La Real festeja su peor partido

Probablemente, para ganar la Liga hay que ganar este tipo de partidos: cuando todo sale mal, cuando el rival da un baño de proporciones espectaculares, cuando se marca un gol de churro y cuando se depende del portero para que lo haga valer, es decir, cuando uno se juega el partido de la temporada en el momento más importante del año. Entonces sí, si uno gana es que tiene madera de campeón aunque su fútbol haya sido de corcho, por lo blando en el pase, o de hormigón armado, por lo espeso de su juego.

Porque resulta que el Recreativo, en posiciones de descenso, le dio una lección de fútbol en toda regla al nuevo líder del campeonato. El problema de los equipos pequeños es que les falta lo que les reduce el tamaño: delanteros en condiciones, goleadores natos, esos que se quedan los equipos grandes y los buscan por los cinco continentes. Con uno, o con la mitad de uno de ésos, el Recreativo le hubiera mandado a la Real a galeras a remar. Con lo que juega Viqueira, convertido en capo del centro del campo, ese tipo de jugador que sin correr está en todas partes y siempre con el balón cosido al cordón de la bota, un mediogoleador se hubiera hinchado a meter goles.

Pero el Recreativo no lo tiene y la Real sí. Y la Real tiene la autoestima por las nubes y lo que se llama la suerte del campeón, que es como se puede llamar al gol que marcó Nihat al comienzo del partido. Un tiro previsible que se acomodó al exceso de confianza de Luque, que lo quiso atrapar, en vez de desviar, en condiciones difíciles.. De eso vivió la Real y a partir de ahí nació el Recreativo. Al Recre le bastó tejer una tela de araña en el medio campo que asfixió a Xabi Alonso. Su lugar no lo tomó nadie. A menudo acostumbra a hacerlo Aranburu, más gris, pero también efectivo. Ayer, como el resto, tampoco era su día.

Extrañamente, la Real no daba un pase en condiciones, como si en el partido le fuera el descenso y no el título, algo siempre más gratificante y el mejor antídoto para los nervios.

Así que el Recreativo decidió ponerse a jugar al fútbol. Le dio el mando y el balón a Viqueira, que se lo tomó con calma, pero sin pausa, a sabiendas de que era el día perfecto para tocar el balón y encerrar poco a poco a su rival, cada vez más confundido, más atascado

Y ocurrió que Álex disparó al larguero y que Westerveld le sacó un mano a mano a Javi García, en dos tiempos, cuando asomaba junto a la raya de gol otro jugador recreativista. Y que el balón era del equipo de Alcaraz, que saltaba, giraba, se movía en la banda y después cruzaba los brazos como si no pudiera entender tanta fatalidad.

La Real se rajó. Intentó reconstruirse tras el descanso y cuando vio que todo seguía igual (es decir que Xabi no encontraba su sitio y que Kovacevic y Nihat hacían la guerra por su cuenta), decidió defender aquel tesoro que el turco había hallado en el lugar y el momento más inesperado.

Defender se llama la figura, juntar líneas y dejar que el tiempo corra y que el Recreativo asuma que le faltan delanteros para ganar partidos como éstos. Ha aprendido la lección de cómo jugar bien al fútbol, pero el gol lo tiene pendiente para otro año.

La Real decidió racanear, no el esfuerzo, sí el fútbol y la actitud positiva. Tuvo quizás algo de equipo pequeño y el partido se le hizo largo, larguísimo, agonístico. Fue la peor versión de la Real, algo así como el derecho al petardazo que los grandes (y la Real lo es esta temporada) se conceden en ocasiones.

Sólo Kovacevic, en su islote particular, dio señales de la Real en el área contraria: un bonito cabezazo, un montón de carreras, un disparo ante Luque y, sobre todo, una chilena en el área grande que rozó la escuadra. De haber sido gol, Anoeta le hubiera nombrado rey de San Sebastián. Pero no lo fue y la Real siguió sufriendo con su fútbol espeso, lento y rácano y el Recreativo con su fútbol bello pero inocente falto de eso tan sencillo que se llama gol. El fútbol tiene esas cosas: que el vicecolista de una lección de juego y que el líder acabe escondiendo el balón en el banderín de córner para perder tiempo. Pero así se ganan las Ligas.