Jabón, jabón
QUÉ ALEGRÍA más grande. Estos días, dos escritoras nos han hecho saber, a través de sus tribunas periodísticas, algo tan importante para los lectores como el estado de sus novelas. Nos emociona decirles que Laura Freixa ¡ya ha terminado la suya! Y dedicó su artículo del lunes pasado en La Vanguardia a explicar cómo se siente ahora que le ha puesto el punto y final. Por si se lo perdieron, parece que Laura nota un gran vacío, porque hasta hace poco lo veía todo a través del mundo de la ficción. Para que nos hiciésemos una idea, equiparó su estado de ánimo actual con el de los encarcelados que se reincorporan con dificultades a la vida civil. Mis amigas femeninas de ambos sexos, que trabajan de drag queens, quieren ofrecerle todo su apoyo, desde aquí. Sin querer comparar, ni mucho menos, a ellas les ocurre lo mismo después de actuar en una despedida de soltero. También les cuesta mucho lo que es salir del personaje y volver a enfrentarse a la vida monótona, por no decir gris. En cambio, nuestra admirada Soledad Puértolas todavía está en el proceso de escritura, como también nos revelaba el domingo en su columna del Magazine. Empezaba así: "Lo mejor de estar escribiendo una novela es que la llevas todo el tiempo dentro de ti y ves la realidad a partir de ese mundo aún confuso que está tomando cuerpo en tu interior". Y para ilustrarlo nos contaba que se sentó en la terraza de un bar. Que se preguntó quién era el señor que tomaba un café a su lado. Y que se preguntó, también, quién era ella. "Todo esto irá a la novela", nos prometía.
Con la lógica preocupación, mis amigas opinan que una manera de ayudar a nuestros escritores favoritos a no sufrir estrés en el trabajo es inaugurar un consultorio literario en los programas de libros. Para que sea allí donde saquen lo que llevan dentro. En él, los autores en pleno proceso creativo (APPC) tendrán la oportunidad de expresar su miedo al bloqueo o a la rima interna, pongamos por caso. De este modo podrán dedicar los artículos semanales a otra cosa mariposa, como dijo Nabokov. "Doctor, doctor, no sé cómo terminar mi novela, ¿es mucho morro dejar el final abierto?", preguntará, por ejemplo, "una deprimida". O: "Doctor, doctor, se me escapan los personajes de las manos, tienen vida propia, ¿qué hago?", se preguntará "un sagitario agradecido". La sección, que se podría llamar La hoja en blanco, debería ponerse en marcha, de manera experimental, en alguno de nuestros programas favoritos. Así que le lanzamos la idea a Manolo HH, locutor de De la noche al día, que se emite de tres a seis de la madrugada en Radio Nacional, y que empieza siempre con esta balada: "De la noche al día / nace la madrugada / soñando melodías / debajo de tu almohada, ay, ay, ay...". El programa nos encanta, no sólo por su espacio de frutoterapia, su espacio de células madre o su espacio de comunidades de propietarios. También por el de literatura, que es único. Se llama El habitante de los libros, porque Javier Lostalé, su conductor, asegura que él "no lee los libros. Él los habita". Con el habitante de los libros tendrían que hablar todos los APPC.
Pero, si lo que les acabamos de dar son dos buenas noticias, tenemos otra, también relacionada con el mundo de las letras, que no lo es menos. Juan Manuel de Prada no se ducha por las mañanas, porque así crea mejor. Lo cuenta en el Lecturas. En el reportaje dice que "vivir con un escritor es duro y complicado, y por eso él admira tanto a su mujer". Desde aquí queremos tranquilizarle. Se han conocido casos mucho más extremos de aversión al agua que el suyo, y no nos referimos al de la concursante de Hotel Glam Tamara Seisdesos. Ha habido escritores que no sólo no se duchaban antes de escribir, sino que tampoco se duchaban después. En realidad, no se duchaban nunca. Se quiera o no, la mugre va implícita en según qué oficios. La buhardilla del París de principios de siglo (no se sabe muy bien de qué siglo), o, en su defecto, de finales de siglo... La gotera... el vaso de absenta... Las medias en el improvisado tendedero... Ya Henry Miller no era muy dado al aseo, y eso que en el París de principios de siglo (no se sabe muy bien de qué siglo), o, en su defecto, de finales de siglo, si algo sobraba eran los bidés. ¿Cómo vas a ducharte con este atrezo? Dice De Prada que cuando escribe tampoco desayuna, porque a mayor debilidad, mayor fruto. Sí. Es que esto de tener un ritual siempre ha funcionado. Kant, sin ir más lejos, antes de ponerse a filosofar cada mañana se dedicaba a la autosatisfacción. Como el poeta Amargós, protagonista de Delante del rey de Suecia, de Quim Monzó.
Lo de De Prada es una gran noticia, porque en los libros de los últimos tiempos el problema es el exceso de higiene. Mis amigas, que sólo leen literatura femenina de ambos sexos, dicen que en las novelas de ahora hay una media de dos coma tres duchas por capítulo. Las protagonistas se pasan el día duchándose, porque se sienten "sucias por dentro" y quieren "quitarse los fantasmas". Que tanta ducha tampoco es normal.
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