presidente Pompidou impulsó la creación del Centre, nuestra colección de surrealismo era mediocre mientras que ahora es una referencia mundial. Mi propósito es dar una gran estabilidad a la presentación de los clásicos de la modernidad, a la historia de las vanguardias, y proponer regularmente cambios en lo que se refiere a la creación contemporánea, cada año mostrada bajo un prisma distinto, poniendo énfasis en uno u otro aspecto. En cine, diseño, arquitectura, vídeo y fotografía, creo que el MNAM también está entre los mejores museos del mundo.
P. El Centre Georges Pompidou se dispone a descentralizarse en contra del tópico que asegura que lejos de París está el desierto cultural.
R. Hace años que la política cultural francesa está descentralizada, que hay orquestas y compañías de teatro de gran calidad en diversas ciudades y, desde hace dos décadas, las regiones tienen su propia política de compra de arte contemporáneo que materializan a través de los FRAC (Fondos Regionales de Arte Contemporáneo). Pero el MNAM ha seguido creciendo y ninguna reforma de los locales parisienses le permite presentar, no ya la totalidad de sus fondos, sino tan sólo la parte que realmente merece estar siempre a la vista del público. Durante el tiempo en que el MNAM estuvo cerrado por obras, hicimos girar por Francia y medio mundo una buena muestra de nuestra colección. Ahora esa política de descentralización del MNAM da un paso más allá y abre un centro, una "antena" permanente en Metz y estudia la posibilidad de llegar a acuerdos con otras ciudades. Metz pone la instalación y nosotros las obras. La región de Lorena no tenía un museo de este tipo y Metz es una ciudad vecina a Bélgica, Luxemburgo y Alemania, capaz de atraer turismo cultural. El edificio lo construirá un equipo de arquitectos, el que gane de un concurso que ya tiene sus seis finalistas.
Jean Cocteau, estrella de otoño
EL PRÓXIMO 25 de septiembre, el Centre Georges Pompidou aprovecha el 40º aniversario de la desaparición de Jean Cocteau para revisar la obra de un personaje tan célebre como denostado: vanguardista académico, surrealista alérgico al psicoanálisis, revolucionario enamorado de los clásicos, libertino que flirtea con las dictaduras, Cocteau recorre al revés o en otra dirección la mayoría de caminos que han llevado a la creación contemporánea a un callejón sin salida. "Comprenda quien pueda: soy una mentira que dice la verdad", afirmaba de sí mismo el pintor, poeta, dibujante, dramaturgo, novelista, actor y cineasta. Esa verdad es la que el Pompidou nos permitirá explorar con una retrospectiva que incluirá más de novecientas piezas y también pinturas de quienes le retrataron, de Picasso a Warhol, pasando por Modigliani o Man Ray. La actitud de Cocteau, prefiriendo el sonambulismo poético a la lucidez ideológica, sobrevivió con grandes dificultades en su momento la inmediata posguerra y la rigidez impuesta por la guerra fría. Puede que la supuesta frivolidad de ayer aparezca ahora bajo otra luz.
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