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Crítica:FERIA DE SANTANDER | LA LIDIA
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Del triunfalismo a la verbena

Saltaron los sucedáneos de Núñez al redondel y, con ellos, la parodia taurina en la que están convirtiendo a la fiesta por su bien. Escamoteada la suerte de varas por innecesaria. No se precisa medir poder, casta y bravura al que no lo tiene, porque así lo fabricaron. Picotazo para análisis y carretera. El nuevo fundamento de la lidia es evitar derrumbes. Sólo queda esperar la faena que del hotel se traigan concebida los artistas.

Miguel Abellán, percatado del bostezo que eran los tendidos, largó dos faenas para pueblo en el día de la patrona. Así de despegado, enganchado y galerista estuvo. Claro que en mi pueblo le habrían largado unas entradas para el circo, no dos orejas. Menudos son los de mi pueblo. La vuelta al ruedo del avispado diestro madrileño fue una verbena digna del Guinness. La empresa anda dándole vueltas al coco para enmendar el calificativo de feria por el de verbena. Se ajusta mucho más a la realidad. Del triunfalismo incontrolado a la verbena no hay más que un paso.

Núñez / Morante, Abellán, Millán

Toros de Joaquín Núñez, sin presencia, fuerza y casta; 3º, devuelto por impresentable. Sobrero de Montalvo, justo de presentación, manso. Morante de la Puebla: estocada caída (silencio); pinchazo, estocada trasera, dos descabellos (pitos). Miguel Abellán: estocada desprendida (oreja); estocada desprendida (oreja). Jesús Millán: media desprendida -aviso- y se echa el toro (silencio); media estocada caída, un descabello (silencio). Plaza de Santander, 7ª de feria. Lleno.

Morante de la Puebla vino, cobró y se fue abroncado. Indigno. Es lo que tienen los toreros de arte. Ayer tocó la de arena. Qué se le va a hacer. Dos verónicas y una media con sabor no justifican su presencia. Defraudados y tristes quedaron sus seguidores, que en esta plaza se cuentan por cientos.

Jesús Millán, visto lo visto, se apuntó al carro de la verbena. No lo consiguió en el primero y no pudo en el segundo. Millán no goza del ángel que desprende el torero de la escuela de Madrid.

Una vez terminada la función nadie salió hablando de toros. Para qué. Lo que realmente a la gente le preocupaba era la boda de Felisuco, showman de la televisión. Para tal evento, el señor alcalde abandonó la plaza al finalizar la lidia del tercer toro. Él era el oficiante de la ceremonia.

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