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Crítica:LAS VENTAS | LA LIDIA
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

¡Qué mansada de Navalrosal!

Otra mansada que añadir al currículo de las nocturnas. Ésta es la segunda del presente año en Las Ventas. No se sabe si es coincidencia, casualidad o alevosía. En este segundo caso además en grado superlativo, ya que el juego fue como tirando a pobre. Demasiado tal vez para tres aspirantes a ser alguien en el planeta taurino. Al terminar el paseíllo se guardó un minuto de silencio en memoria de Miguel Mateo, Miguelín.

De todas maneras, la mansada no desanimó a la gente a dar cuenta de las numerosas viandas que llevaron consigo. Así como a acudir en familia o en grupo de amigos, por ver qué se cuece en la cantera, qué color tiene el futuro y quién puede funcionar o poner de vuelta y media el tema de la cuestión.

Navalrosal / Revuelta, Murillo y Galán

Novillos de Navalrosal, bien presentados, mansos, que dieron mal juego. Andrés Revuelta: saludos y silencio. Miguel Murillo: vuelta, aviso y saludos. Roberto Galán: aviso, saludos y vuelta. Plaza de Las Ventas. 25 de julio. Nocturna. Tres cuartos de entrada.

Andrés Revuelta saludó a su primero con lances de capote, algunos mecidos, de suave apunte y una media verónica pinturera. El novillo llegó a la muleta embistiendo con franqueza, pero con las fuerzas muy justas y un gazapeo bastante molesto que hacía difícil lo de reunirse, ligar las series y rematar por abajo. Eso no le impidió dejar que viéramos algún natural o redondo de buen trazo. El segundo de Andrés Revuelta se le paró descaradamente y apenas le permitió esbozar un lance o un muletazo bien compuesto, interpretado con gusto y buenas maneras.

Miguel Murillo se presentaba en Las Ventas, y lo hizo atizándole tres largas cambiadas a su primer novillo, a la altura de las rayas del tercio del tendido 10. La faena de muleta fue entusiasta, voluntariosa y bullidora mientras que el novillo metió el morro. Tuvo que vérselas con una res de mansedumbre tan elevada que se ganó el deshonor de las banderillas negras, con el que estuvo valentón y consciente. Roberto Galán, en su primero, mansito, realizó una faena aseada y correcta, con suficiente oficio; y en el sexto se pegó, dicho en castizo, un arrimón ante el marmolillo. Para rematar la obra con una estocada de muy buena ejecución.

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