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Crónica:LA CRÓNICA
Crónica
Texto informativo con interpretación

Un teatro de rituales

A las nueve de la noche, de miércoles a domingo, un grupo de gente espera en medio de la calle de Sant Josep Oriol, muy cerca de la Rambla del Raval. De repente se levanta una puerta metálica y una señora vestida de negro y con cofia y delantal blancos invita a pagar una entrada de nueve euros, tras lo cual la gente entra en una sala de paredes blancas y suelo enmaderado. A partir de entonces toda esa gente se convierte en público que, tras quitarse los zapatos, se sienta en el suelo entre cojines y espera que empiece la función. De hecho, la función ya ha empezado porque la artista, vestida con un abrigo de cuero negro y medias de rejilla, está en medio de la sala y se contorsiona encima de un taburete. Poco después, y de uno en uno, se nos invita a pasar por el lavabo a mojarnos la cara y el pelo. Seguidamente nos ponen en pareja con esta frase: "Escucha su cuerpo como si fuera un instrumento". La gente no sabe muy bien cómo comportarse, pero hay que jugar y jugamos. Algunos se ríen, otros comentan, otros experimentan... Terminado el ritual nos sentamos. Algunos prefieren no mirar a quien han tocado, otros se dan las gracias, otros se excusan. La artista se ha quitado el abrigo y se queda con una minifalda también de cuero. Nos regala un solo y luego un pequeño speach que va de lo que sobra en este mundo. Posteriormente nos ofrece un papelito donde debemos escribir lo que nos sobra a nosotros. Lo recoge y lo quema en un brasero de incienso. Ahora empieza a emitir ruidos guturales -desde el murmullo al grito pelado-, algo que domina a la perfección. El público también es invitado a cantar y se produce una especie de catarsis colectiva. La reacción de la gente es muy diversa, los hay que alucinan y los hay que se desternillan de risa. La mayoría pone cara de sorpresa o de desconcierto, pero nadie se va. ¿Quién se atrevería? Además, la puerta metálica se cierra cada noche, aunque el día que estuve yo la señora de la cofia se olvidó de bajarla y de repente se oyó el timbre de la puerta y la voz de una chica que pensaba que el espectáculo empezaba a las diez. "¡Que pase!", gritó la artista mientras enchufaba el casete. Pero la chica no se atrevió. Termina la función y nos invitan a té y pastas en una especie de cocina. Todos comentan la función. No hay para menos.

En el Espai Mer, Empar Rosselló ofrece tres espectáculos que podrán verse adaptados para un paquebote este verano dentro del Grec

El espectáculo que hemos visto se llama Un espai per la purificació d'energies supèrflues; la artista, cantante y coreógrafa es Empar Rosselló, y el local se llama Espai Mer (Mètode Empar Rosselló). A Empar la conocí hace casi veinticinco años en un cursillo de danza en Menorca al que yo no asistía. Una noche concentró a la gente en cala Rotja y a la luz de las velas y una hoguera bailó hasta desplomarse. Su energía es envidiable, pero con lo que más aluciné fue con sus dones receptivas, capaces de atraer a la gente a su seno para llorar o emocionarse. Su cabellera -entonces de un rojo vivo- envolvía a una chica de apariencia quebradiza que se le abrazaba sin parar de llorar. Empar tenía amor para todos y, sentada cual Shiva de los cien brazos, esperaba la próxima consulta emocional sin dejar de sonreír. Fue una noche de las que no se olvidan.

Empar Rosselló es una mujer fuerte y de mirada poderosa. Siempre ha ido a su rollo, lejos de lo que se podría llamar normalidad. Empezó estudiando danza clásica hasta que se cansó y decidió investigar durante cuatro años para sacar su propio método, que mezcla la voz, el movimiento, el texto y la meditación. Se marchó a Nueva York y se relacionó con el movimiento Fluxus gracias a la recomendación de Carles Santos, un amigo de toda la vida con quien ha colaborado. Otros de sus puntales han sido Cesc Gelabert y Albert Vidal. Ha profundizado en la gimnasia consciente e inconsciente, en la meditación tibetana, en tai-chi, taoísmo... "Cuando llegué de Nueva York me di cuenta de que aquí llevábamos 20 años de atraso y para mí fue muy duro", cuenta Empar. Para alejarse del mal rollo se fue a vivir un año a la ermita de la Trinitat de Montserrat. Se convirtió en una anacoreta y engendró lo que sería el espectáculo Montserrat, dotze meditacions sobre l'acte de viure. Nunca dejó la montaña santa: ahora vive en Marganell, un pueblo de 100 habitantes, más las monjas de Santa Cecília. Tiene montado un estudio en medio del campo, organiza cursillos y los estudiantes pueden quedarse a dormir en unas roulottes que tiene montadas. "Me han pedido que me presente a alcaldesa de Marganell", comenta Empar casi en secreto, "al final hemos montado una candidatura de tres mujeres. Yo soy la tercera. Veremos qué pasa".

En el Espai Mer, Rosselló ofrece tres espectáculos. El cant de la sibil.la es una versión de este canto a tres voces y acaba siendo ella una sibila que aconseja al público dentro de una especie de confesionario que tiene montado en la sala. "Los hay que vienen con los planos de un piso", me comenta divertida. Lo cierto es que la gente se lo toma tan en serio como ella. "Soy una sibila y sé lo que le pasa a la gente con sólo tocarla o mirarla". Esos tres espectáculos se podrán ver adaptados para un paquebote que estará anclado este verano en el Port Vell de Barcelona dentro de la programación del Grec. Empar pretende que esto no termine aquí y que el barco tenga una programación estable todo el año. Si alguien se anima a probar la experiencia del Espai Mer, puede llamar al 93 835 71 45. Remilgados, absténganse.

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