Adiós al calvario
María Antonia Sánchez se libera al fin de sus múltiples problemas físicos
En abril de 1999 alcanzó su mejor clasificación mundial: 37ª. Aquel año fue el mejor de su carrera tenística. Se clasificó para los octavos de final del Open de Australia, llegó a la tercera ronda en el de Roland Garros y el de Wimbledon y logró su única victoria absoluta: en el de Knokke (Bélgica). A partir de entonces, el calvario. La salmantina María Antonia Sánchez, de 25 años, inició un duro y espinoso camino marcado por las lesiones, que la llevaron al borde del abandono. Ahora, al fin, la sonrisa vuelve a sus labios. "En Australia me senti bien", asegura. Hoy jugará contra la eslovena Maja Matev-zic, la 42ª del mundo, en la segunda ronda parisiense. Es la primera vez que llega a ella desde 1999.
Los problemas de Sánchez comenzaron cuando se le descubrió una desidrosis soriática en la mano derecha. Es una enfermedad muy molesta porque produce dolores y una especie de pequeños cortes que pueden llegar a sangrar. "Me ocurrió incluso antes del Open de Australia del 99", explica; "pero se me fue agravando con el tiempo y aún no lo he resuelto por completo". No fue lo único malo. Al concluir esa temporada, padeció dos infecciones renales que la dejaron parada cuatro meses.
Luego, ya en 2001, le apareció un tercer mal que la obligó a estar inactiva desde julio hasta febrero de 2002. Dos vértebras se le estaban soldando y le pinzaban el nervio ciático causándole fuertes dolores en la espalda. "Consulté con muchos médicos", recuerda, "y todos coincidieron en que, si me operaba, sólo tendría un 30% de posibilidades de salir bien. Así que decidí no hacerlo y buscar otras alternativas".
Acudió entonces a un especialista chino que, con una terapia basada en masajes en puntos nerviosos determinados y combinada con la acupuntura, acertó. "Me va de coña", comenta jocosa; "empecé el tratamiento en octubre de 2001 y, al menos, ya no siento molestias en la espalda. ¡Puedo jugar sin dolor! Persiste, eso sí, el tema de la mano. He visto a más de 20 especialistas. Su respuesta es que se trata de algo crónico y que igual que llegó puede marcharse. Uso una crema que me alivia un poco".
Aunque a veces debe dejar los entrenamientos a causa del dolor que siente en la mano, Sánchez vislumbra su futuro con más optimismo: "Pasé por momentos muy duros. Me planteaba si continuar o no. No estaba convencida de que fuera a curarme y eso me creaba muchas dudas. Pero ahora estoy recuperando puestos en la clasificación y el duro trabajo que he realizado con mi entrenador, Alejo Mancisidor, en la Academia de Bruguera está dando sus resultados".
En este curso ha llegado a las semifinales en las competiciones de Budapest (Hungría) y Bol (Croacia) y alcanzó su mejor instante en el reciente de Madrid, en el que disputó la final contra la estadounidense Chanda Rubin. "La perdí, pero fue muy importante para mí porque me había encallado en dos semifinales y necesitaba superarlas. Me dio mucho ánimo", afirma. En París está prosiguiendo su buena línea. Ahora es la 60ª del mundo. Y su victoria inicial ante la rusa Elena Dementieva, la 16ª cabeza de serie, le ha abierto un horizonte que parecía tener cerrado.
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