Maruchi Fresno, una figura histórica del cine español
Para la sufrida generación española de la posguerra, Maruchi Fresno, fallecida el sábado a los 87 años, fue sobre todo la Reina Santa, aquella Isabel de Aragón que casó con el portugués don Dionís en el siglo XIII y que canonizaron tres siglos más tarde.
La película, dirigida por Rafael Gil en 1946, uno de los mayores esfuerzos de producción de la época, obtuvo gran éxito de taquilla, quizás también porque era de obligatorio consumo para los escolares.
La heroína, sacrificada y leal, "ejemplo de humilde sumisión", también hacía milagros, entre otros, aquel en el que repartiendo mendrugos de pan entre los pobres, contra la voluntad del malvado Rey, los convertía en rosas cuando era sorprendida por éste. Su rostro angelical quedaba entonces iluminado por halos sobrenaturales y se oían cantos divinos que avalaban tan milagrosa mentira.
Las cualidades interpretativas de esta hija del actor y caricaturista Fernando Fresno, casada con el director teatral Juan Guerrero Zamora, se conjugaron bien con el personaje de mujer sacrificada y leal, bondadosa y dulce, refinada hasta en ocasiones bordear lo cursi, de buena dicción y saber, como el de la reina que le dio fama.
Desde entonces la encasillaron (Catalina de Inglaterra, 1951, de Arturo Ruiz Castillo, fue otro de sus personajes populares) hasta hacer olvidar sus interpretaciones en registros diferentes, antes y después de su triunfo.
No intervino en películas que hayan quedado para el recuerdo (quizás su primera, El agua en el suelo, de 1934, de los Álvarez Quintero -donde se oía una coplilla que rezaba: "La honra de la mujer / es como el agua en el suelo, / que una vez que se ha vertido / no se puede recoger"-, o Historia de una escalera, 1950, de Iquino, que hoy se encuentra desaparecida), pero sí en cometidos secundarios en comedias que no respondían al estereotipo del engolado cine español histórico de posguerra.
Fue premiada por diversos organismos e impartió su magisterio a varias generaciones.
Los amantes del teatro recordarán, entre otras varias, su peculiar interpretación del monólogo de Samuel Becket Días felices, que representó durante varias temporadas y que la actriz pretendía llevar al cine. También soñaba con reinterpretar sus legendarios personajes históricos, pero con la "critica ácida y valiente" que ahora le permitiría la censura.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.