Icono de la modernidad
Encerrarse con seis toros en Las Ventas en plena Feria de San Isidro es una gesta muy respetable. Claro que quien se encierra es una supuesta figura que acude para refrendar su categoría y levantar el dedo índice en señal de que la cumbre es suya. Pero no debe ser una empresa fácil.
No hay más que ver la tarde que protagonizó ayer El Juli, primerísima figura de la modernidad, torero joven y dominador, exigente con toros y emolumentos, triunfador en plazas de mampostería y portátiles; un torero variado con el capote, banderillero fácil, cómodo muletero y gran estoqueador. Y, sin embargo, la tarde naufragó entre la mediocridad y la vulgaridad de una figura que domina más la cantidad que la calidad.
Seis ganaderías / El Juli, único espada
1º, del Partido de Resina, bien presentado, manso e inválido; 2º, de Jandilla, bien presentado, bravucón y manejable; 3º, de Adolfo Martín, astifino, blando y soso; 4º, de Juan Pérez Tabernero, bien presentado, bravo y noble; 5º, de Fuente Ymbro, bravo y noble, y el 6º, de Torrealta, encastado y noble, corrido como sobrero en sustitución de uno de Alcurrucén, que fue devuelto por inválido. El Juli: estocada desprendida (silencio); casi entera (silencio); gran estocada (palmas); pinchazo y estocada (ovación y algunas protestas); estocada trasera perdiendo la muleta (oreja); pinchazo, estocada recibiendo -aviso- y un descabello (ovación). Plaza de Las Ventas, 27 de mayo. Corrida de la Prensa. Lleno.
El Juli se mostró tal como es: un icono de la torería moderna, un ídolo de jóvenes ávidos de triunfo rápido, un chaval dotado de condiciones innatas para ganar dinero vestido de luces. Pero de ahí a ser figura del toreo hay todo un trecho. Seis toros de distintas ganaderías, varios de ellos con posibilidades para el triunfo, y fueron muy escasos los momentos de emoción torera. El balance, pues, no puede ser más preocupante. Dio muchos pases y muy variados, pero pocos, muy pocos, para el recuerdo. Con el capote lo intentó por orticinas, caleserinas, chicuelinas, navarras, verónicas y lopecinas, y sólo en las dos últimas destacó por el temple de las primeras y por la espectacularidad de las segundas. Puso banderillas con desigual fortuna en los toros segundo, cuarto y sexto, y mató a ley, ésa es la verdad, ejecutando la suerte con auténtica torería. ¿Y la muleta? Ay, madre, que la muleta de El Juli es su perdición. Torea tanto y tan cómodamente por esas plazas de Dios, que llega a Madrid y se olvida que el toreo es parar, templar y mandar, cruzarse al pitón contrario, presentar la muleta planchada, cargar la suerte y ligar los pases. Se olvida o es que su toreo, el toreo de hoy, es así.
Tuvo que llegar la faena de muleta al quinto, un noble y encastado toro de Fuente Ymbro, para que se viera a un torero enrabietado en la ejecución de un toreo hondo, templado y largo, sobre todo por naturales, lo curioso es que la reacción del torero se produjo cuando se encaró con un grupo de aficionados que le increpaba por su manera de muletear, muy ventajista para las óptimas condiciones del toro. El Juli se enfadó y dijo que sí sabe torear, embebió al toro en la muleta y vació la embestida en la cadera. Pues, si sabe, ¿por qué no lo hace más a menudo?
Antes del quinto, más que enfadado, parecía en su salsa, sonriente después de cada suerte, convencido, quizá, de que daba lo mejor de sí mismo. Y lo mejor ante el manso e inválido primero fue una imagen de tristeza; no mejoró ante el manejable toro de Jandilla, en una faena larga, espesa y vulgar. Tampoco le cogió el aire ni el sitio al soso ejemplar de Adolfo Martín. El cuarto lo puso a cavilar porque era toro codicioso que iba y venía, y El Juli se acordó del pico y dio toda una lección de lo que no debe ser el toreo. Mejoró en el quinto -ya queda dicho-, y terminó la corrida con un sobrero de Torrealta ante el que hizo el esfuerzo final, pero, una vez más, mal colocado para disgusto de los que le increparon toda la tarde.
Acabó la gesta y quedó claro que las encerronas de seis toros deben ser causa exclusiva de las auténticas figuras. El Juli, triunfador joven y dominador, icono de la torería andante, decepcionó, quizá porque sólo es figura de la modernidad.
Babelia
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