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Reportaje:ELECCIONES 25M | Retratos urbanos

Almería: si hay que ir, se va

La celebración de los Juegos de 2005 se revela insuficiente para generar ilusión en la capital

"Mi vida no ha cambiado con el 2005, lo veo todo igual. Mi calle, que es lo que veo, está sucia, aunque ahora han podado los árboles", comenta Teresa, administrativa de 28 años que vive de alquiler en la calle Soldadito Español a un precio "de favor", 300 euros. Teresa está "amargada" con el tema de la vivienda. Cuando fue entrevistada acababa de salir de una promotora en la que le confirmaban el precio de un piso de 70 metros cuadrados a las afueras de la ciudad, en el barrio de Torrecárdenas: 120.000 euros. "Veo más zonas verdes pero sucias. Almería sigue igual que hace cuatro años y no me gusta ninguno de los candidatos que se presentan. Sólo el de IU, con el tema de las casa para jóvenes, me llama la atención. Pero del dicho al hecho hay un trecho", dice Teresa.

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Lo cierto es que Almería no ha vivido ningún cambio urbanístico importante ni se ha visto reforzada, en materia de infraestructuras, por los Juegos de 2005. Esta carencia limita los trazos de su retrato urbano a aspectos genéricos aplicables a cualquier otra urbe: limpieza, seguridad, ocio, cultura, mantenimiento... Y en estas materias, los ciudadanos otorgan un rotundo suspenso a quienes les han gobernado. "La ciudad está peor, la veo abandonada en cuanto a la limpieza. Se aprecia en cualquier calle o plaza céntrica. Eso, y la escasez de aparcamientos es lo peor. Creo que Megino erró al construir la estación intermodal sin un aparcamiento debajo. Es imperdonable", critica Miguel Moya, camarero de 43 años que trabaja en un café en plena rambla.

Las excusas de progreso esgrimidas por todos los partidos hace ahora cuatro años, ante la perspectiva de los Juegos, no se han visto cubiertas en absoluto. Amén de las instalaciones deportivas, en las que todas las administraciones han cumplido, el 2005 no verá en funcionamiento la autovía Adra-Motril ni la terminación de la A-92 hasta Almería (Fomento la cerró en Viator) ni la conexión con la alta velocidad. El rifirrafe entre Fomento y el propio Ayuntamiento también ha dejado en el aire el desdoblamiento de la N-340 y una de las principales entradas a la ciudad por su parte norte.

Desde su puesto de congelados en el mercado de la Plaza Pavía, Ana González (42 años), ironiza sobre su perspectiva de la ciudad a pequeña escala. "Está todo igual. Tenemos una higiene y una seguridad ciudadana que impresionan", comenta entre risas, aunque reconoce un mejor servicio del Ayuntamiento en según qué barrios. "Yo vivo en Cruz de Caravaca y allí la cosa es distinta. Aquello, comparado con Pescadería, es un barrio señorial. Y es que la gente influye mucho en el cuidado de su barrio. En la Cruz de Caravaca, si no limpian un día llamamos y, al día siguiente, limpian y te dan explicaciones. Depende de los ciudadanos", apunta.

Todavía sin un solo hotel en primera línea de playa -los previstos en la urbanización de El Toyo distan 10 kilómetros de la capital-, la ciudad hace aún esfuerzos por crear un imagen turística. "Han cambiado el indalo por el Sol de Portocarrero como nuevo logo. Y no me parece mal. Pero... ¿de qué sirve eso si luego el Centro Andaluz de la Fotografía sigue en un local provisional y pidiendo el espacio expositivo a la Escuela de Artes, donde ni siquiera se aprecian bien las fotos por los reflejos de la luz de la calle? Han puesto el palo sin la zanahoria", argumenta Belén Merino, una estudiante de Ciencias Ambientales.

Unos y otros coinciden en que la ciudad no ha sabido, no ha podido o no ha querido reivindicar lo que, por derecho propio, le pertenece.

Para el soterramiento de las vías del tren que dividen la ciudad, incluido en los programas de los dos partidos mayoritarios en las pasadas elecciones de 1999, no se ha movido ni un ladrillo, aunque el proyecto ha vuelto a los programas.

Alejandro, el hijo de 19 años de Ana Rodríguez, es uno de los más de 5.000 voluntarios de los Juegos Mediterráneos. Vive "muy ilusionado" los preparativos del evento, según relata su madre. Sin embargo, esa ilusión no se respira en las calles.

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