Las chicas devoran la plata
El éxito en la combinada supone la primera medalla de la natación española femenina en unos Mundiales
"¡Ya empiezas a cosechar, ya ha caído la primera!", le gritó Anna Tarrés a Gemma Mengual, al borde la piscina, cuando la tensión, que recorría aún el escultural cuerpo de la nadadora catalana, hacía de ella un manojo de nervios. Inquieta, con la mirada fija en el marcador gigante de las piscinas Picornell, Mengual intentaba responder a las preguntas de los periodistas mientras aguardaba, tan ansiosa como el resto de sus compañeras, la puntuación de Canadá, el único equipo que podía amenazar una medalla de plata que la grada ya celebraba para España.
Pero el reloj no corría y los minutos se hacían eternos. Estados Unidos empataba a puntos (97.333) con las españolas en la segunda posición de la prueba combinada de natación sincronizada y las canadienses seguían siendo una amenaza. Hasta que la pantalla gigante se iluminó para calificar el ejercicio de Canadá: 96.00 puntos. Y entonces, el estallido de alegría que la prudencia había contenido en buena medida, se desbordó. La medalla de plata, ex equo con Estados Unidos, correspondía a España. El equipo de sincronizada se alzaba con el primer metal de los Mundiales de Barcelona, el primero también en la historia de la natación femenina española en unos Mundiales. Por fin, en una prueba de nuevo cuño -se estrenaba en Barcelona-, el equipo español lograba superar a las grandes potencias de la natación sincronizada y auparse al segundo puesto, por detrás de Japón, gran favorita y vencedora indiscutible con 98.500 puntos, y situarse a la misma altura que Estados Unidos, lo que relegó a Canadá al cuarto lugar y dejó el bronce desierto. Nunca antes en la historia de los Mundiales ningún país que no fuese Rusia, Japón, Estados Unidos, Canadá y Francia había logrado subirse al cajón reservado para los mejores. Ayer, las chicas de Anna Tarrés, lideradas por la magnética Gemma Mengual, rompieron la tradición y se colaron por méritos propios en las páginas de la historia.
Y lo hicieron de la forma más brillante, con un ejercicio preñado de creatividad y belleza plástica. Durante poco más de cinco minutos, las nadadoras españolas, que se tiraron al agua justo detrás de las espectaculares japonesas, líderes ya de la prueba, apelaron constantemente a la emoción del espectador. Enfundadas en un bañador presidido por la Sagrada Familia, las chicas de Tarrés se presentaron ante el público alzando simbólicamente las torres que distinguen al templo barcelonés diseñado por Gaudí. Fue el primer guiño a una grada que, instantes después, rememoró el espirítu olímpico del 92 cuando, tras una entrada al agua de lo más espectacular, iniciaron su hechizante ejercicio al ritmo de Fredy Mercury y Montserrat Caballé en su siempre emocionante Barcelona. Las nadadoras españolas ejecutaron luego una coreografía presidida por el movimiento constante -era imposible apartar la vista de su atrayente y vibrante representación- y la espectacularidad de las acrobacias. Hasta cuatro saltos, algunos de ellos mortales, introdujeron en su baile, que, en la primera fase, evocó la presencia del mar. Entró después en escena el duo formado por Paola Tirados y Gemma Mengual -la combo, aúna la actuación del equipo, el duo y el solo en el mismo ejercicio- para representar la figura de un barco que navega en la inmensidad, antes de que Mengual, la solista española, danzase a ritmo flamenco guiada por el Inuendo de Queen. Regresó luego el mar y su relación con la ciudad, justo antes de que las nadadoras españolas concluyesen su número dibujando con el dorso de sus bañadores la leyenda de Barcelona 03. El público, que en reiteradas ocasiones había aplaudido la espectacularidad del ejercicio, estalló en una enorme ovación. Y las nadadoras españolas, que abandonaron el agua entre besos y abrazos, acogieron, satisfechas, el veredicto del jurado.
"¡Estoy encantada!", proclamaba Mengual ante todos los micrófonos, aún con el bañador de competición e hiper maquillada. "Queríamos subir al podio aunque fuera en tercer lugar", señaló con la plata ya asegurada. "Estoy emocionada y satisfecha porque, después de 10 años de trabajo, ahora se ven los resultados", apuntaba la seleccionadora, tratando de guardar la calma mientras su teléfono móvil no cesaba de sonar. Durante casi 10 minutos Tarrés había permanecido junto a los periodistas tratando de controlar el nerviosismo, mientras aguardaba el resultado definitivo y sintetizaba la vida y milagros de una disciplina que, en 1992, tras fracasar en los Juegos Olímpicos, quedó "muerta". "Me gustaría pensar que ésta es la primera medalla de muchas más", aventuró después pensando ya en que Mengual pueda repetir hoy la proeza en la final de solo.
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