Una carrera limpia con los toros de Alcurrucén abre los encierros
El primer encierro de los sanfermines respondió a los cánones más clásicos de esta carrera. A pesar de ser el estreno de estas fiestas y desarrollarse en lunes, todo parecía estar perfectamente ensayado. Rápida, limpia, sin heridos por asta y casi sin sustos (hubo cuatro heridos, ninguno de ellos de pronóstico grave). Dos minutos y 44 segundos de carrera que permitieron paladear en las dos calles más míticas de Pamplona, Santo Domingo y Estafeta, estampas de preciosas carreras de mozos que soltaban su adrenalina a base de temerosas zancadas.
Organizativamente, la experiencia permitió dar la sensación de absoluto control de la carrera. Los cordones policiales y los servicios de limpieza no dejaban nada a la improvisación, pero era 7 de julio y eso se dejaba notar en el ambiente. Los nervios de los corredores, de los que saltan para disfrutar realmente del acto, no tenían razón de ser. Sabían lo que iba a suceder a las ocho de la mañana, pero el gusanillo de la duda y la incertidumbre no entiende de experiencias anteriores y sí del miedo que se pasa.
El buen son de los astados rompió un canon clásico de los encierros
Los toros de Alcurrucén, con una magnífica presentación, excesiva para la mayoría de mozos, se comportaron bravamente. Tan sólo en algunos tramos de la cuesta de Santo Domingo derrotaron hacia los repletos muros de curiosos y corredores. Durante el resto del recorrido pasaron como vagones que van por su raíl y tomaron las diferentes curvas siguiendo a sus particulares locomotoras transformadas en mansos. Por su escasa intención de hacer por los mozos, los pocos heridos se llevaron golpes y pisotones propios de ese tren que se lleva por delante todo lo que se cruza en su vía.
El buen son de los astados rompió un canon clásico de los encierros. Al llegar a la curva entre Mercaderes y Estafeta, los morlacos suelen chocar virulentamente con el muro preparado para ello; sin embargo, esta vez, y para evitar sustos innecesarios, los hermanos Alcurrucén frenaron sin salirse de su trazada y no llegaron a tocar la pared.
Tal perfección en la carrera rompió los esquemas de más de un veterano corredor, que se vio sorprendido y tuvo que reaccionar de la mejor manera que pudo.
Ya en el tramo final, el de la calle Estafeta, los mozos se pudieron lucir. Los astados redujeron por el cansancio su velocidad y las carreras paralelas entre astas y piernas mostraron el encanto de los encierros. Pitón, periódico y brazo eran una misma cosa, una prolongación que llevaba a la agrupada manada hasta la plaza de toros. Tan sólo un toro negro, Cañero, se dejaba caer de sus hermanos para dar un poco de emoción extra al acto. Para seguir las normas clásicas, no hubo montón en el callejón de la monumental pamplonesa y sí un vistoso abanico que formaron los mozos al entrar a la plaza. El único gran susto vino por el enganchón de uno de los alcurrucén a un joven por la faja: lo llevó aupado unos metros, pero no pasó de un ser un momento de alerta que se zanjó con el buen trabajo de los dobladores, que llevaron a toros y mansos hasta el corral.
En suma, cuatro traslados a centros hospitalarios: Alejandro Sarrías López, de 30 años, sufrió un traumatismo craneoencefálico leve en la plaza del Ayuntamiento; Sergio Gorostidi Soria, de 23 años, se llevó un pisotón y una contusión torácica.Fermín B.L., de 33 años, sufrió en Estafeta una herida en una ceja y contusión en una pierna; y Daniel O.T.R., de 20 años,una fuerte contusión costal en el callejón de la plaza de toros, de pronóstico reservado. Los tres primeros recibieron ayer el alta y el cuarto quedó en observación.
Babelia
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