Los restos de un naufragio
Al Fassa Bortolo le quedan tres corredores, entre ellos el emergente Basso
Hace dos años Ivan Basso llegó al Tour tan emocionado que la primera vez que vio a Jalabert a su lado se le puso la carne de gallina. Ni se atrevía a pedirle al francés que le firmara un maillot. Pocos días después se cayó cuando iba fugado con su ídolo -quien gentilmente le había cedido el paso en una curva peligrosa-, se rompió la clavícula y al día siguiente su director, Giancarlo Ferretti, le imitaba burlonamente ante la prensa. "¡Ay, ay!", decía el viejo director aflautando la voz, haciéndola femenina. "Cómo me duele el hombro. Así es Ivan, no tiene carácter". El año pasado Ivan Basso, que aún no ha cumplido los 26 años, volvió al Tour, volvió a enamorarse de la carrera y no se cayó. Es más, lo terminó con el maillot blanco de mejor joven. Pero Ferretti, que mide a los corredores por su nivel de hombría, por su voz, decía que era un joven que exigía mucha paciencia, que con él no se podía ir a ninguna parte.
Preparando el Tour de 2003 Ferretti ni pensó en su polluelo -"de qué me vale un corredor que como mucho puede aspirar a quedar entre los cinco primeros; quiero victorias, ya"- y organizó un equipo de rodadores para arropar a Petacchi. Y como líberos designó al fichaje estrella del año, el español Aitor González, ganador de la Vuelta, que le había decepcionado en el Giro, y al inevitable Basso. Y el sargento de hierro, como le llama cierta prensa, no dudó a la hora de dirigir al equipo, de aniquilarlo, a cambio de cuatro sprints vencedores de Petacchi. Y feliz estaba, hasta que llegaron los Alpes.
En los primeros repechos del primer puerto de segunda del Tour del Centenario Petacchi dijo que hasta ahí había llegado, que estaba cansado y que no le apetecía seguir, que la montaña le daba arcadas. La retirada de su sprinter, con el que se despachó a gusto, no fue, sin embargo, lo peor que le podía pasar a Ferretti. Marco Velo, uno de sus poderosos rodadores tampoco terminó la etapa, oficialmente febril por un virus desconocido. La noche del sábado fue dura en el hotel Le Dahu, en Morzine. Dura e hirviente. El virus misterioso se propagó por el equipo y a la mañana siguiente, antes de partir para Alpe d'Huez, Ferretti anunció el abandono de otros tres corredores.
Entre los febriles se hallaba Aitor González. "Tenía 41 de fiebre y aun así quería tomar la salida. Le tuve que frenar", afirmó Ferretti, aparentemente complacido por la hombría de un corredor al que la víspera había criticado por su poca profesionalidad y había amenazado con hacerle la vida imposible si se le ocurría abandonar el Tour. "La verdad es que si no es por la fiebre, quizás hubiéramos visto a un buen Aitor. Aún no puedo decir si es un bluff, como me dicen algunos, o un bravo corredor. Quizás lo veamos en la Vuelta".
Un sexto corredor, Loda, también enfermo, se fue en el Galibier, con lo que al equipo le quedan tres corredores: Marzio Bruseghin, Dario Cioni e Ivan Basso, claro.
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