Los espacios de Roger Bernat
Uno de los fenómenos más llamativos del mapa cultural de esta ciudad en los últimos años es la articulación de una red de espacios autogestionados y polivalentes que permite a los creadores mostrar su trabajo desde plataformas distintas a las que ofrecen los circuitos oficiales y las instituciones. ¿Significa esto que existe un divorcio entre las instituciones de la "millor ciutat del món" y la gente que se dedica a la creación? No es mi intención amargarles la fiesta, pero me temo que sí. La supresión por parte de los responsables del Grec del festival In Motion, dirigido por Simona Levi, que durante dos temporadas memorables se convirtió en un punto de referencia para un amplio sector del público ávido de propuestas radicales, no es una noticia como para brincar de alegría.
Roger Bernat crea obras de teatro donde predominan la improvisación y la frescura en busca de la complicidad del público
En cualquier caso, los espacios se han ido multiplicando en los últimos tiempos. La mayor parte se hallan en Ciutat Vella, pero los hay por todas partes. El responsable de uno de esos lugares, donde se vio hace meses un interesante pase de pelis grabadas en super 8 en los años ochenta en los que aparecía una Barcelona llena de encanto cutre y preolímpico, me pidió incluso -agárrense- que por favor no escribiera nada sobre ellos con el argumento de que ya una vez salieron en la prensa y tuvieron un overbooking espantoso, lo que resulta esclarecedor en cuanto al espíritu ácrata y en las antípodas del mercantilismo que anima esta clase de lugares. Para muestra un botón: hacerse socio de la Associació Cultural El Molino Atòmic, que gestiona L'Antic Teatre (calle de Verdaguer i Callís, 12), vale el fortunón de un euro anual, y ese dinero da derecho a untarse el gaznate en el bar, abierto a los socios cada día de 12.00 a 22.00, así como a recibir por correo electrónico la información de cuantas actuaciones, pases de pelis y fiestas tienen lugar allí. Habida cuenta de que el local tiene una terraza y un jardín deliciosos, la inversión se hace a gusto.
Pero vayamos por partes y pasemos a Roger Bernat, un hombre de teatro con fama de enfant terrible cuyas obras se han visto en el Teatre Nacional, el Lliure y el Mercat de les Flors, pero cuyo último proyecto, Bona gent, integrado por seis "piezas de resistencia", se ha representado en seis espacios alternativos, entre ellos ese Antic Teatre recién recuperado, que acoge a la compañía Semolina Tomic y la de Sergi Faustino, y cuyo bautismo fue precisamente la presentación de la cuarta pieza de la serie, De la impossibilitat de conjugar el verb estimar. "Estábamos aún limpiando el local cuando Roger se obstinó en hacer su obra aquí. Nos resistimos, pero tanto insistió que al final cedimos", cuenta Nini Oliete. "Nos vienen a ver ancianos que nos cuentan que conocieron aquí a la que hoy es su mujer, cuando era un centro recreativo y venían a jugar al futbolín".
L'Atelier (Rambla del Raval, 49) no podría ser un lugar más mágico y secreto: se trata de uno de los antiguos lavaderos de la ciudad y la mitad del espacio, donde ahora se hacen clases de trapecio y todo tipo de actuaciones, está ocupado por las pilas. Mientras charlo con Adrián Keyes, el diseñador inglés que gestiona el local junto con Lucy, su mujer, que es francesa, también están allí una periodista danesa y un fotógrafo italiano, de madre mexicana, que vive a caballo entre Barcelona y Londres, un cóctel de nacionalidades que empieza a ser el pan de cada día en barrios como el Raval, el Gòtic y la Ribera.
Conservas (Sant Pau, 58), el local recuperado hace ya unos cuantos años por Simona Levi, artista polivalente y agitadora cultural, es probablemente el pionero entre todos los locales, un lugar que nos permitió a los barceloneses ver teatro alternativo de verdad. De hecho, lo que todos los espacios elegidos por Roger Bernat para su Bona gent comparten es su voluntad de ofrecer una programación forzosamente discontinua pero rica en propuestas distintas que dé cabida a proyectos culturales de muy variada índole y donde no hay más publicidad que la realizada a través de flyers y de correos electrónicos, pese a lo cual todos los actos suelen atraer a una nutrida concurrencia. "Siempre que hacemos algo aquí", asegura Beatriz Fernández, que gestiona La Poderosa, una antigua fábrica de piezas industriales sita en Riereta, 18, "una hora antes sales a la ventana y ya hay 70 personas haciendo cola. ¿Las razones del éxito? Nuestros precios son asequibles y, además, hay gran curiosidad por ver cosas distintas".
Propiciar una mayor complicidad con el público era uno de los motivos que impulsaron a Roger Bernat a crear en estos espacios unas piezas donde predomina la sensación de improvisación y de frescura. "El teatro tiene que servir para que algo suceda y que sea una experiencia irrepetible, que sea cierta al fin esa patraña de que cada representación es diferente. Para las seis piezas Juan Navarro y yo partimos de un planteamiento cada vez más abierto, sin casi ensayos; nos reunimos a charlar en los espacios unos días antes y luego nos tiramos a la piscina. Si no corres el riesgo de romperte la crisma, ¿para qué subirte a un escenario? Yo concibo el teatro como una asamblea permanente y si el Teatre Lliure y el Nacional no sirven para eso, que los derriben".
Lector, está usted de enhorabuena: De la impossibilitat de ser Déu, la última de la serie, podrá verse hasta el domingo 29 de junio (reservas en el 635 609 185) en Almazen (Guifré, 9), un espacio donde tuvo su sede la delegación catalana de las bambas Victoria y en el que ahora tiene su base de operaciones Macarena González de la Vega, artífice, entre otras cosas, del proyecto La ciutat de les paraules y una de las creadoras de la Fundación Joan Tabique (Joan en alusión a la Fundación Miró, Tabique en alusión a la Tàpies). No se la pierda.
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