Miedo al éxito
La Real Sociedad, con sus figuras presas de la ansiedad, no remata la faena ante un sólido Valencia
La agonía del éxito produjo un efecto desastroso en la Real Sociedad, que desaprovechó frente al Valencia la posibilidad de ganar el campeonato, pues la victoria no habría significado otra cosa. En un clima enardecido, con la hinchada entusiasmada por la proximidad de un sueño imprevisto, dejó escapar su oportunidad. Le pesó la ansiedad y le faltó la contribución de sus figuras, ninguna de las cuales dejó huella. Desgastada por la tensión, desperdició la ventaja que cobró con el tanto de Xabi Alonso y con la expulsión de Ayala. Quizá se encontró de frente ante el abismo del éxito esperado.
La Real tropezó con dos circunstancias decisivas en uno de los momentos más exigentes, con el título a un centímetro, delante de su entusiasmada parroquia y la necesidad de ganar para evitarse el peso de una angustia que se hizo evidente durante el encuentro. Esa ansiedad funcionó como un factor determinante en el juego de la Real, más rígido que de costumbre, con el envaramiento que produce la tensión excesiva. En estos casos, el Valencia no es el mejor rival. Se trata de un equipo con tablas, difícil de doblar si no se opone un poco de ingenio a su incuestionable orden defensivo. A la Real le faltaron los recursos necesarios para desestabilizar al Valencia y salir de un combate sordo que no le convenía. Que ninguno de sus mejores jugadores estuviera en su mejor versión explicó las dificultades del líder. Sólo soltó algo de lastre tras la expulsión de Ayala, futbolista capital por su velocidad, energía y poderío en el juego aéreo.
REAL SOCIEDAD 1 - VALENCIA 1
Real Sociedad: Westerveld; López Rekarte, Jauregi, Kwarme, Boris; Karpin, Aranburu (Mikel Alonso, m. 80), Xabi Alonso, De Pedro (Gabilondo, m. 76); Nihat (Khoklov, m. 86); y Kovacevic.
Valencia: Cañizares; Navarro, Ayala, Marchena, Carboni; Réveillère, Albelda, Baraja, Vicente (Djukic, m. 86); Aimar (De los Santos, 63); y Carew (Sánchez, m. 75).
Goles: 1-0. M. 33. Córner lanzado desde la derecha por De Pedro, a pie cambiado, que cabecea Xavi Alonso desde el punto de penalti.
1-1. M. 35. Vicente saca una falta ensayada hacia la frontal del área y Réveillère empalma de volea y marca tras golpear en Aranburu.
Árbitro: Turienzo Álvarez. Expulsó a Ayala en el minuto 58 por acumular dos tarjetas amarillas. Amonestó a Baraja y Albelda.
Unos 30.000 espectadores en Anoeta.
El partido tuvo más intensidad que otra cosa, como no podía ser de otra manera. Los últimos datos de la Real hablaban de la fibra de su coraje. Superó con dificultades al Recreativo y pasó un mal rato para imponerse al Málaga. Pero cumplió con sus obligaciones en los dos partidos, cosa que no se puede decir del Madrid o del Deportivo. Esta firmeza necesitaba de un poco de fútbol frente al Valencia, que ha hecho fortuna con el orden. Nunca se sintió ni acorralado ni expuesto frente al ataque de la Real, enredada en su ansiedad, sin capacidad para aprovechar las ventajas que recibió. Una fue el gol de Xabi Alonso; otra, la expulsión de Ayala. En cualquier otro momento, estas dos situaciones habrían garantizado su victoria, pero éste no era un encuentro cualquiera. Era uno que medía a la Real frente a la inminencia del éxito. El peso le resultó excesivo.
La temporada de la Real se ha construido sobre su eficacia para disimular sus carencias y su facilidad para aprovechar sus cualidades. El mismo equipo que padeció un calvario en otros momentos por su fragilidad defensiva ha transmitido durante todo el campeonato una serenidad inesperada. Nunca ha dado la sensación de quebrarse por nada y ante nadie. El partido con el Valencia requería de la otra cualidad, la que ha permitido a la Real dominar la Liga desde el arranque. Ha sido el año de Xabi Alonso, De Pedro, Nihat y Kovacevic, y lo ha sido porque cada uno de ellos ha encontrado la manera de ofrecer lo mejor de su repertorio. En esto ha consistido el excelente trabajo de su entrenador: en lograr de Xabi Alonso la consistencia necesaria para gobernar el equipo sin altibajos, en aprovechar el vértigo de Nihat, en sacar el máximo rendimiento a la prodigiosa pierna izquierda de De Pedro, en hacer caja con el poderío de Kovacevic en el área.
Ninguno de ellos destacó en una noche donde eran más necesarios que nunca. Dice mucho que Nihat y De Pedro no terminaran el encuentro o que Kovacevic apenas tuviera la oportunidad de rematar. Al Valencia le cabe el mérito de desactivarlos. Para la ocasión, Benítez colocó a dos laterales -Navarro y Révellèire- que impidieron la menor libertad a De Pedro. Albelda, con su marcialidad habitual, cerró cualquier espacio a Nihat. Y de Kovacevic se ocuparon los centrales con la máxima garantía. Quedaba por ver la respuesta de Xabi Alonso al desafío. Tuvo sus momentos, perfectamente expresados en su espectacular facilidad para desplazar la pelota, y hasta pareció asegurarse toda la gloria con el cabezazo que permitió adelantarse a la Real, pero Alonso no encontró la manera de dar continuidad al ataque de su equipo, que terminó preso de un estado de nervios que se contagió a la hinchada.
No sucedieron demasiadas cosas antes del gol de Alonso, y ocurrió un hecho crucial inmediatamente después. La Real no logró administrar su ventaja porque recibió el empate en la siguiente jugada, una falta que sacó con mucha astucia Vicente y que remató Révellèire en una rara volea que produjo un silencio mortal en Anoeta. La Real tenía que remar otra vez. Pareció que la expulsión de Ayala tendría un efecto expansivo en el juego del líder, pero sólo generó una especie de fútbol a tambor batiente, un poco desesperado, perfectamente respondido por el Valencia, que pasó por Anoeta con la solidez que le caracteriza y con la falta de remate que se ha hecho endémica en el último trecho de la Liga.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.