El lenguaje bilingüe de las flores
¡Qué alegría tendrán los vendedores ambulantes paquistaníes! Es la Semana de las Rosas en Barcelona. ¡La ciudad acaba de ser incluida en el Circuito Internacional de Rosas Nuevas! ¿No es maravilloso? Estoy tan contenta por Cataluña y por todos nosotros que me apunto a uno de los actos previstos durante estos siete días de celebración: un taller de centros de rosas. Me voy a la carpa que ha montado el Ayuntamiento en la rosaleda del parque de Cervantes.
La mayoría del público de la carpa son mujeres. Por alguna razón, las pensionistas que sólo han venido a pasar la tarde están sentadas en las sillas de la parte de la derecha. En cambio, las socialmente elegidas se han agrupado en la parte de la izquierda. Allí es donde voy yo. Me sitúo detrás de una rubia, cincuentona y de buen ver, que viste jersey gris de manga corta y anorak acolchado, como de ir a cazar. Habla despacio y vocaliza mucho. "Salió tan buena...", le explica a su amiga. "Hizo unos cuadraditos de quesito, con queso rallado, de ese de hilo, y lo puso en el horno. ¡Aquellos hilitos!". Para describir la textura de los hilitos frota los dedos pulgar e índice, como si hablase de dinero. "Ya hice, ya hice fotos. Ahora, cada cena que hacemos, la fotografiamos. Queremos hacer un libro por Navidad, para regalar a los amigos. Ayer mismo, con dos rebanadas de pan Bimbo y una lata de crema de champiñones, yo qué sé lo que hizo... Y el flan ese de foie estaba...Yo soy partidaria de hacer cosas que no te den trabajo, pero sobre todo que queden estéticas".
No son centros con espumilla verde, de los que le gustan al jardinero de 'Bricomanía'. Son minimalistas, con poca flor y mucho verde
Y empieza el taller, que no es un taller, porque consiste en mirar cómo un profesor dicharachero de la Escuela de Arte Floral, Jordi Abelló, confecciona centros con rosas. Pero no crean que son centros con espumilla verde, de los que le gustarían al jardinero de Bricomanía. Son centros minimalistas. Para que se hagan una idea del nivel, les diré que el profesor nos explica que estamos acostumbrados a pensar que una brocheta es algo que se come, pero que ahora nos va a confeccionar una brocheta floral, con sólo tres rosas. Se pone a trabajar y, una vez la da por terminada, el grupo de la derecha aplaude con entusiasmo. Me traslado a su zona. Me coloco delante de dos ancianas que no paran de hacer comentarios. Una de ellas -que es la que más ha aplaudido- susurra: "El veig molt pobrissó". Su amiga añade: "Ja ho pots ben dir". Un señor andaluz, sentado detrás de ellas, hasta se atreve con un chiste: "¡Esto parece la corona de espinas de Jesucristo!". El profesor, entonces, nos informa de que antes se hacían ramos muy ostentosos, pero las nuevas tendencias dictan sobriedad. Que tenemos que saber encontrarle el valor a un ramo de sólo tres flores y mucho verde. Como ven, en el mundo de la floristería se está produciendo un cambio de paradigma. Lo noto cuando el profesor nos revela también que, actualmente, en las composiciones florales, se ha conseguido la cuarta dimensión. "Diu que ara no tenen davants i raderes, els centros", le aclara la jubilada a la amiga, que es algo sorda.
Aprovechando que una mujer de la derecha se va, vuelvo a cambiar de sitio. En la izquierda me siento más en mi elemento. "La Cerdanya tiene unos campos de golf preciosos", está comentando la rubia de antes. "Empecé yo, con el golf. Yo es que me apunto a todo. Vamos mucho a un hotelito rústico que hay allí. Uno de los maridos es el que se encarga de preparar las excursiones. Se lo estudia todo antes. Y luego, lleva una especie de diario y escribe las anécdotas. Lo que ha comido cada uno... Mi hija me dice: 'No te quejes, que no hay gente de vuestra edad que tenga tantos amigos'. Porque en esta colla todos son muy creativos. El marido de Mamen es creativo, porque es su trabajo, pero es que los demás, también. Eso sí, cada una va a lo suyo, porque la que no té un all té una ceba. Pero hay gente que, si no cuentas con ella, enseguida coge celos. ¡Mira, mira!". Miramos. El profesor nos muestra unas cuantas probetas, unidas con cordeles y recubiertas de hojas. En cada probeta coloca una rosa. "Y al restaurante le llaman Fonda Angeleta", continúa la rubia, después de haber admirado la sobriedad del conjunto. "Ella cocina cosas tradicionales, d'abans. Es una pageseta auténtica". La amiga le da la razón: "Es que os motiváis sin querer". Se interrumpen, porque al profesor le suena el móvil. "Perdoneu", exclama. Y después de apagarlo, añade: "Ja veieu que jo sóc molt showman". A continuación nos explica que lo último, lo último en floristería es mezclar lo orgánico con lo inorgánico. Por ejemplo, bridas de lampista de colorines, con flores. Todas movemos la cabeza, admiradas. "¡Mira esta hoja que ha atado! ¡Qué mono! ¡Qué poco recarregat!", aprueba la rubia.
Un cartel del hotel Havana, situado en la parte derecha, la de las jubiladas, se cae a causa del viento. No hay daños personales. Dos encargados ya lo recogen y tratan de volverlo a colocar en su sitio, pero se les desmonta. "Encara prendrem mal", opina la jubilada. Y cambia de idioma para advertirle al operario: "¡Que se cae!". La señora rubia le está diciendo a su amiga: "Tú haz fotos de tus centros y yo las haré de mis comidas". Pero también cambia de idioma para advertirle al operario: "Vigilin, vigilin! Cuidado, home!".
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