¿Cambios en Esquerra Republicana?
Algo parece estar cambiando en Esquerra Republicana. Recientes decisiones políticas y una conferencia y varios artículos de Josep Lluís Carod-Rovira en estas últimas semanas parecen indicar una nueva línea en materias muy centrales de su ideario básico.
Ciertamente, durante la última legislatura el distanciamiento de ERC respecto de CiU había sido ya notable respecto a la fidelidad absoluta mantenida en otros tiempos. Sin embargo, la teoría de la equidistancia -situarse entre CiU y el PSC- parecía contener una carta escondida que le permitiría, en cualquier momento, formar parte de la "mayoría natural" nacionalista, que, según es tradicional, inclinaba siempre a ERC hacia el lado convergente. Pero, a la vista de la nueva actitud, quizá habrá que revisar el juicio que hasta ahora hacíamos de sus posiciones estratégicas.
La decisión política más relevante que ha dado un primer indicio de estos cambios ha sido dejar aislada a CiU en la ley de comarcas, lo cual ha permitido una importante reforma en el sistema electoral de los consejos comarcales. Este sistema de elección era, desde 1987 hasta ahora, sectariamente favorable a los concejales de los pequeños municipios -mayoritariamente dominados por CiU-, que estaban sobrerrepresentados de forma desproporcionada en dichos consejos comarcales.
Con la demagogia del equilibrio territorial, CiU ha intentado justificar lo injustificable. La realidad era que quien no estaba adecuadamente representado en los consejos comarcales eran las personas, los habitantes de las comarcas, y el que se beneficiaba de ello era CiU, un partido político. Por tanto, no se trataba de un sistema que beneficiara el equilibrio territorial, sino de un sistema que beneficiaba exclusivamente a CiU y perjudicaba a la población de la comarca.
Para el partido de Pujol, esto es ahora de la máxima importancia ya que, si pierde el Gobierno de la Generalitat en las próximas elecciones se, queda sin apenas cargos políticos. Obtener el máximo poder comarcal posible le puede resultar indispensable, por tanto, para seguir manteniendo su red pública partidista. Por tanto, para CiU la cuestión no es menor, sino de mucha envergadura. En casos semejantes, desde 1980, ERC siempre salvaba en último término al partido de Pujol. Esta vez le ha fallado. Sintomático.
Pero en problemas ideológicos que afectan, además, a cuestiones nacionalistas, las últimas intervenciones de Carod son también notables ya que van en la línea de deslindar nación e identidad. Con ello, el nacionalismo de ERC, que sigue manteniéndose y reivindicando posiciones soberanistas, se aleja de posiciones identitarias. Su nacionalismo ya no tendría este carácter.
Así parece expresarlo Carod en un artículo publicado en El Periódico (4-5-2003) cuando afirma que el futuro de Cataluña como comunidad nacional "no puede basarse, prioritariamente, ni en el idioma, ni en el pasado que nos es diferente por su origen, sino en lo que hoy compartimos todos: un espacio de igualdad de oportunidades, de libertad, de calidad de vida". Unos párrafos más adelante añade: "No planteamos una cuestión de identidades, que son diversas, sino de identificación". Admitida la diversidad identitaria, los valores comunes en que se fundamenta el nacionalismo deben replantearse sobre bases distintas: pero, en ese caso, ese nacionalismo ya no es el mismo, se transforma en nacionalismo cívico, de matriz muy distinta. Se abandona, por tanto, la tradicional cantinela de que Cataluña es una nación porque tiene una misma lengua, cultura, historia, etcétera, que le dan una determinada identidad.
Pocos días antes, el mismo Carod, en un artículo en el Avui (30-4-2003), había aplicado esta filosofía no identitaria a la lengua: "Potser hi sortirem guanyant, doncs, si deixem tranquila la llengua i, sobretot, la despolititzem, si la desproveïm de la càrrega ideològica, salvífica, trascendent, que ara suporta i que tant la condiciona. (...) Utilitzar el català ha de deixar de tenir una càrrega fonamentalment política, reivindicativa o simbólica, per adquirir una sola funció primordial: un gest de naturalitat en una societat normal i cohesionada". Sacar las debidas consecuencias de estos presupuestos debería implicar un cambio, en sentido liberal, de la normativa lingüística y, sobre todo, de la filosofía con la que se está aplicando.
Todo ello lo plantea Carod en una perspectiva muy interesante: llegar a integrar totalmente en la política catalana a aquellos que durante los años cincuenta, sesenta o setenta emigraron a Cataluña desde otras partes de España (o a sus hijos y nietos). En definitiva, que nadie pudiera repetir aquella afirmación, tan cierta como valiente, pronunciada a mitad de los años noventa por Antonio Santiburcio, el dirigente socialista desgraciadamente desaparecido: "Lamentablemente, en Cataluña un inmigrante todavía no tiene posibilidades de aspirar a ser ni alcalde de Barcelona ni presidente de la Generalitat". En la misma línea opina Carod: "El cambio político en este país no será tal si no comporta también un cambio de clase social. Quienes mandan de verdad pertenecen a un sector de la sociedad catalana minoritario (...), a los sectores de siempre", dijo en su conferencia del pasado 22 de abril en el Colegio de Periodistas.
No es la primera vez, sin embargo, que en ERC se manifiestan posiciones de este tipo. Camil Ros, hace unos años, ya dijo que un partido que se considerara de izquierdas debía separar nacionalismo de identidad histórica y cultural. Por tanto, no sé muy bien si estas manifestaciones de Carod son una nueva línea consolidada y aceptada en el partido o bien posiciones personales de un dirigente más que cualificado. En cualquier caso, van en una nueva dirección.
Ahora bien, ¿el electorado tradicional de ERC está de acuerdo con este nuevo mensaje y, por tanto, dispuesto a abandonar el nacionalismo identitario? Formularlo justo antes del comienzo de un largo y decisivo periodo electoral es, sin duda, valiente, pero también arriesgado. Seguro que Convergència lo aprovechará para atraerse el voto de personas que siempre han oscilado entre los dos partidos nacionalistas. Y desde el otro lado, ¿es creíble este brusco cambio en ERC?
Francesc de Carreras es catedrático de Derecho Constitucional de la UAB
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