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Columna
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Porras

Hoy huele a porras, dicho sea en todos los sentidos de la palabra. Porras municipales custodian la estatua de Cibeles, atrincherada tras un muro de metacrilato de cinco metros de altura, por si acaso. Asimismo, son conocidas como porras las popularísimas apuestas balompédicas (alegales y privadas) que se tramitan como churros en miles de tabernas y otras instituciones sociales, sobre todo en trances futbolísticos letales, como es el caso. Eso sin mencionar, por sonrojo, expresiones procaces de variado pelaje relacionadas con la palabra en cuestión. En fin, acaso está usted leyendo esta columna al tiempo que introduce entre sus labios una soberana porra pringada de chocolate. Esto suena a Buñuel y hace cosquillas. Procure que no mancille su camisa de domingo un desliz de chocolate emporrado. Son cosas que un caballero (¿existen caballeras?) debiera cuidar con exquisito y sincero cinismo.

Cuando las porras se amanceban con el punto culminante de una liga, algunas personas se soliviantan y se manifiestan como son. Si quieres saber cómo es alguien, emborráchale o vete con él al fútbol (los toros son otra cosa). Hoy no hace falta ir al estadio. Los bares están a tope y constituyen un retrato polimorfo del pueblo, de la ciudadanía de a pie. Tal como está el patio, la gente, entre gol y gol, hablará de tránsfugas, traidores y mercadeos. Se compararán los peinados de Guti y Beckham. Algunos ilustrados comentarán que el ex fubolista Miguel Pardeza es el prologuista de la magna reedición de César González Ruano. Otros sabios (en la merenguía hay demasiados) valorarán con fluidez e ignorancia el hecho incontestable de que su equipo ya es una multinacional que se les va de las manos.

Ocurra lo que ocurra hoy en el Bernabéu, la noche se presenta asilvestrada. Cuídese usted de ingerir sustancias inquietantes si conduce. Si no conduce, cuídese usted de los conductores posesos, de los carteristas y de ciertos promotores inmobiliarios. No sea usted porro ("dícese del sujeto torpe y necio"). Si alguien le da la vara, mándele usted a la porra. Y a quien Dios se la dé, que san Pedro se la bendiga por 5-1.

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