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Reportaje:

Sangre fría para sobrevivir

Un montañero se amputa un brazo tras 5 días atrapado

La mala suerte y la sangre fría son las dos cualidades que ya siempre definirán a Aron Ralston, un montañero de 27 años. Sufrió la desgracia de que su mano derecha quedase atrapada por una piedra de varias toneladas cuando descendía por la falda de una montaña. Inmovilizado en esa posición durante cinco días, tuvo una terrible serenidad para hacer algo que al final le salvó la vida: retorcerse para romper el hueso de su brazo y amputárselo después con una navaja. Y Ralston lo cuenta sonriente, con el muñón en cabestrillo, ansioso por volver a escalar.

A Ralston le apasionan los deportes al aire libre, tanto que decidió dedicar una semana entera a descubrir, en solitario, una cordillera majestuosa en un Estado con paisajes sublimes: Utah. Esquió un par de días, dedicó otro a hacer bicicleta de montaña y decidió después escalar uno de los picos más agudos del Canyonlands Nacional Park. No dejó a nadie un itinerario con su ruta. Ese error es lo primero que se le vino a la cabeza cuando una roca despeñada le aplastó la mano mientras descendía por una grieta. Colgado en el lateral, sujeto por los 400 kilos de peso que tenía sobre su mano, Ralston pudo atar una de las cuerdas que empleaba para hacer rappel y construir un pequeño rellano en el que sentarse.

Así pasó el primer día, tratando de olvidarse del dolor y haciéndose a la idea de que la mano, cuando le rescataran, sería difícil de salvar. De vez en cuando, apoyaba los pies en un recodo y estiraba las piernas para no quedarse entumecido. Ralston, que trabajaba como voluntario en un equipo de rescate de montaña, empezó a racionarse lo poco que llevaba: tres litros de agua, dos burritos de pollo y una chocolatina.

Pasó el segundo día y pasó el tercero. Nadie sabía que estaba allí y ni siquiera sus padres le echaban en falta porque ésa era "su" semana en la naturaleza.

En el día número cuatro decidió cortarse la mano. Ansioso por liberarse, sacó una navaja multiuso, apretó los dientes y empezó a serrar cerca de la muñeca. Consciente de que la navaja nunca podría cortar el hueso, cambió de táctica: se retorció en torno a la piedra hasta que el hueso del brazo crujió y se rompió entre el codo y la muñeca. Con el hueso roto, se hizo un torniquete en el antebrazo y con la navaja escarbó a través de la piel. Tardó una hora en separar su cuerpo en dos partes.

Quedó libre, y estaba consciente a pesar del dolor. Con un solo brazo logró bajar el resto de la ladera y andar más de 10 kilómetros hasta dar con un grupo de montañeros.

Ahora ha contado su historia en el hospital en el que le limpiaron el muñón y en el que todavía debe pasar unos días: "No sé cómo lo hice. Simplemente, superé el dolor". Volverá al montañismo en cuanto le den el alta y dice que aprenderá a escalar con un solo brazo. Y ya tiene un publicista contratado para que al menos su infortunio le haga rico con la venta de los derechos de autor.

Ralston, con su padre, en el hospital de Grand Junction (EE UU).
Ralston, con su padre, en el hospital de Grand Junction (EE UU).REUTERS

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