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Crónica:FÚTBOL | Semifinales de la Liga de Campeones, partidos de vuelta
Crónica
Texto informativo con interpretación

Cúper se somete al examen definitivo

El Milan ya no es el de sus mejores años, pero aún conserva el aura que le falta al Inter

Santiago Segurola

Milán espera con ansiedad y orgullo el duelo de sus dos equipos en la semifinal de la Liga de Campeones. Ciudad inflamada de fútbol, es un caso único en el continente: ninguna otra puede presumir de albergar a dos campeones de la Copa de Europa, el Inter y el Milan, protagonistas durante décadas de un torneo que les enfrenta por primera vez. En el colosal San Siro, el Inter oficia de anfitrión, pero eso no significa nada. Contará con el apoyo fanático de 70.000 hinchas y negociará el excelente resultado que consiguió en la ida. Ese 0-0 fue recibido con entusiasmo en el club, que persigue en vano el título de campeón desde 1965, aquel Inter dirigido por Helenio Herrera, el Inter de Suárez, Mazzola, Corso y Facchetti. Desde entonces, el equipo ha vivido entre éxitos circunstanciales y tumultos ingobernables. Ha vivido, en fin, a la sombra del otro equipo, del Milan que surgió imponente en los años ochenta de la mano de Arrigo Sacchi. Tantas veces apeado de la gloria, nadie en el Inter jalea la condición de local, ni se toma demasiado en consideración el empate de la ida. Es el precio a la hegemonía del Milan durante los últimos 15 años.

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No ofrece el Milan la sensación de poderío de sus mejores años, cuando era la gran referencia del fútbol mundial, el club que trasladó con sabiduría la satisfacción deportiva al éxito económico y político. Silvio Berlusconi, el hombre que diseñó el emergente Milán de mediados de los ochenta, puede dar fe de un fenómeno futbolístico, mediático y publicitario que cautivó a Europa durante casi diez años. Ya no es el de entonces, pero todavía conserva el aura que le falta al Inter, una especie de seguridad en la historia que, desde luego, no tiene su rival. Se nota en las plantillas, una compacta y bien diseñada, la del Milán, con excelentes defensas, buenos centrocampistas y temibles delanteros, y otra, la del Inter, confeccionada entre espasmos, con abundancia de jugadores en unas posiciones, la delantera, y carencias impensables en otras, como la banda izquierda.

El partido suena a definitivo para Héctor Cúper, que no acaba de lograr el éxito que le consagre y le ponga a salvo de las contingencias de los resultados. Dirigió al Mallorca en la final de la Recopa y al Valencia en las derrotas frente al Madrid y el Bayern en la Liga de Campeones. No ha conseguido un gran título, y eso lo paga frente a Máximo Moratti, presidente del Inter, que ha deslizado su intención de desprenderse del argentino si no gana la Copa de Europa. Tras el hundimiento en la Liga, arrollado por la Juve, el Inter es objeto de críticas crueles en un país que convive muy mal con la derrota. Cúper busca fórmulas para salir del agujero: cambia la línea defensiva, varía el sistema, mezcla jugadores sin demasiada fe porque el equipo juega mal y sufre. Sólo le queda la Copa de Europa, nada menos, sin Vieri, que continúa lesionado, aunque su recuperación es veloz.

Cúper tendrá que decidirse entre la defensa de cinco, como en la ida, o el clásico 4-4-2. Qué lejos quedan los tiempos en que el entrenador argentino jugaba con un solo medio centro, un volante de ataque y dos delanteros. Ocurría en el Mallorca. Parece que han pasado mil años desde entonces. El fútbol italiano le ha presionado, le ha llevado del equilibrio táctico a la cautela máxima, y hoy necesita la victoria, sacar al equipo de su obsesión defensiva y de la angustia de los últimos meses. No le será fácil. Enfrente le espera un Milán que también ha decaído. Lo que comenzó como un regreso al bel gioco, con un predominio de los jugadores de ataque y de clase, se ha convertido en un regreso a los principios del calcio, según el cual se comprende muy bien la presencia de Brocchi y Gatusso en el equipo titular y la asombrosa visión de un banquillo integrado por Redondo, Rivaldo, Tomasson y Pirlo.

Maldini.
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