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Reportaje:

Pitos y aplausos

Los nuevos semáforos de la Gran Via se inauguran entre la alegría de los vecinos y las protestas de los conductores

Clara Blanchar

Pocas veces los semáforos han suscitado tanta expectación, alegría y rechazo. Todo a la vez. Pasaban pocos minutos de mediodía cuando ayer entraron en funcionamiento los nuevos semáforos de la Gran Via de Barcelona a la altura de la Rambla del Poblenou y la calle de Llacuna. Son sólo semáforos, pero no son unos semáforos cualesquiera porque están ubicados en plena autopista de Mataró tal como la conocen los barceloneses desde hace décadas. Se encuentran a menos de 300 metros de la plaza de las Glòries, en una vía por la que todos los días entran y salen de Barcelona 120.000 vehículos.

La instalación de los semáforos forma parte de la reforma y semicobertura de este tramo de la Gran Via, una actuación con la que el Ayuntamiento quiere potenciar su carácter de vía urbana. Y de ahí la expectación de ayer, cuando por primera vez desde la inauguración de la autopista en 1969, los vecinos del Clot y del Poblenou pudieron cruzar la Gran Via caminando sobre el paso cebra pintado en el asfalto.

Hace 24 años, y tras una larga movilización, los mismos vecinos lograron que se construyera el puente que utilizaban hasta hace unas horas. "Pero ahora, por fin, un semáforo. ¡Ya era hora!", exclamaban ayer. El puente, por cierto, tiene los días contados. Será desmantelado durante la primera quincena de julio.

La puesta en marcha de los semáforos no fue tan celebrada entre los automovilistas. A juzgar por los bocinazos e improperios desde las ventanillas, se tomaron bastante mal lo de tener que detenerse en un tramo por el que semanas atrás, antes de que comenzaran las obras, conducían a 80 kilómetros por hora. El límite ahora está fijado en 50 kilómetros por hora. "Una locura", "otro atasco" o "un perjuicio para los que vivimos fuera de Barcelona", fueron algunos comentarios de los automovilistas. Entre todos los preguntados, sólo aprobó los semáforos un conductor al volante de un monovolumen con matrícula austriaca: "Son más importantes los vecinos que los coches. El Ayuntamiento hace bien, una autopista urbana así es impensable en mi país", afirmó.

Ajenos a las protestas de los conductores, los vecinos se acercaron satisfechos a cruzar el flamante semáforo, que indica con un cronómetro el tiempo del que disponen los peatones para cruzar. Algunos incluso lo inmortalizaron con cámaras de fotografía y vídeo. "¡Yo ya he pasado dos veces!", le decía Maria Dolors Vilanova, de 58 años, a una conocida. "Ahora nos ahorraremos el puente al subir de la playa", afirmaba con una sonrisa María Rubio, de 75 años, y recordaba viejos tiempos, "cuando todo esto eran campos de verdura".

El encargado de inaugurar los semáforos fue el concejal del distrito de Sant Martí, Francesc Narváez. Después, se quedó un buen rato a charlar con los vecinos. "Ahora me lo creo, señor Narváez", le decían. El concejal se congratuló del "beneficio que el nuevo paso representa para los vecinos del Clot y el Poblenou", y aseguró que el tráfico no se verá afectado por los semáforos. Narváez también anunció que el próximo 5 de julio celebrarán la desaparición del puente con una verbena. Pero parece que los vecinos nunca tienen suficiente. "¿Paco, ¿y este trocito cuando nos lo enracholará?", fue la despedida de una vecina al concejal.

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Sobre la firma

Clara Blanchar
Centrada en la información sobre Barcelona, la política municipal, la ciudad y sus conflictos son su materia prima. Especializada en temas de urbanismo, movilidad, movimientos sociales y vivienda, ha trabajado en las secciones de economía, política y deportes. Es licenciada por la Universidad Autónoma de Barcelona y Máster de Periodismo de EL PAÍS.

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