La sonrisa del descaro
Ronaldinho es tan capaz de llevar a la desesperación como de apasionar al público
Hay futbolistas que son capaces de llevar a la desesperación a cierto tipo de entrenadores con la misma facilidad que levantan al público de sus asientos. Si reciben un balón en buenas condiciones conectan como nadie con el factor lúdico que define al juego y son capaces de reventar cualquier partido con un simple gesto técnico. A ese perfil de futbolista responde Ronaldinho Gaucho. El día que Brasil conoció de verdad quién era ese chico delgadito, lleno de rizos y dientes exagerados se jugaba la final del campeonato regional, nada menos que un Internacional-Gremio, el gran clásico de la ciudad de Porto Alegre, quizás el único rincón de Brasil en el que un agónico robo de balón o una esforzada carrera de cualquier defensa se aplaude tanto o más que un buen regate. Las aficiones de ambos equipos querían rememorar glorias demasiado lejanas, y para ello se entregaban a sus ídolos del momento: el del Internacional era Dunga, ex capitán de la selección en el Mundial 94 que, a sus 35 años, alargaba su carrera. La torcida de Gremio presentaba en sociedad (era su primera final) a Ronaldinho Gaucho (Porto Alegre, 1980). Dicen que después de aquel partido, la ciudad ya nunca fue la misma.
Es un jugador virtuoso aunque su carrera ha estado plagada de problemas
La prensa comenzó a rebuscar en el breve pasado del nuevoídolo y descubrió que era hermano de Roberto Assis, ex-jugadordel Gremio y otros equipos brasileños en los años 80, que hasta los siete años había vivido en el barrio de Restinga, uno de los más humildes de Porto Alegre. Los éxitos deportivos de su hermano permitieron a la familia mudarse a otra zona, a una casa más grande en la que el padre, Joao, fallecería en 1989 en un accidente mientras se bañaba en la piscina. Más o menos en esa época Roberto Assis llevó a su hermano a unas pruebas en el Gremio: "Va a ser mucho mejor que yo", dijo, y se quedó bien corto.
Jugó al fútbol sala en el club hasta que a los 17 años firmó su primer contrato profesional. Se convirtió en el referente del Gremio. También llegó la selección. Ya había ganado el Mundial sub-17 en Egipto (1997) coronándose como máximo goleador, y en la absoluta debutó dos años más tarde.
A finales de 2000 entraba en vigor en Brasil la llamada Ley Pelé, que practicamente acababa con el esclavista sistema de retención que los clubes ejercían sobre los jugadores. Ronaldinho y sus asesores vieron muy cerca la posibilidad de fichar por un club europeo acogiéndose a ciertos artículos de esa polémica ley y rompiendo unilateralmente su vinculación con el Gremio. El caso acabó en los tribunales de la FIFA y el contrato de Ronaldinho con el Paris Saint Germain quedó en suspenso durante siete meses en los que el jugador no pudo disputar ni un solo partido oficial. Ronaldinho pasó momentos duros: entrenamientos solitarios, preocupación por su futuro y una válvula de escape en su reconocida adicción a los videojuegos. Cuando pudo debutar en Francia, fue casi tres meses suplente del nigeriano Okocha. Pero finalmente pudo ganarse a la afición del PSG. En Europa era una pieza codiciada por clubes importantes, pero el jugador tenía en mente solo el Mundial de Japón y Corea en el que dio dos asistencias y marcó dos goles. Volvió a Francia, a sus duros encontronazos con Luis Fernandez, sabiendo que podía decidir su futuro porque era ya el objetivo de los clubes más grandes de Europa, impresionados por su habilidad. Esa es su arma. Sirve igual para ganar partidos que para vender zapatillas o videojuegos. Y es tan grande que algunos de sus regates solo pueden ser descifrados viéndolos a cámara lenta.
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