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Crítica:FERIA DE SANTANDER | LA LIDIA
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Tauromaquia de lo cañí

La función de ayer en la feria de Santander estaba calificada por el aficionado como menor, de segunda división. Un receso, un descanso tras tantas emociones vividas con toretes y figuras. Un respiro en espera del último acto de la feria, la corrida torista.

También se beneficiaron del impás emocional manos y brazos castigados de tanta ovación y pañuelo en ristre de los aplaudidores de la clase A. Los aplaudidores tienen su status. Los del ortodoxo sentimiento de lo estético y lo plástico de las figuras del mismo material en estas galas dejan el protagonismo a la serie B. El público de este epígrafe es el máximo exponente y defensor a ultranza de la tauromaquia cañí.

Repartido el guión, el usía ordenó el inicio del espectáculo.

García / Cordobés, Padilla, Puerto

Toros de los Hermanos García Jiménez, justos de presencia, descastados y blandos. El Cordobés: media estocada caída (palmas); media estocada caída (silencio). Juan José Padilla: estocada caída y un descabello (oreja); estocada desprendida (oreja). Víctor Puerto: aviso antes de matar, pinchazo y estocada trasera (ovación); estocada caída -aviso- dos descabellos -aviso- y dos descabellos (palmas). Plaza de toros de Santander. 26 de julio. 8ª de feria. Lleno.

El descastado y blando encierro de los García Jiménez no precisaba de la suerte de varas. Tal acto se realizó por puro formulismo. Los del castoreño tenían que cobrar. A toreo cañí, morucho sin casta es lo que le va. Otro fraude ganadero que sumar. Cuándo se enterarán los responsables que solamente la seriedad del toro y el respeto de la afición son los que ensalzan a una feria a la más alta categoría y credibilidad.

Juan José Padilla resultó el más folclórico del cartel. Cinco largas cambiadas recetó a su primero. Esto es lo que priva. Cómo se puso la olla. Faena a base de garganta. Qué gritos le pegó al descastado animal, bueno, gritos y trapazos. Volvió a las largas cambiadas en su segundo. Tonto no es. Enganchado, desarmado y arrollado pero simpático. Valiente de esa manera. Se dejó sin torear al más potable del encierro. En vez de una multa le dieron una oreja. Menos mal que el señor presidente estuvo en su sitio. Le pedían hasta el reloj de la plaza. Feo gesto el del diestro al darse una segunda vuelta al ruedo por su cuenta. Provocó las iras del público contra la presidencia. Aparte de no torear pone banderillas. Con las denominadas al violín monta la bomba.

Horas bajas

Víctor Puerto pasa por horas bajas. Perdido el torero desapareció la cuadrilla. Desastre mayúsculo resultó la lidia dada a su primero. Faena sin mando y sin conceptos. Lo intentó todo. El recurso del encimismo le costó una voltereta espectacular que no le impidió seguir la lidia.

Se sumó a las largas cambiadas en su segundo. Faena más entonada y populista. Entre trapazo que va y trapazo que viene se le escaparon algunos detalles de calidad.

Manuel Díaz, El Cordobés, rey de los olés sin sentimiento y a destiempo, no estuvo a la altura de las circunstancias. Deslucido en su primero, aprovechó las cercanías para jugar al aquí me coge aquí no me pilla, para arrancar ovaciones. En esta ocasión su sonrisa no sedujo tanto a sus juveniles admiradoras. En su segundo enemigo, no puso ni ganas ni el salto de la rana. Se buscó la bronca. Al personal le importa un pimiento si el torete de turno se presta o no se presta a tal suerte. El salto de la rana se hace que para eso se paga. Y punto.

En esta ocasión la sinfónica de la plaza fue protestada por tocar cuando no debía.

La feria, tal como está concebida para que el triunfalismo puntúe, deja en manos del festejo de hoy con los victorinos Martín la única ilusión que esperan los aficionados. Visto lo visto y si sucede tal cual sueña la afición, habrán sobrado ocho festejos.

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