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Columna
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El cuarto pie de Zaplana

Analistas y hermeneutas, con las neuronas torrefactas, le dan vueltas a las palabras de Francisco Camps y a las profecías de Serafín Castellano, uno del PP y el otro del PP al cuadrado, acerca del destino de la CAM y Bancaixa. Desde hace años, las benéficas instituciones de ahorro valencianas han sido y siguen siendo apetecible sustancia para que hagan boca el señor Zaplana y sus soplones. Camps ha querido alejarse, pero ya le han dado un tirón de orejas. Zaplana tiene un pie en el Ministerio, otro en la Generalitat; el tercero, algo más desvaído, en la melé sucesoria de Aznar; y el cuarto, sí, el cuarto es todo un enigma inquietante. Algunos animales salvajes estampillan su territorio de caza con el hedor peculiar de su orina. Algunos animales políticos, como de Madrid no alcanzan, lo hacen con el tufo de las lealtades adquiridas en cualquier subasta de despojos, y los envían con el ácido úrico delegado. De aquel tufo de la fusión, estos lodos de la confusión. Si el actual titular de la Generalitat, después de entrevistarse con los respectivos presidentes de las citadas entidades, afirma que "lo mejor es que cada una de ellas siga su camino, para prestar un mejor servicio a la Comunidad Valenciana", casi de inmediato, igual que un resorte, salta el portavoz de las Cortes y, bajo cuerda, portavoz también del ministro de Trabajo y Asuntos Sociales, y lo desautoriza, con el caldoso argumento de "la unión hace la fuerza". Serafín Castellano, con otros guardas juramentados de la evanescente estela política de Zaplana, trata a toda costa de difuminar el endeudamiento de nuestra autonomía y la impericia o desgana legislativa de los últimos años.

Que el PP sabe guardar las apariencias, aunque por dentro lo devoren gusanos, financieros y especuladores, es una evidencia. Pero una evidencia que ya no puede ni ocultar el desacreditado eslogan de su presunta y deseada cohesión. Las adherencias íntimas y las adhesiones de ropavejería se diluyen impepinablemente sobre el decorado de la parodia de Aznar y su sucesión. Con tanta realeza como costeamos, sólo nos faltaba una testa donde se enrosca, con más propiedad, un sombrero tejano de Carnestoltes que una corona recortable de purpurina. En cualquier caso, qué risa de democracia interna la de un partido en el que un solo individuo se atribuye la designación de su sucesor, y tan campante. Más que partido se parece, de tanta regresión, a los visigodos con su monarquía electiva: ¿doctor Rodrigo Rato o don Rodrigo?, ¿Ataulfo o Mariano Rajoy?, ¿Mayor Oreja o Recaredo?, y así sucesivamente. No resulta nada novedoso, a estas alturas de la función, que, sobre un escenario de tan activa venalidad, se perpetren números como el de la cabra o el de Serafín Castellano. Ni que la oposición denuncie una bicefalia tan descarada. Demasiada tolerante y paradita esta oposición nuestra. Así es que cuando el portavoz adjunto de EU, Joan Antoni Oltra se pregunta cuál es la la situación buena del PP o hace ironía o desconfía. Buena sí es una última noticia: si ETA reabrió su campaña contra el turismo en Alicante y Benidorm, uno de los heridos, el joven alemán, ya ha abandonado el hospital, y el más grave, un joven holandés, ha salido de la UCI y se encuentra en planta. Y ahora, de taparrabos.

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