Lejos de Marte

El discurso de Javier Sardá del día 14 sigue trayendo cola. Domingo pasado: Víctor Amela, Juan Cueto, Javier Lorenzo, Victoria Camps y Fernando Palmero aportaban lúcidos argumentos a un debate que sólo se reaviva cuando hay polémica, lo cual nos impide reflexionar serenamente sobre un fenómeno con más matices de los que se intuyen en plena batalla. En la programación se ha notado, ya que ahora no dan Crónicas marcianas, cerrado por vacaciones. Eso nos permitirá darnos cuenta de lo buen programa que es comparado con otros mientras guardamos un minuto de silencio por Fernando García Tola, que elevó a Joaquín Sabina a categoría de cantautor mediático.

Un mundo feliz

Para no ser menos, Santiago Acosta inició su Salsa rosa declarando que, a diferencia de los críticos, él es feliz haciendo su trabajo. No me sorprendió que respondiera a los palos que le dan (es justo), ni que diera por sentado que los críticos son infelices (es un tópico), sino esa obscena declaración de felicidad. ¿Desde cuándo hace falta ser feliz para trabajar con rigor? Durante meses he intentado entender Salsa rosa. Al final había llegado a la conclusión de que quienes trabajan allí lo hacían por dinero, una de las motivaciones profesionales más nobles que existen. Ahora descubro que son felices haciéndolo, lo cual significa que, además de hacerlo mal, lo hacen adrede.

Audiencia nacional

En cuanto al argumento de la audiencia, me hace pensar en esos patios de colegio en los que el alumno más malvado es el más popular entre sus compañeros. Unos porque le temen, otros porque lo admiran y la mayoría porque creen que, fingiendo ser sus amigos, se ahorrarán problemas. La audiencia como única vara de medir ya no basta para analizar los contenidos de la parrilla porque da por supuesto que los que miran están de acuerdo con lo que ven y, por otro lado, minimiza el valor de programas populistas pero muy válidos. Lo dijo hace unos meses Francesc Escribano, director de programas de TV-3. Y, además de decirlo, ha conseguido demostrar que no todas las grandes audiencias son iguales.

Juguetes

En Antena 3 se han comprado una máquina nueva con la que colorean y malean las intervenciones de los cómicos que participan en Verano 3. No se trata sólo de cámara lenta, sino de efectos especiales aplicados a, por ejemplo, la narración de chistes. A Moncho Borrajo le pusieron la cara verde y, en un momento de su monólogo, le cambiaron su aflautada y característica voz por la de Darth Vader. Es una falta de respeto hacia el artista, pero también hacia el espectador, una forma impune de manipulación presuntamente graciosa que estropea el trabajo de mucho tiempo. A no ser, claro, que se trate de un ejercicio artístico y transgresor. Como pintarle bigotes a La Gioconda.