Un encierro masificado
Los sábados de San Fermín, el santo moreno no da abasto. Ayer evitó más de una tragedia. El encierro tuvo de todo, fue puro equilibrio. Dos personas resultaron heridas por asta de toro, ninguna de ellas grave, y cinco más trasladadas a hospitales por contusiones. Los primeros metros de carrera fueron de manual, con los cabestros haciendo de guía para los toros de Dolores Aguirre; justo lo contrario de la parte final del recorrido, donde la manada subió la calle Estafeta muy fragmentada y permitió bonitas carreras. En tres minutos quedó solventado el encierro.
Llamaba la atención, desde primeras horas de la mañana, el exceso de gente. Los cabestros abrieron la manada, y esa formación permaneció invariable hasta la plaza del Ayuntamiento. Fue allí cuando se pudo ver el primer percance serio. Uno de los hermanos embistió a un mozo a gran velocidad propinándole un puntazo de 10 centímetros en la zona del glúteo. David Bigging, inglés de 31 años, se llevó además una brecha en la cabeza al caer.
Ya en Mercaderes, los astados resbalaron en mitad de la calle, creando angustia entre los mozos. Sin embargo, los toros salieron bien de allí y enfilaron la calle Estafeta sin llegar a chocar con el portón de la curva, remodelado tras los virulentos empellones del viernes. Esos citados resbalones fragmentaron la manada y dejaron bastantes huecos entre ellos, lo que, un día más, permitió muy buenas carreras. Pero la masificación volvió a cobrar protagonismo y las carreras se volvieron confusas a la altura de Telefónica. Fue allí donde se produjo la segunda cogida. Miguel Ángel Castander, madrileño de 36 años, recibió una cornada en el muslo derecho.
La entrada en el callejón fue muy limpia, al igual que el trayecto de la manada en el coso pamplonés. Los dobladores no tuvieron excesivo trabajo y la carrera se cerró sin incidencias.
Por otra parte, el pamplonés de 62 años que sufrió el martes en Mercaderes un traumatismo craneoencefálico grave, se encontraba ayer en coma en el Hospital de Navarra.
Babelia
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