_
_
_
_
FESTIVAL DE JAZZ DE VITORIA

Los suaves ritmos de Suráfrica

Este año, el Festival de Jazz de Vitoria decidió iniciar su andadura en domingo y, para ser coherentes con la fecha, hacerlo con un pic-nic al aire libre. Así, aprovechando que el sol lucía caluroso, se llevaron hasta las Campas de Armentia a un buen puñado de músicos de Nueva Orleans. Como, además, el acto era gratuito, el parque se llenó de público y, nueva manera de calibrar el éxito de un certamen jazzístico, se vendieron 1.500 litros de cerveza y los bocadillos, excepto los de atún, se agotaron en menos de dos horas.

Al día siguiente, las nubes ensuciaron el cielo y la lluvia hizo su aparición. Por suerte, el veterano certamen alavés había decidido ya regresar bajo cubierto a pesar de que la propuesta que ocupaba la noche de lunes era de lo más soleada: una velada dedicada al jazz surafricano.

El cartel lo formaba un paquete con tres nombres prácticamente desconocidos en Europa, pero avalados por el Festival de Jazz de Ciudad del Cabo, garantía que auguraba sorpresas agradables. Y las hubo, no tres, como podía esperarse, pero sí una que valía por todas ellas.

Una salud vigorosa

Ya de entrada, el primer músico en subir al entarimado del polideportivo de Mendizorrotza dejó muy claro que en África del Sur el jazz sigue vivo y goza de buena salud. El saxofonista y flautista Zim Ngqawana ha sabido tomar la herencia de músicos tan importantes en los años setenta como Dudu Pukwana o Chris McGreggor para crear un jazz profundamente contemporáneo, pero con las raíces bien clavadas en su tierra.

Ritmos suaves y ondulantes que acarician e incitan al movimiento acompasado sobre los que Ngqawana edifica un mundo personal y apabullante preñado de libertad. Fueron sesenta minutos reconfortantes que justificaron por sí solos toda la experiencia surafricana en Vitoria: valía la pena montar una sesión de estas características para descubrir a un músico de tal calado. Un nombre a seguir y perseguir.

El resto de la velada ya no voló tan alto. El cantante Ringo Madlingozi propuso una visión muy diferente y bastante más comercial. Más cercano al pop panafricano, que triunfa en escenarios europeos, el show de Madlingozi fue puro ritmo, pero sin ir más lejos. En Mendizorrotza, una parte del público se puso a bailar contaminado inmediatamente por el movimiento, sobre todo por el de una espectacular bailarina que poco a poco le fue comiendo el escenario al propio líder.

La noche acabó sumergida en un pobre smooth jazz a la moda americana. Jimmy Dludlu mostró su valía como guitarrista y cantante, pero no pudo escapar a la sombra del más melifluo George Benson. Una hora en la que, excepto algunas demostraciones de técnica, no pasó prácticamente nada.

La noche surafricana no agotó las reservas de cerveza y hacia el final de la velada todavía quedaban bocadillos de chorizo en la barra.

Zim Ngqawana, durante su actuación en Vitoria.
Zim Ngqawana, durante su actuación en Vitoria.PRADIP J. PHANSE
Toda la cultura que va contigo te espera aquí.
Suscríbete

Babelia

Las novedades literarias analizadas por los mejores críticos en nuestro boletín semanal
RECÍBELO

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_